Desde hace unos días está disponible en la página web de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, de la que es canciller el cardenal Peter Turkson -desde hace años al frente del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral- un documento titulado Mensuram Bonam (Buenas Medidas), que contiene algunas «medidas coherentes con la fe para los inversores católicos».
Se trata de un conjunto de principios y criterios, así como de indicaciones prácticas y metodológicas dirigidas a quienes trabajan en el mundo de las finanzas, tanto como instituciones como a título individual, y que se esfuerzan por vivir su fe con coherencia, contribuyendo a la promoción de un desarrollo inclusivo e integral de las personas.
Primeras directrices
Se trata de un documento sin duda importante, ya que recoge las verdaderas primeras directrices del Vaticano –un «punto de partida»– se lee en la portada, sobre las inversiones sostenibles y responsables, para que sean tomadas como punto de referencia por quienes trabajan en el sector.
Es el resultado de un trabajo de varios años, al menos seis, en el que han participado diversos expertos del mundo de la ciencia y de las finanzas, además de inspirarse en las principales experiencias ya realizadas en diversas conferencias episcopales, sobre todo en las de Europa y Estados Unidos, o inspiradas por las confesiones religiosas. Está claramente en línea con toda la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia, evidentemente con un enfoque específico en el mundo de las finanzas.
Como explica el cardenal Turkson en el prefacio del documento, el llamamiento de la Mensuram Bonam a las buenas prácticas «no podía llegar en mejor momento», tras la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 que «sacó a la luz otras pandemias debidas a sistemas sociales disfuncionales, como la precariedad laboral, el escaso acceso a la sanidad, la inseguridad alimentaria y la corrupción», temas denunciados a menudo por el papa Francisco.
Criterios de coherencia
Aquí es donde entra la oportunidad de «mirar a un futuro que podamos soñar juntos y descubrir valores y prioridades en la enseñanza de nuestra fe y su sabiduría para construir ese futuro y dejar que los criterios coherentes con la fe inspiren nuestras inversiones».
El texto pretende, por tanto, ser una oportunidad para el discernimiento, para animar a las empresas a llevar a cabo políticas de inversión en línea con la enseñanza católica, y para ser un estímulo para los procesos de inversión en los que aún deben ser pensados y aplicados.
Una brújula, por tanto, no sólo para los creyentes, sino también para los que no profesan explícitamente ninguna religión; propuestas que, si se adoptan -escribe el cardenal Turkson-, promoverán en la familia humana una percepción más clara de la plenitud de su destino, y la llevarán así a configurar un mundo más acorde con la eminente dignidad del hombre».
Principios y método
El documento se divide en dos partes. En el primero, se recogen los pilares de la fe y de la doctrina social de la Iglesia, a partir de los cuales se orientan las distintas actividades de inversión con visión y responsabilidad, para el desarrollo humano integral (principios). La segunda parte, en cambio, contiene respuestas operativas, presentando un método para las inversiones coherentes con la fe (FCI) con indicaciones sobre cómo aplicarlo: pasos a seguir, herramientas a utilizar, etc.
El apéndice también contiene algunos «criterios de exclusión» sobre temas sensibles que requieren un cuidadoso discernimiento de fe, que ya han sido evaluados en las Conferencias Episcopales. Por ejemplo, los ámbitos del armamento, las armas nucleares, la pornografía, las violaciones de los derechos humanos, la corrupción, las amenazas del cambio climático, etc. deberían quedar excluidos de las inversiones financieras.
Buenas medidas, pues, que sin duda requerirán más reflexión y estudio, pero que representan un primer paso para superar las tensiones y mejorar la sociedad, empezando por cada creyente.