Vocaciones

Matrimonio misionero: «Dios tiene un plan de salvación para cada persona»

Beatriz y Miguel son un matrimonio en misión en Mánchester. El viejo continente necesita el testimonio de familias cristianas que muestren la belleza de la fe y la fecundidad de la vida familiar.

Beatriz y Miguel·15 de diciembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
matrimonio camino

La familia de Carmen y Miguel

Mi nombre es Beatriz, estoy casada con Miguel, tenemos cuatro hijos y nueve en el cielo. Mi único propósito al hablar de mi experiencia como familia y matrimonio católico es poder dar gloria a Dios y hacer presente su amor en medio de esta sociedad tan secularizada. Hablar de Dios no está de moda, sin
embargo para nosotros, la vida sin Dios no tendría sentido.

Nací en el seno de una familia católica, soy la segunda de cuatro hermanos, mis padres, en un momento concreto de su vida conocieron el Camino Neocatecumenal a través de unas catequesis que recibieron en la parroquia. Desde entonces han vivido la fe en una comunidad donde han podido experimentar el amor de Dios en sus vidas.

Una fe de padres a hijos

Esto para mí ha sido fundamental ya que, gracias al Camino Neocatecumenal, mis padres nos han transmitido la fe a través de una liturgia doméstica, rezando juntos en familia, ayudándonos y enseñándonos, -tanto a mi como a mis hermanos-, el inmenso amor que Dios nos tiene. Cómo Él acontece en nuestras vidas, la importancia de recibir los sacramentos, viendo también que Dios está presente cuando aparecen los problemas o dificultades.

Y esta fe, que tanto yo como mi marido hemos recibido de nuestros padres, es la que, a su vez, transmitimos a nuestros hijos, de manera que va pasando de generación en generación.

Fueron mis padres quienes me invitaron a escuchar estas mismas catequesis. Aunque en mi adolescencia fui un tanto rebelde, gracias a su perseverancia y oración escuché estas catequesis. A partir de este momento empezó mi experiencia personal en el camino de la fe, donde pude tener un encuentro profundo con el Señor. Fui creciendo y madurando en la fe, formando parte de una comunidad en la que el Señor me mostró claramente mi vocación: me llamaba a formar un matrimonio cristiano.

Conocí a Miguel, -mi marido-, en la comunidad, y comenzamos un noviazgo donde pudimos conocernos.

Dificultades matrimoniales

A pesar de nuestros buenos propósitos de formar una familia cristiana, los primeros años de matrimonio no fueron fáciles: aparecieron nuestras diferencias. Sin el amor de Dios es imposible morir a tu “yo”, a tu razón y pasar al otro. Sin embargo, a lo largo de este itinerario de fe, Dios nos ha mostrado su amor, a través de los sacramentos, iluminando nuestra vida a la luz de su palabra. Hemos visto la acción del Espíritu Santo dándonos la gracia de la reconciliación y del perdón cuando lo hemos necesitado.

Cuando una persona es bautizada recibe la fe. Esto significa que tiene dentro de sí vida eterna. El Espíritu Santo desciende sobre él y entra dentro de él. Ese Espíritu nos dona el fruto de la acción de Cristo, que es la resurrección de la muerte y nos da vida eterna, lo que nos da la capacidad de perdonar. Esta inmensa gracia se nos ha dado a conocer en la Iglesia, en la comunidad. Esto ha sido esencial para nuestro matrimonio y así se lo transmitimos a nuestros hijos: Cristo ha vencido la muerte, de manera que un problema en el matrimonio, una enfermedad e incluso la muerte de un ser querido no te destruye
porque tienes vida eterna dentro de ti.

Durante todos estos años de matrimonio hemos visto cómo Dios tiene un plan de salvación para cada uno en nuestra vida concreta. Nuestra misión es conducir a nuestros hijos en un camino hacia el cielo, que ellos puedan descubrir también el amor de Dios en sus vidas, que frente a los sufrimientos, persecuciones, Dios no les abandona.

Dios tiene un plan de salvación

En la familia hemos pasado por momentos muy duros, como fue la muerte de nuestra hija Marta a los tres meses y medio de vida. Frente a este acontecimiento de tanto dolor, pudimos experimentar el amor inmenso y el consuelo de Dios, que nos mostraba que este no era el final de nuestra hija sino el principio de su vida eterna, y desde el cielo intercede por todos nosotros. Otros ocho hijos fueron abortos espontáneos en los que también vimos el consuelo de Dios como padre que nos ama y que nunca nos ha abandonado.

Esta es nuestra misión con nuestros cuatro hijos, la que estamos viviendo ahora: que puedan recibir la fe, que descubran que Dios les ama profundamente.

El autorBeatriz y Miguel

Matrimonio en misión del Camino Neocatecumenal.

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