Carlos y Almudena se casaron hace poco más de seis meses. Sin embargo, llevan mucho más tiempo compartiendo con las personas todo lo que saben y van aprendiendo en la aventura que supone ser un matrimonio católico joven. Para llegar a todavía más gente, han abierto una cuenta de Instagram que se llama “Un sí a todo riesgo”. En ella cuentan ya con más de mil seguidores.
En esta entrevista explican el proceso que siguió cada uno para buscar la voluntad de Dios en cada momento, al mismo tiempo que cuentan algunas de las ideas que más les han ayudado durante su relación, compromiso y matrimonio.
¿Por qué habéis decidido abrir vuestra cuenta de Instagram, “Un sí a todo riesgo”?
– [Carlos]: Yo siempre he tenido el deseo de acompañar a la gente. Cuando empecé a salir con Almu, vi que ella era como yo y que tenía el mismo deseo. En cuanto nos casamos, los dos supimos que teníamos una misión de ayudar a la gente en el matrimonio. Una amiga mía que tiene una cuenta de contenido católico nos entrevistó para que contáramos nuestro testimonio en su podcast. El episodio triunfó tanto que nos pidió una segunda parte. Más tarde, estando en Italia ya casados pasando las vacaciones, se confirmó la idea de nuestra cuenta de Instagram. Estábamos en Roma visitando unas parroquias y en cada sagrario pusimos una intención de nuestro matrimonio. Allí tuve una luz para empezar con “Un sí a todo riesgo”. Se lo comenté a Almu y ella se apuntó en el momento.
– [Almudena]: No solo queremos ayudar, también queremos llegar a las personas. Somos conscientes de que la fecundidad de un matrimonio no se ve solo en los hijos que tienes, sino en todos los frutos que dais.
¿Por qué le pusisteis en concreto ese nombre a la cuenta?
– [Almudena]: Cuando dices que sí sabes que va a haber todo tipo de riesgos en tu futuro para los que no te puedes preparar. También puede interpretarse de otra manera. Por ejemplo, cuando tú pones un coche a todo riesgo da igual lo que le pueda pasar, porque está salvaguardado. Es una forma de decir que nosotros nos hemos dado el sí y lo hemos puesto a todo riesgo al colocarlo delante del Señor.
Carlos, ¿en qué momento te das cuenta de que estás ante la mujer de tu vida y te decides a pedirle matrimonio?
– [Carlos]: Hay que explicar que nosotros llevábamos un año saliendo, rompimos y luego volvimos en diciembre. El siguiente febrero ya supe que quería casarme con ella. Tenía pensado declararme el 19 de marzo, fiesta de san José. Pero en el acompañamiento espiritual vi que mi corazón necesitaba esperar un poco más. Almu también tenía muchas ganas de casarse y yo le decía que cuando fuera el momento Dios me lo haría ver. En mayo supe que era el momento, pero no sabría decir exactamente qué es lo que se siente para saber esto. Es una especie de certeza, ya no estás empeñado tú, sino que es Dios quien se está empeñando en que tú des el paso. En mayo el deseo era de los dos, tanto de Dios como mío.
Almudena, ¿cómo viviste tú todo este proceso?
– [Almudena]: Para que te imagines la situación, yo me compré el vestido de novia un mes y medio antes de que Carlos me pidiera la mano. Yo sabía con seguridad que íbamos a casarnos, pero no sabía cuándo. Al comprometernos, Carlos tenía 27 años pero yo solo 22. Si es que me he casado sin terminar la carrera. Ahora bien, hay que señalar que hacen falta unas condiciones externas para dar el paso que hemos dado nosotros, no se puede hacer a lo loco. Hace falta un mínimo. Pero yo siempre recalco que cada noviazgo tiene sus tiempos y Dios va haciendo las cosas de la manera que quiere.
También es verdad que en nuestro noviazgo hemos pasado por mucho y el momento de la ruptura nos sirvió a ambos para entender lo que había pasado, lo que queríamos y que no merecía la pena luchar si no era para estar con el otro. Cuando volvimos juntos, la relación había cambiado radicalmente. Para empezar, porque había un grado de seriedad totalmente distinto al anterior. Nos elegimos el uno al otro sabiendo perfectamente lo que había.
Yo le iba soltando pullitas a Carlos hablando sobre casarnos y me hacía sufrir mucho que él me diera largas. Al final quien se pone de rodillas es él. Yo me quería poner de rodillas y declararme, pero Carlos decía que me respondería que no. Me enfadaba, ¿por qué tenía que esperar? También diré que yo necesitaba que Carlos se pusiera de rodillas delante de mí. Necesitaba como mujer que él me demostrara todo lo que yo valía para él de esa manera.
– [Carlos]: El proceso de la mujer es complicado, porque le toca esperar a que el hombre dé el paso. Es un proceso para los dos, pero ella tiene que esperar y confiar en la decisión del hombre. Pero no porque dependa de él, sino porque el hombre también tiene que tomar una decisión. Ese proceso curte y ayuda a la otra persona.
Hablamos mucho de la etapa del noviazgo y del matrimonio, pero se nos suele olvidar la etapa del compromiso. ¿Qué consejos prácticos podéis dar a la gente que está en ese momento?
– [Carlos]: A mí me dieron un consejo muy claro. En el momento en el que le pones un anillo a tu novia, el discernimiento ha terminado. En ese instante, ya estás pensando en la boda y las conversaciones no son las mismas. Tu cabeza ya ha dado un salto. Creo que es importante pararse y cuestionarse si estás preparado para casarte, que es verdad que nunca lo estás. Pero hay cuestiones básicas, una de las cuales es el conocimiento de uno mismo y el conocimiento de la otra persona. Hay que saber, además, que el matrimonio sin Dios es imposible, y el compromiso también. Yo veo a Almu de una manera completamente distinta cada vez que me pongo delante del sagrario. Cuando más tiempo pasa en nuestro matrimonio, más consciente soy de que esto solo es posible con Dios.
Para concretar cosas, yo diría que lo primero es conocerse a uno mismo. En segundo lugar, hay que conocer al otro en profundidad. Y, por último, sé consciente de lo que es el matrimonio. No te cases por casarte. Es algo para toda la vida y tienes que ser consciente de que te casas con alguien que no eres tú. Te tienes que adaptar al lenguaje del otro, vas a tener que humillarte y renunciar a cosas. Tienes que ser consciente de que vale la pena renunciar a las cosas por la otra persona y hay que darle un sentido a todo eso. Cásate para llegar al Cielo, porque Dios está empeñado en ello también. Cásate porque quieres aprender a querer, porque quieres hacer feliz a la otra persona.
– [Almudena]: Yo tengo muy claro que lo primero que haría al encontrarme con una pareja que se acaba de comprometer es darles ánimos. Es una etapa muy dura. Cuando te comprometes estás en una especie de limbo. Es un poco complicado poner a tu futuro esposo o esposa en el lugar que le corresponde, porque lo más fácil es pensar que ya es tu marido o tu mujer y la realidad es que todavía no lo es. Es una etapa en la que todos los temas toman una seriedad muy alta.
También es importante decir que durante el compromiso parece que la boda lo es todo, pero realmente la boda es el primer día. A lo largo de esta etapa pones el foco en cosas absurdas que luego no importan tanto. La parte más importante, cuando estás pronunciando los votos, que es la parte de Dios, es muy sencilla. ¿Por qué nos complicamos tanto nosotros?
Como consejos prácticos, nosotros tuvimos una conversación sobre los principios irrenunciables antes de casarnos. Hablamos sobre aquellas cosas a las que teníamos que llegar antes de la boda. Había elementos que no podían faltar antes de dar el paso y, en nuestro caso, era sanar nuestras heridas. Poco después descubrimos que esto era utópico, porque siempre vamos a estar heridos. Decidimos entonces prometernos que nunca dejaremos de trabajar nuestras heridas y nos pusimos manos a la obra.
¿Qué cosas habéis aprendido ahora que estáis casados que no os esperábais?
– [Almudena]: Lo primero para mí es que yo ya quería mucho a Carlos, pero no era consciente de lo mucho que puedo quererle. Por otro lado, Dios me regala muchas veces el ver que somos uno. Todo esto me parecía imposible. Especialmente teniendo en cuenta que al principio de nuestro matrimonio, cuando empezó la convivencia, nos llevábamos fatal. En cambio, ahora me encanta.
He aprendido que no hay nada mejor que reírme con Carlos. Hay días en los que nos hace falta simplemente volver a disfrutar, como si fuéramos niños, como amigos. Hay que tener momentos de calidad en los que la prioridad sea esa.
Creo además que el matrimonio es un camino de mucha humildad. Yo soy una persona muy soberbia, me cuesta mucho agachar la cabeza pero ahora resulta que lo hago todos los días. Pero es que soy consciente de que mi matrimonio va primero. Lo primero para mí es Carlos.
– [Carlos]: Yo he aprendido que si buscas tener el don de la otra persona, esto solo te va a llevar a la soberbia y a competir. En el momento en el que eres consciente de que sois complementarios, te prometo que te relajas y empiezas a vivir con paz. No te puedes empeñar en ser mejor que la otra persona.
También he aprendido a pensar menos en mí, que es algo que he tenido que trabajar mucho. Hoy puedo decir que en vez de pensar en el afecto que yo recibo, pienso antes en su felicidad.
En el matrimonio hay una fusión entre dos personas y eso al principio duele muchísimo, porque te tienes que adaptar y el primer choque duele mucho. Pero conforme va pasando el tiempo, el dolor es menor y te das cuenta de que os habéis hecho uno. Pero al principio sois dos, hay que pasar el proceso de adaptación poco a poco.
Nosotros además, que tenemos una herida muy grande con el orgullo, nos esforzamos mucho para pedirnos siempre perdón y para pedir ayuda. Estamos dispuestos a hacer lo que haga falta por el otro, entonces, a pesar de nuestro orgullo, sabemos que nos queremos mucho y tenemos claro que eso vale más que nada.