Familia

Pepe Serret. El recuerdo inspirador de un gran amigo

Tres décadas después de su fallecimiento, la figura de Pepe Serret sigue inspirando a muchas personas como ejemplo de esposo, padre de familia y buen cristiano.

Joan Xandri·21 de noviembre de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
Pepe Serret

Foto: Pepe Serret

El afecto que nace del trato con quienes nos rodean, hace brotar este sentimiento de amistad que se ve incrementado aún más, si cabe, al vernos separados de ellos. Cuando, hace ahora 30 años, nuestro querido amigo Pepe Serret se nos fue inesperadamente al Cielo fue un golpe duro, no había marcha atrás, no se podía “deshacer”, ni cambiar; fue un hecho que había que encajar, asumir y sacarle “partido”. 

Pasados unos meses surgió la idea de recoger los recuerdos, las vivencias, lo que nos había dejado, en cierto modo en herencia. Fue así como nació, el libro: Pepe Serret. Recuerdos de sus amigos. En un tiempo récord un centenar de personas –quienes todas se consideraban uno de sus mejores amigos– fueron poniendo por escrito lo que había supuesto conocerle, lo que le agradecían, y en definitiva lo que habían recibido.  

Pepe era un hombre que sabía querer y se hacía querer. Un hombre bueno, en el lenguaje que todos entendemos.  

El contacto con las personas ponía al descubierto en Pepe todo su carácter vitalista. Quien le conocía sabe lo mucho que amaba la vida y todas las expresiones de ésta. Su alegría y su optimismo, su garbo alegre y la felicidad que irradiaba siempre su generosa y pícara sonrisa, su sencillez y generosidad. Todo ello fruto de su fe en la Providencia, y de sentirse siempre en las manos de Dios.  

Si se puede hablar de gran amigo es por la simple razón de que, en su grandeza de espíritu, siempre estaba él dispuesto a tender una mano, sin reservas de ningún género, sin pararse a pensar en razones de conveniencia o de interés: sin esperar nada a cambio, que es -pienso- una de las facetas que retratan el auténtico amigo. Vivía intensamente los problemas de sus amigos. Estando a su lado los problemas que uno pudiera tener se desvanecían, o al menos se simplificaban.  

Otra gran característica era su gran amor a su familia. Muchas veces me llamó la atención, de modo especial, la inmensa ternura con que pepe amaba a sus hijos. Conocía bien a cada una, a cado uno: sabía de sus dichas y problemas; vivía sus inquietudes, sus alegrías y penas; sufría si les veía preocupados; rezaba por ellos; rezaba con ellos, … Y por encima de todo -eso se palpaba con rapidez- los amaba con un corazón siempre joven y decidido.

El lema familiar que les inculcó a sus hijos fue; hem de fer pinya! Hemos de ser como una pina, hacer piña… enseñándoles a vivir la unidad, aponyándose mutuamente. 

Su magnanimidad era llamativa: buen profesional, luchador incansable. Prudente, delicado y a la vez audaz, ocurrente, divertido, con esa simpática desvergüenza, que todos agradecíamos, al hablarnos de Dios, del sentido trascendente de nuestra vida y situar las cosas en su justa medida.   

En un tiempo en el que se valora más a las personas por el «tener» que por el «ser», emerge la personalidad de un hombre que luchó por amar cada día más a Dios. Era un hombre de fe. De una fe viva y ardiente que cada día le llevaba a luchar por vivir la fidelidad a sus principios en las condiciones ordinarias de la vida. la entrega generosa a su numerosa familia, la mejora día a día en su tarea profesional, intentando descubrir el valor transcendente que se encierra en las cosas pequeñas de cada día, en definitiva, el querer sentirse y comportarse en cada momento hijo de Dios.   

Su vida inspiradora no queda sólo para aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo, sino también para las personas que buscan testimonios de vida cristiana en el mundo de hoy. Pepe es uno de ellos.  

El autorJoan Xandri

Amigo de Pepe Serret

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