Evangelización

Los Papas proponen encontrar a Jesús en la Biblia

Desde san Juan Pablo II a Francisco, los tres últimos Papas han alentado al pueblo cristiano a leer la Biblia y encontrarse en ella con Jesucristo. Además, Francisco ha regalado en alguna ocasión Evangelios de bolsillo a los peregrinos que acuden a la plaza de san Pedro.

Loreto Rios·26 de marzo de 2024·Tiempo de lectura: 5 minutos

El Papa entrega una Biblia a una lectora durante el Domingo de la Palabra ©OSV

A lo largo de la historia, muchos Papas han hablado de la importancia de la Biblia como medio de acercarse a Cristo, la Palabra del Padre. En este artículo, nos centramos en los tres Pontífices más recientes: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

San Juan Pablo II

San Juan Pablo II habló en numerosos discursos sobre la centralidad de la Sagrada Escritura como medio para conocer a Jesucristo en la vida cristiana. Un ejemplo es su mensaje a la Federación Bíblica Católica Mundial el 14 de junio de 1990, en el que explicaba que el centro de las Escrituras es el Verbo, Jesucristo: “La Biblia, Palabra de Dios escrita bajo inspiración del Espíritu Santo, revela, dentro de la tradición ininterrumpida de la Iglesia, el misericordioso designio de salvación del Padre, y tiene como centro y corazón el Verbo hecho carne, Jesucristo, crucificado y resucitado”. Además, el Papa identificaba la Biblia con Cristo mismo, diciendo que “dando a los hombres la Biblia, les daréis a Cristo mismo, que sacia a los hambrientos y sedientos de la Palabra de Dios, de libertad verdadera, de justicia, de pan y de amor”.

Por otra parte, san Juan Pablo II subrayaba la importancia de “acercarse constantemente a la Biblia como fuente de santificación, de vida espiritual y de comunión eclesial en la verdad y caridad”, afirmando que la Sagrada Escritura suscita vocaciones, es también el “corazón de la vida familiar”, inspira “el compromiso de los laicos en la vida social” y es el “alma de la catequesis y de la teología”.

Además, el Papa recordó en la audiencia general del 1 de mayo de 1985 la constitución del Concilio Vaticano II «Dei Verbum», en la que se afirmaba que “Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado (que es la Iglesia); así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo’ (Dei Verbum, 8)”.

Sin embargo, aunque la Palabra de Dios es un medio eficaz e imprescindible para acercarse a Cristo, san Juan Pablo II también remarcaba la importancia de acercarse a ella y leerla siempre a la luz de la Iglesia, prescindiendo de basarse en interpretaciones personales o subjetivas. En esta línea, el Pontífice explicaba que la “garantía de verdad” ha sido otorgada “por institución de Cristo mismo […] a la Iglesia. […] Para todos se revela en este campo la misericordiosa providencia de Dios, que ha querido concedernos no solo el don de su autorrevelación, sino también la garantía de su fiel conservación, interpretación y explicación, confiándola a la Iglesia”.

Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI también hizo especial hincapié en la importancia de la Biblia para acercarse a Cristo: “Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”, explicó, citando a san Jerónimo en la audiencia general del 14 de noviembre de 2007.

A esta frase, Benedicto XVI añadía que “leer la Escritura es conversar con Dios”, pero, al igual que san Juan Pablo II, remarcaba la importancia de leer la Biblia a la luz de la Iglesia: “Para san Jerónimo, un criterio metodológico fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el magisterio de la Iglesia. Nunca podemos leer nosotros solos la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error. […] En particular, dado que Jesucristo fundó su Iglesia sobre Pedro, todo cristiano -concluía- debe estar en comunión ‘con la Cátedra de san Pedro. Yo sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia’”.

Importantísima en este sentido es la exhortación apostólica de Benedicto XVI «Verbum Domini», de 2010, que recoge las conclusiones del sínodo La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia.

Entre otras cuestiones, el Papa resaltaba también, como Juan Pablo II, el núcleo cristológico de la Sagrada Escritura: “La Palabra eterna, que se expresa en la creación y se comunica en la historia de la salvación, en Cristo se ha convertido en un hombre ‘nacido de una mujer’ (Ga 4,4). La Palabra aquí no se expresa principalmente mediante un discurso, con conceptos o normas. Aquí nos encontramos ante la persona misma de Jesús. Su historia única y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad. […] La fe apostólica testifica que la Palabra eterna se hizo uno de nosotros”.

Papa Francisco

Siguiendo esta línea, el Papa Francisco también ha exhortado en numerosas ocasiones a encontrar a Cristo en las Escrituras.

El actual pontífice explicó en su discurso a la Federación Bíblica Católica el 26 de abril de 2019 la importancia de que la Iglesia sea “fiel a la Palabra”, diciendo que, si cumple esto, no escatimará “en proclamar el kerygma” y no esperará “ser apreciada”. “La Palabra divina, que proviene del Padre y se derrama en el mundo”, empuja a la Iglesia “hasta los confines de la tierra”, afirmaba Francisco.

Además, el Papa ha animado en diferentes ocasiones a familiarizarse con la Biblia y leerla aunque sea cinco minutos al día, ya que “no es simplemente un texto que leer”, sino que es “una presencia viva”. Por ello, aunque la lectura se reduzca a pequeños momentos al día, señala el Papa que es suficiente, porque esos breves párrafos “son como pequeños telegramas de Dios que te llegan enseguida al corazón”. Y es que la Palabra de Dios “es un poco como un auténtico anticipo de paraíso”. Por tanto, si la relación del cristiano con ella va más allá de lo intelectual, se mantiene también una “relación afectiva con el Señor Jesús”, identificando, como en los textos de otros Papas anteriormente mencionados, la Sagrada Escritura con Cristo.

“Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más. Llevad un Evangelio de bolsillo con vosotros, en el bolso, y cuando estéis de viaje tomadlo y leed un poco, durante el día, un fragmento, dejar que la Palabra de Dios se acerque al corazón. Haced esto y veréis cómo cambiará vuestra vida con la cercanía a la Palabra de Dios”, concluía su reflexión el Papa en la audiencia general del 21 de diciembre de 2022.

De hecho, Francisco ha afirmado que la Palabra de Dios está para rezar, y que, a través de la oración “sucede como una nueva encarnación del Verbo. Y somos nosotros los ‘tabernáculos’ donde las palabras de Dios quieren ser acogidas y custodiadas, para poder visitar el mundo”.

Lo mismo propuso en el domingo de la Palabra de Dios, el 26 de enero de 2020: “Hagamos espacio dentro de nosotros a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo o en el bolso, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad y que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida”.

En otras ocasiones, el Santo Padre también se ha preguntado: “¿Qué sucedería si usáramos la Biblia como tratamos nuestro móvil? ¿Si la llevásemos siempre con nosotros, o al menos el pequeño Evangelio de bolsillo?”. Francisco se respondía que, “si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría hacer que nos desviáramos del camino del bien; sabríamos vencer las sugestiones diarias del mal que está en nosotros y fuera de nosotros” (Ángelus del 5 de marzo de 2017).

Una iniciativa muy relevante del Papa Francisco, que refleja la importancia que otorga a la lectura de la Sagrada Escritura entre los cristianos y a su deseo de que sea un hábito cotidiano, es el regalo de Evangelios de bolsillo, en concreto durante el Ángelus del 6 de abril de 2014.

En sus intervenciones anteriores, el Papa había sugerido llevar siempre consigo un pequeño Evangelio “para poder leerlo con frecuencia”. Por ello, Francisco decidió sumarse a una “antigua tradición de la Iglesia” según la cual, “durante la Cuaresma”, se entregaba un Evangelio a los catecúmenos que se preparaban para recibir el bautismo. De este modo, obsequió a los fieles congregados en la plaza de san Pedro un Evangelio de bolsillo: “Tomadlo, llevadlo con vosotros, y leedlo cada día”, animó el Papa, “es precisamente Jesús quien os habla allí. Es la Palabra de Jesús”.

Seguidamente, Francisco alentó a dar gratuitamente lo que gratuitamente se había recibido, con “un gesto de amor gratuito, una oración por los enemigos, una reconciliación”…

Identificando de nuevo las Escrituras con Cristo mismo, el Papa concluía: “Lo importante es leer la Palabra de Dios […]: es Jesús quien nos habla allí”.

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