Me llaman por la noche:
-Mi madre está muy mal, está en el hospital.
-Voy enseguida.
No era alguien conocido, nunca le había visto por la iglesia.
Al llegar al hospital me encuentro, como muchas veces, a alguien que está inconsciente, en preagonía. La boca muy abierta, respiración entrecortada, color cetrino…
Le doy la unción de los enfermos y me voy.
Por la mañana me llama el hijo. Para no preguntarle a que hora murió su madre, le digo: ¿Qué tal tu madre?
-Sentada en la cama pidiendo el desayuno.
Años después, eran habituales a misa; me reía con la madre y el hijo.
Fue un milagro.
En otra ocasión un sacerdote fue a dar la unción a alguien que estaba en coma. Pocos días después, fui a ver a ese hombre y estuve hablando con él. Su mujer le dijo:
-Mira, ha venido a verte el sacerdote que te dio la unción.
-No fue él —contestó el señor—. Fue otro.
No nos conocía a ninguno de los dos, pero él sabía que yo no había sido, que había sido otro.
Otro milagro.
Me atrevo a decir que para la nueva evangelización y la transformación pastoral de la parroquia tenemos que creer con una fe capaz de hacer milagros.
¿Cuánta fe?
Como un granito de mostaza.
Jesús no dijo: “A los que sean muy santos acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados” (cfr. Mc 16, 17-18).
Lo que dijo Jesús fue: “A los que crean acompañarán estos milagros…”.
Jesús no dijo: “A los que crean acompañarán estos milagros… pero sólo hasta que muera el último de los apóstoles”, o “…sólo hasta que Constantino firme el edicto de Milán…”. Jesús dijo: “A los que crean…” siempre.
¿Con cuánta fe?
Como un granito de mostaza.
Sólo habrá Nueva Evangelización y sólo habrá renovación parroquial si estamos dispuestos a creer con una fe capaz de hacer milagros.
Antes ponías un cartel y se te llenaba la iglesia para las charlas cuaresmales, ahora la gente tiene que ver milagros.
¿Por qué la gente se juntaba alrededor de Jesús?
Si Jesús hubiese dicho “os voy a recordar los mandamientos” u “os voy a hablar de la unicidad de Dios”, le hubieran dicho: “eso ya nos lo sabemos, es aburrido”.
Pero Jesús hacía milagros.
“…Y mi mensaje y mi predicación no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder, para que vuestra fe no se fundamente en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios”, decía el apóstol san Pablo (1 Cor 2,4).
El Poder de Dios.
¿Basas tu predicación en la manifestación del Espíritu y del poder de Dios? ¿Fundamentas tu pastoral en el poder de Dios? ¿Preparas a los fieles para ver milagros?
Cuando la gente vea milagros se llenarán las iglesias, entonces no pararemos de bautizar, confesar, dar catequesis y formación, levantar vocaciones…