Evangelización

San Bonifacio, el “Apóstol de los alemanes”

San Bonifacio, originario de Inglaterra, dedicó casi toda su vida a la labor misionera en tierras germánicas. Su principal legado es la organización eclesiástica en la actual Alemania.

José M. García Pelegrín·17 de septiembre de 2024·Tiempo de lectura: 4 minutos
San Bonifacio

Estatua de San Bonifacio en el exterior de la catedral de Fulda (Joachim Schäfer - Ökumenisches Heiligenlexikon)

La historia del cristianismo en Alemania se remonta al siglo III. En Tréveris –que entonces formaba parte de la provincia romana de Galia–, Colonia y Maguncia –las capitales de Germania prima y Germania secunda– ya había comunidades cristianas. El primer obispo en tierras germánicas del que se tiene constancia histórica es Maternus, quien participó como asesor del emperador romano Constantino I en el Sínodo de Letrán en Roma en 313 y en el de Arlés en 314. Según las listas de los obispos de Tréveris, fue el tercer obispo de esta ciudad, así como el primer obispo históricamente atestiguado de Colonia (Civitas Agrippinensium) y posiblemente obispo de Tongeren.

Sin embargo, el verdadero  “Apóstol de los alemanes” es san Bonifacio (c. 673 – 754/755), quien es considerado el mensajero de la fe a tierras germánicas por haber establecido de manera duradera el cristianismo en dichas regiones. Más que un misionero, Bonifacio fue un organizador. Dotó a la Iglesia alemana –en su época, el Reino franco oriental– de una estructura sólida mediante la creación de diversas diócesis y la fundación de numerosos monasterios. Aún hoy, los obispos alemanes mantienen una de sus dos Asambleas anuales en Fulda, pues en la catedral de esta ciudad se encuentra su tumba.

Bonifacio cerró una brecha de unos tres siglos en la documentación histórica del cristianismo en tierras germánicas. Con la caída del Imperio Romano y, en esas tierras, ya alrededor del año 400, desaparecen las fuentes que podrían aportar pruebas del cristianismo en las ciudades de Germania.

Mientras que en el reino de los francos occidentales el cristianismo se impuso tras el bautismo de Clodoveo hacia el año 500, los intentos de labor misionera a la orilla derecha del Rin fracasaron inicialmente. Apenas existe alguna fuente del siglo VII que mencione a los francos —ya cristianos— como una potencia protectora en esa región. No es hasta el siglo VIII que vuelven a aparecer testimonios cristianos, momento en el que Bonifacio desempeña un papel fundamental.

Orígenes de san Bonifacio

Originalmente llamado Wynfreth, Bonifacio nació alrededor del año 673 en el seno de una noble familia anglosajona en Crediton, en el reino de Wessex. Fue educado como “puer oblatus” en los monasterios benedictinos de Exeter y Nursling, donde más tarde se ordenó sacerdote y trabajó como maestro.

Su actividad misionera en el reino franco y las regiones vecinas forma parte del movimiento misionero anglosajón de los siglos VII y VIII, impulsado originariamente por el papa Gregorio Magno (590-604). El objetivo era cristianizar a las tribus germánicas e integrarlas en una organización eclesiástica jerárquica.

En 716, Bonifacio emprendió su primer viaje misionero a Frisia, pero fracasó. Regresó a Nursling, donde fue elegido abad. Un año después decidió abandonar definitivamente Inglaterra y peregrinar a Roma. El Papa Gregorio II (715-731) le encargó en 719 la misión de proclamar la fe cristiana a los “pueblos incrédulos” y cambió su nombre en Bonifacio (“benefactor” o “el que actúa bien”).

Su misión entre los frisones se reanudó, esta vez en cooperación con el misionero Willibrord, pero ambos se separaron en 721 debido a tensiones. Bonifacio continuó su misión en las actuales regiones de Hesse, Turingia y Baviera, donde fundó varios monasterios e iglesias. Su compromiso con un estricto orden eclesiástico católico romano encontró resistencia, especialmente en Turingia.

Organización eclesiástica

Gran parte de su legado se debe a la organización eclesiástica que emprendió en Baviera a partir de 738. Allí logró establecer y reorganizar varias diócesis, como las de Salzburgo, Frisinga, Passau y Ratisbona. También fundó las diócesis de Würzburg, Eichstätt, Erfurt y Büraburg, cerca de Fritzlar. En 746 fue nombrado obispo de Maguncia, pero su influencia en Baviera pronto fue eclipsada por el irlandés Virgilio de Salzburgo.

En el “Concilium Germanicum” de 742 promulgó medidas disciplinarias estrictas contra los sacerdotes y monjes “licenciosos”. Durante este y en los sínodos posteriores (744 en Soissons, 745 en Maguncia) se establecieron las normas básicas de disciplina eclesiástica y vida cristiana: la posición y los deberes del obispo, la ética y el comportamiento del clero, la regulación del uso de los bienes eclesiásticos, la renuncia a las costumbres paganas, así como cuestiones de derecho matrimonial eclesiástico.

Bonifacio se esforzó por estructurar la Iglesia en el reino franco según el modelo romano. Su intento de convertir la sede episcopal de Colonia en sede metropolitana de una nueva provincia eclesiástica fracasó, sin embargo, por la resistencia de los obispos al este del Rin. Maguncia sólo se convirtió en arzobispado y sede metropolitana bajo su sucesor, Lulio.

La muerte de san Bonifacio

A la edad de más de 80 años, Bonifacio emprendió un último viaje misionero a Frisia. Presintiendo su muerte –pues llevaba consigo una mortaja– quiso terminar su vida donde había comenzado su misión. El 5 de junio de 754 (o 755), fue asesinado cerca de Dokkum por un grupo de frisones opuestos a la labor misionera cristiana, junto con once compañeros. Sus contemporáneos consideraron las circunstancias de su muerte como un acto de martirio. Sus restos fueron recuperados por cristianos, transportados en barco a Utrecht y, más tarde, llevados a Fulda, donde fue enterrado en la tumba que él mismo había elegido.

A pesar de las resistencias con que se topó su reforma eclesiástica, Bonifacio dejó un legado de cristianización y organización de la Iglesia en partes del Imperio franco. Por este motivo es venerado como el “Apóstol de los alemanes” y está reconocido como una figura central en la historia eclesiástica europea. Fue canonizado tras su muerte en 754 bajo el Papa Esteban II (752-757), y su veneración fue oficialmente aprobada por el Papa Pío IX en 1855.

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