Vocaciones

Hermana Milagros García, misionera en Cabo Verde: “Es importante que los jóvenes estudien y sigan aquí”

Entrevistamos a la Hermana Milagros García, religiosa adoratriz, misionera en Cabo Verde. Hoy recibe el III Premio misionero "Beata Paulina Jaricot", otorgado por Obras Misionales Pontificias días antes de la campaña del domingo previo al Domund.

Javier García·18 de octubre de 2024·Tiempo de lectura: 5 minutos

Cabo Verde es un país en vías de desarrollo, compuesto por un archipiélago con 10 islas, muy distintas unas de otras. La religión juega un papel importante. En torno al 90% de la población se identifica como cristiana, la mayor parte de ellos, católicos. También hay una presencia significativa de iglesias protestantes y pequeñas comunidades de musulmanes y de religiones africanas tradicionales, además de numerosas sectas. En estos momentos se están celebrando los 500 años de la Iglesia en Cabo Verde.

¿En qué consiste su trabajo en Cabo Verde?

–Yo llevo aquí desde 2018 y trabajo junto a otras dos religiosas adoratrices. Junto a un grupo de laicos nativos llevamos un programa de atención psicosocial a mujeres y adolescentes víctimas de explotación sexual, tráfico de seres humanos, prostitución y violencia de género.

En cada isla se cuenta con un equipo técnico donde hay educadores, trabajadores, sociales, psicólogos, abogados, personal en gestión y los monitores de las distintas formaciones. Todos los laicos son nativos y el papel que desempeñan es muy importante. Uno de nuestros objetivos es que los nativos de aquí sean los que lleven el programa y no solo desde la cualificación técnica, sino también desde nuestra doble dimensión carismática: adorar y liberar.

¿Cómo se consigue salir de la prostitución y este tipo de lacras sociales?

–Con formación, es imprescindible para que una mujer salga de una situación de explotación y violencia. Muchas situaciones que en nuestra cultura son violencia o abuso, en otros lugares son algo cultural que tiene aceptación social. Por ejemplo, hasta hace muy poco la violencia de género no se consideraba violencia.

¿Qué papel ha jugado la Iglesia en esta concienciación social?

–Gracias a Dios en Cabo Verde en estos momentos se está trabajando mucho, tanto por parte de la Iglesia como de instituciones civiles y ONG´s. Aunque hay que reconocer que las adoratrices hemos sido pioneras en el país en actos de sensibilización y denuncia contra la violencia de género y el tráfico de seres humanos.

¿Qué tipo de formación ofrecen en sus proyectos?

–El proyecto de atención socio-comunitario es donde se desarrollan todas las formaciones: alfabetización, costura, cocina, agricultura, informática, estética, manicura, lavandería y limpieza y otras que se van alternando. En todos los talleres hay formaciones transversales como la creación de pequeñas empresas, temas relacionados con la salud, educación a los hijos, valores humanos y cristianos y otros temas formativos que se van intercalando. Aparte de las formaciones, hay terapias de grupos y acompañamiento personal, atención jurídica y social. En las islas de San Vicente, Sal y Santiago se está atendiendo a más de 450 mujeres, lo cual repercute en el bien de familias enteras.

¿Y desarrollan algunos otros proyectos?

–Sí, también salimos a los lugares donde nuestras mujeres viven o están ejerciendo la prostitución. Al visitar los lugares donde muchas chicas viven, nos encontramos con un alto porcentaje de adolescentes de edades comprendidas entre 12 y 16 años o prostituyéndose o con bebés en los brazos. Por esta razón iniciamos un programa de atención psico-social.

Y, por último, también llevamos a cabo acciones de sensibilización social:conferencias, marchas,  talleres en escuelas, universidades, para padres y profesores, formación a técnicos de otras entidades.

¿Puede darnos un ejemplo que haya tenido especial impacto?

–El curso pasado en la isla de San Vicente se llegó a más de 8000 adolescentes a través de una obra de teatro que se representó en muchas escuelas. En la obra se les hacía ver a los niños cómo podían ser explotados. Posteriormente varios adolescentes hablaron de ello y se pudo llevar algunas situaciones a los tribunales. Esto también hizo impacto en los claustros docentes y, por primera vez, algunos profesores se lanzaron a denunciar casos de abusos.

¿Cómo afecta el fenómeno migratorio al país?

–Cabo Verde es un país tranquilo, pero con pocos recursos, lo que facilita una fuerte emigración a Europa y América, hasta el punto de que hay más caboverdianos en la diáspora que en el propio territorio.

Hay que estar en esta parte del mundo para saber el porqué y el cómo salen de estas tierras los que emigran. Para hacerse cargo, puede uno fijarse en el alto nivel de suicidios entre la gente joven, algo que nos ha impresionado mucho. La desesperanza, la falta de horizontes, el no tener medios para estudiar o formarse hace que muchas personas terminen mal. La formación en nuestros programas es prioritaria: “No hay mayor pobreza que la ignorancia” y cuando se ayuda a una mujer se está trabajando con una familia entera.

A varias chicas se les ha ayudado a tener una carrera y otras han terminado cursos de formación profesional. Es importante que estudien y sigan aquí, porque en estos momentos un gran número de jóvenes se están marchando a Europa, sobre todo a Portugal, que ha hecho una llamada a estudiar a través de becas. Se están marchando en bandadas y después no quieren volver. Creemos que es importante que, aunque quieran seguir promocionándose, que se les ayude a seguir aquí y así puedan levantar el país. El pueblo caboverdiano es muy inteligente, lo que falta son recursos. Por eso nosotras optamos por formar y contratar a los nativos.

¿De dónde sacan los recursos?

–Desde España hemos tenido ayudas de Cooperación Española y el Gobierno de la Rioja, aparte de los medios de la congregación.

Además de la labor social, ¿qué evangelización realizan?

–En algunas de las islas hemos tenido la experiencia de las primeras comunidades cristianas. La experiencia del misionero es grande, es verdad que en muchos momentos se sufre, pero es más gratificante lo recibido. Todo lo haces en nombre de Cristo y es nuestra gran alegría, extender el Reino de Dios: para nosotras, las Adoratrices, extender nuestro carisma que es lo que un día el Espíritu Santo infundió a Santa Maria Micaela: adorar y liberar. Nuestro centro es Jesús Eucaristía y desde ahí a la mujer más deteriorada de la sociedad.

La oración y la celebración de la Eucaristía para nosotras es primordial. Es de donde sacamos la fuerza para llevar a cabo la labor apostólica. Como dice el Papa Francisco: no somos una ONG. Vamos en nombre de Cristo y lo importante no es lo que hacemos, que lo hacen muchas instituciones, es desde “dónde”, “cómo” y “por quién” estamos.

Muchos jóvenes dedican tiempo a ir a misiones en verano. ¿Qué les diría?

–Sería muy positivo organizar campos de trabajo o experiencias misioneras, pero no de quince días, de más tiempo. Donde se comparta la misión, no sólo la actividad. Cuando hablo de misión es el trabajo, la oración, el compartir comunitariamente. El salir de “nuestras fronteras” enriquece mucho. El ver como viven otros jóvenes, la situación de los niños y tantas familias que no tienen ni lo necesario….

Personalmente y para mi comunidad está siendo una gran riqueza. El encuentro con otras culturas, el verte sin lo más necesario. Lo que para España es normal, aquí es algo extraordinario, por ejemplo, “abrir un grifo y que caiga agua”, el no tener que hacer kilómetros a pie para ir a la escuela o participar en la Eucaristía, el tema de salud (vas a comprar una simple pastilla y no la encuentras…). El simple hecho de poder tener un cuaderno y bolígrafo, es uno de los mejores regalos que puedes hacer a muchos niños y jóvenes aquí.

Y ya para acabar, ¿qué supone este premio?

–Sinceramente lejos de mí este reconocimiento, vaya para Quien lo hacemos, desde Dónde y Cómo lo hacemos.

Personalmente ha supuesto tomar mayor conciencia de la responsabilidad que, como Iglesia, tenemos. De que esto es posible desde la fuerza de Dios y de sentirte en sus manos. Supone decir: “No hay mayor grandeza que dar la vida por el Evangelio”.

Supone tener presente a tantos misioneros que, desde nuestras limitaciones, queremos ser imagen, instrumento de Cristo en el mundo, especialmente para los que más necesitan de nuestro cuidado.

Doy gracias en nombre de mi Congregación extendida por cuatro continentes, y en nombre de tantos misioneros que calladamente, día a día, dan su vida por el Evangelio. Nosotras somos un pequeño granito dentro de esta Gran Iglesia que formamos todos. Gracias, Señor, por ser parte de tu Iglesia.

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