Vocaciones

Sacerdotes santos: San Alfonso María de Ligorio

La piedad de san Alfonso María de Ligorio es eminentemente cristocéntrica. Él enseña que el culto al Verbo Encarnado debe ser el centro de toda vida cristiana.

Manuel Belda·1 de agosto de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos
alfonso maria ligorio

San Alfonso nació en Marianella, cerca de Nápoles, el 27 de setiembre de 1696. Su padre, Giuseppe de’ Liguori, de familia noble, era Almirante de la flota del Reino de Nápoles. Su madre, Anna Cavalieri, mujer muy piadosa, puso especial interés en la formación religiosa de Alfonso. También recibió en familia una excelente educación humanística, abarcando la literatura, la filosofía, la música y la pintura. Era muy aficionado a estas dos últimas artes, que practicó con gran maestría.

Estudió Derecho en la Universidad de Nápoles, y obtuvo el doctorado in utroque iuris en 1713, cuando tenía sólo 16 años.

Durante diez años ejerció la profesión de abogado en los Tribunales de Nápoles. En 1723 abandonó la abogacía para ingresar en el Seminario. Fue ordenado sacerdote el 26 de diciembre de 1726.

Movido por el deseo de llevar la Palabra de Cristo a la gente abandonada en el campo, el 2 de noviembre de 1732 dejó Nápoles para vivir en medio de los campesinos, en Scala. Allí fundó la Congregación del Santísimo Redentor, que obtuvo la aprobación pontificia en 1749.

En 1762 fue elegido obispo de Sant’Agata dei Goti (Benevento), donde permaneció hasta el año 1775, cuando presentó la dimisión por motivos de salud. Durante ese periodo siguió siendo el Rector Mayor de los Redentoristas.

Murió en Pagani, cerca de Nápoles, el 1 de agosto de 1787, a los 90 años. Fue beatificado en 1816, y canonizado en 1839. También fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1871, así como Patrón de los confesores y de los teólogos moralistas en 1950.

Sus escritos

La producción literaria de san Alfonso es vastísima, y es uno de los autores más publicados de la historia, pues ha tenido más de 20.000 ediciones en más de 70 idiomas. Enunciamos aquí, en orden cronológico, sólo sus obras que tratan de la vida espiritual del cristiano:

1. Visitas al Santísimo Sacramento (1754). Contiene en 31 consideraciones para cada día del mes, pensamientos devotos y afectos que pueden usarse en las Visitas al Santísimo Sacramento.

2. Las Glorias de María (1750). La primera parte contiene una explicación de la Salve, mientras que en la segunda se explica la fe de María, sus virtudes y sus dolores.

3. El gran medio de la oración (1759). Explica cómo la oración es un medio necesario para obtener todas las gracias de Dios que necesitamos. En esta obra se halla la famosa frase lapidaria, recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2744: «Quien ora se salva ciertamente, quien no ora, se condena ciertamente».

4. Práctica del amor a Jesucristo (1768). Se trata de una explicación del himno de san Pablo a la caridad en 1 Corintios 13.

5. Meditaciones sobre la Pasión (1773). Son el fruto de la meditación personal de san Alfonso sobre la Pasión del Señor, que constituía el tema predilecto de sus meditaciones.

Sus enseñanzas

Su doctrina espiritual es tan rica y abundante, que aquí puedo sólo limitarme a dar unas pinceladas.

La piedad de san Alfonso es eminentemente cristocéntrica. Él enseña que el culto al Verbo Encarnado debe ser el centro de toda vida cristiana. Ve a Jesús sobre todo como el Salvador de la humanidad, lo cual queda plasmado en su lema preferido, que asignó como programa a su Congregación religiosa: Copiosa apud eum redemptio («Su Redención es abundante»).

El Doctor de la Iglesia considera el amor de Jesucristo especialmente en tres acontecimientos: la Encarnación, la Pasión y la Eucaristía. Manifestaba su devoción al Niño Jesús mediante canciones y poesías. Compuso el villancico Tu scendi dalle stelle («Tú bajas de las estrellas»), que ha llegado a ser el villancico por excelencia de los italianos.

Exhortaba a meditar diariamente el Misterio de la Pasión del Señor, como él mismo hacía. El aspecto que pone principalmente de relieve en esta meditación es el tema del amor, que ve cómo la razón última que movió a Jesús a padecer y morir. De la meditación de la Pasión surge en el alma del cristiano una respuesta de amor al amor de Jesucristo: «Un alma que cree y piensa en la Pasión del Señor es imposible que lo ofenda y no lo ame, es más que no enloquezca de amor, viendo a un Dios casi enloquecido por amor nuestro. No hay un medio que nos pueda encender más en el amor a Dios, que la consideración de la Pasión de Jesucristo».

Por lo que respecta a la Eucaristía, san Alfonso es considerado como el defensor de la comunión frecuente, combatiendo las reminiscencias del jansenismo, por lo que enseña que hay que recibir la Comunión con la disposición conveniente y no con la digna, como afirmaban los jansenistas: «He dicho con la disposición conveniente, no ya con la digna, porque si fuese necesaria la digna ¿quién podría comulgar? Sólo otro Dios sería digno de recibir a Dios. Entiendo por conveniente la que conviene a una mísera criatura. Basta que la persona comulgue en gracia de Dios y con el vivo deseo de crecer en el amor a Jesucristo».

San Alfonso es considerado como el defensor de la comunión frecuente, combatiendo las reminiscencias del jansenismo.

Manuel Belda

Toda la doctrina espiritual de san Alfonso está impregnada de un espíritu mariano. Puso en la base de su mariología dos principios inspiradores, la maternidad divina de María y su participación en la obra de la Redención. Estas dos prerrogativas no son paralelas, sino estrechamente relacionadas entre sí, ya que la primera se ordena a la segunda y la segunda encuentra en la primera su fundamento ontológico.

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