Vocaciones

Mons. Arjan Dodaj: El testimonio del obispo que vino del Telón de Acero

Mons. Arjan Dodaj es arzobispo de Tirana-Durrës. Educado en el ateísmo, en su juventud emigró a Italia a trabajar. Allí se encontró con Cristo y su vocación sacerdotal en la Fraternidad de los Hijos de la Cruz.

Espacio patrocinado·1 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos
Arjan Dodaj CARF

Foto: Mons. Arjan Doda, arzobispo de Tirana-Durrës

Mons. Arjan Dodaj es arzobispo de Tirana-Durrës (Albania). Su vida no fue fácil. Nació en Laç-Kurbin, en la misma archidiócesis, el 21 de enero de 1977. En 1993, con tan solo 16 años, después de completar sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal, emigró a Italia y se estableció en Cuneo, donde comenzó a trabajar.

«En esa época salíamos del Telón de Acero en el que se encontraba nuestro país, y apareció el pluralismo y, con él, la posibilidad de la democracia, así que muchos albaneses intentamos encontrar un futuro mejor en Occidente. Personalmente, intenté varias veces escapar, especialmente a Italia», expresa a la Fundación CARF.

Trabajó como soldador -más de 10 horas al día- y al final en la Congregación de la Fraternidad de los Hijos de la Cruz, descubrió su fe cristiana. Se educó en el ateísmo, pero al encontrar a Cristo, fue bautizado y Dios le llamó al sacerdocio.

Fue ordenado sacerdote el 11 de mayo de 2003 por el Papa Juan Pablo II en la basílica de San Pedro. Ahora, es el primer obispo de la Fraternidad.  «Para mí, ser obispo no es un punto de llegada, sino una llamada a una vigilancia aún mayor, a un servicio aún mayor y a una respuesta cada vez más humilde».

Algunos miembros de su congregación estudian en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz para recibir una formación adecuada para enfrentarse con todos los desafíos a nivel mundial.

Respecto a los retos apostólicos de su país, expone el deber que tienen de transmitir que es posible una relación fraternal con otras confesiones.  «En Albania la relación con el Islam y la Iglesia Ortodoxa es muy especial, por no decir única. El propio Papa Francisco lo ha llevado al mundo como ejemplo de cooperación fraternal. Está claro que se trata de un don que nunca podemos dar por sentado, sino que debemos cultivar, acompañar y apoyar, cada día. Precisamente por eso nos reunimos a menudo con los distintos líderes religiosos en diversas comisiones, para presentarles iniciativas valiosas en los ámbitos de la cultura, la educación, la mujer, los inmigrantes y la caridad», afirma.

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