Cuando se le pregunta a María Rita Martín, número 2 de la Institución Teresiana, qué piensan en este año del centenario de la aprobación, no tiene duda: desean que la fuerza renovadora de esta conmemoración alimente todo lo que les toca “poner en marcha, sostener, alentar, impulsar…, entre todos y todas y con la fuerza del Espíritu”.
María Rita Martín Artacho es actualmente vicedirectora de la Institución Teresiana, fundada por san Pedro Poveda (Linares, España, 1874-1936), que tiene como directora a la filipina Gregoria Ruiz. Nacida en Benamejí (Córdoba), María Rita Martín conoció a la Institución Teresiana siendo estudiante de Magisterio en Córdoba y obtuvo plaza de maestra por acceso directo. Ejerció seis años como maestra de emigrantes españoles en Bélgica.
De regreso a España, pidió la excedencia para coordinar el Movimiento ACIT Joven residiendo en Madrid, y estudió al mismo tiempo Teología en la Universidad Pontificia Comillas donde obtuvo la Licenciatura en la especialidad de Dogmática-Fundamental. Desde el 2012 al 2019, María Rita trabajó en la Universidad Loyola Andalucía como directora del Departamento de Evangelización y Diálogo. Antes de ser elegida vicedirectora, formaba parte del Consejo de Gobierno en el periodo 2018-2023.
El viernes 12 de enero, en la catedral de Santa María de la Almudena, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidió una Eucaristía de acción de gracias por el centenario, y las acciones de gracias se multiplicaron en Barcelona y otras ciudades españolas, Holguín (Cuba), Buenos Aires (Argentina), Roma (Italia), Cochabamba (Bolivia), en la Universidad de Belén (Tierra Santa), Jerusalén, Amman (Jordania), Nuestra Señora de Guadalupe (México), Tokio (Japón), en Iloilo, Davao, el Poveda College de Manila (Filipinas), etcétera, según informó la agencia vaticana. La IT está integrada en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida de la Santa Sede, como asociación internacional de fieles laicos, señalan sus dirigentes.
Vamos por orden cronológico, María Rita. ¿En qué año fundó san Pedro Poveda la Institución Teresiana, cuál fue su carisma fundacional?
–Pedro Poveda abrió una primera “Academia” para estudiantes de magisterio en Oviedo en 1911. El objetivo era formar maestras –y maestros, aunque luego los varones no cristalizaron– que unieran “la fe y la ciencia”, la preparación intelectual y un cristianismo sólido para ejercer su labor en la enseñanza pública dando un testimonio de vida coherente. En pocos años contaba con varios centros como el de Oviedo en toda España y con una Residencia para universitarias en Madrid (1914), y con un grupo estable de mujeres que empezaron a dedicar su vida y su profesión, pues eran maestras o universitarias, a la naciente obra.
¿Por qué la llamó Teresiana?
–Por el atractivo de Santa Teresa como mujer, como maestra de oración y como persona que supo abrazar lo humano en sus relaciones, en sus escritos, en su capacidad de abrirse camino frente a las dificultades. “Lo humano henchido de Dios”, escribió Poveda. Habría mucho que decir de Teresa y de lo que a Poveda le atraía de ella, que podemos llamar “temple”, el carácter… Son muy breves pinceladas las que doy.
El padre Poveda, su fundador, martirizado en 1936, fue beatificado en Roma en octubre de 1993, y canonizado por san Juan Pablo II en 2003, junto a una mujer de la Institución Teresiana, Victoria. ¿Es correcto?
–Lo relativo a Pedro Poveda, sí es así; lo relativo a Victoria, no. Victoria Díez y Bustos de Molina, miembro de la Institución teresiana, era maestra en la escuela de Hornachuelos, Córdoba, murió mártir el 12 de agosto de 1936 y fue beatificada con Pedro Poveda en 1993 en Roma.
¿Puede contarnos algún recuerdo suyo de la canonización?
–Yo vivía en Roma en ese tiempo, pero tuve el regalo de participar en ese evento. Fue un acto multitudinario, en la Plaza de Colón, más de un millón de personas, creo recordar. Canonizaron a cinco beatos: la Madre Maravillas de Jesús, Genoveva Torres, Sor Ángela de la Cruz, José María Rubio y a Pedro Poveda.
Miles de miembros, familias, amistades, colaboradores de la IT…, se desplazaron hasta Madrid para compartir este momento histórico. Recuerdo haberlo vivido con alegría serena, con profunda gratitud, en comunión con todas las personas que se han sentido y se sienten animadas y acompañadas en su vida de fe por la vida y la obra de este sacerdote nacido en Linares que fue instrumento de Dios “y solo eso”, como él decía. Me trae a la memoria su oración personal que dejó escrita en su diario en 1933: “Señor, que yo piense lo que tú quieres que piense; que yo quiera lo que tú quieres que quiera; que yo hable como tú quieres que hable; que yo obre como tú quieres que obre. Esta es mi única aspiración”.
La Institución Teresiana nació “en tiempos difíciles, y en tiempos de martirio”, señaló el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en la Eucaristía con motivo del centenario. ¿Algún comentario?
–Bueno, como el propio cardenal señaló, “Educar en tiempos difíciles” es el eslogan o el título de una propuesta socioeducativa, un esfuerzo colectivo de los proyectos y centros educativos de la Institución en América Latina para aunar criterios y experiencias. En tiempos difíciles hay que unir fuerzas y hay que proponer y proyectar dialogando y discerniendo con otras personas que están en el mismo barco.
Este tiempo no me atrevo a decir que sea más o menos difícil que los anteriores, pero es el tiempo que nos toca vivir, igual que a Poveda le tocó vivir su tiempo y no miró la dificultad, sino vivirlo en coherencia con su vocación. Hoy, a nosotros, nos corresponde afrontar las dificultades sabiendo que tenemos buenas herramientas: la oración, el estudio, el acompañamiento mutuo, la mirada siempre atenta a la realidad, el trabajar con otros, la dimensión de internacionalidad de la IT, el pertenecer a la Iglesia…, que nos hacen estar en una situación privilegiada para poder vivir con confianza, con ánimo, con deseos de aportar a nuestra sociedad los valores que Jesús ofreció en su evangelio para que todos tengamos vida y vida abundante.
Josefa Segovia conoció a san Pedro Poveda en 1913, y en 1919 fue nombrada directora general. Ella presentó a la Santa Sede la Institución Teresiana en 1923.
–Sí. Josefa Segovia, que fue y se reconoce como primera directora general de la Institución, viajó a Roma en octubre de 1923 cuando contaba 32 años, con la vicedirectora, Isabel del Catillo y otro miembro del directorio, Eulalia García Escriche, algo más mayor, una mujer viuda. Llevaban la documentación que habían preparado minuciosamente Pedro Poveda y Josefa Segovia.
Una vez en Roma, realizaron diversas visitas y consultas buscando el encuadre jurídico de la Institución. El 27 de octubre de 1923 tuvieron una audiencia privada con el Papa Pio XI en la que Josefa Segovia pudo pedir al Santo Padre, directamente, la bendición y aprobación de la Institución por medio de un Breve.
Regresaron a España y el 11 de enero de 1924 se recibió, en el domicilio de Madrid, el Breve Inter frugiferas que reconoce a la Institución como Pía Unión primaria dependiendo de la entonces llamada congregación del Concilio, es decir dándole un carácter y encaje canónico distinto a las órdenes religiosas. Posteriormente el Código de Derecho Canónico denominaría a estas obras “Asociaciones de fieles”.
En esta línea, ¿puede referir brevemente el itinerario de las Teresianas en la Iglesia, de vida y jurídico, en estos años? La agencia vaticana ha informado de la acción de gracias, a una sola voz y con gran alegría, en treinta países donde trabajan.
–Sería algo muy largo… La Institución Teresiana en estos más de 100 años de andadura desde su fundación ha vivido muchas situaciones, algunos cambios… Siempre abierta a las llamadas de la Iglesia, de la realidad, de la propia vida de sus miembros. Así, su desarrollo en cada uno de los países donde está presente tiene el sello, el denominador común, del carisma que compartimos, pero en cierto modo también características propias expresión del arraigo del carisma en otras culturas y contextos.
Esto también se relaciona con nuestra llamada a vivir la fe desde la educación y la cultura que nos pide respetar las diversas maneras de encarnar el evangelio en cada lugar, pero en comunión con la Iglesia universal.
Respecto a la trayectoria jurídica, en el Breve del Papa Pio XI, en 1924, se reconocían en la Institución diversidad de miembros: núcleo, cooperadoras, antiguas alumnas… Durante un tiempo por circunstancias históricas no se plasmó esta diversidad asociativa. En los años 60 del siglo XX –y más con la llamada del Concilio Vaticano II al apostolado seglar– la Institución recuperó su forma original: estar constituida por una Asociación Primaria que es universal y por Asociaciones ACIT, que son regionales o locales.
La Institución Teresiana tiene como finalidad la promoción humana y la transformación social mediante la educación y la cultura, desde entidades y organizaciones públicas y privadas, señalan ustedes. Coméntelo un poco.
–Los miembros de la IT desempeñan su tarea profesional como misión, allí donde estén, intentando ser sal que ayuda a dar sabor de evangelio a la realidad concreta. Pueden ser funcionarios estatales, trabajadores de una empresa privada o autónomos; cada situación es personal, pero el compromiso es vivirlo como misión. Esto es lo esencial.
Por otro lado, hay obras y proyectos propios de la Institución. Las Academias de la primera época de la IT son hoy, en algunos casos, Colegios concertados o “Colleges”, si hablamos de otros países. Los internados para las maestras que se abrían en la España de las primeras décadas del siglo XX son ahora Colegios Mayores Universitarios o Residencias Universitarias… Estas entidades propias de la IT pueden contar con uno o varios miembros y el resto son colaboradores que asumen el carácter propio.
La sociedad está en continuo cambio y nos va pidiendo modos nuevos de actuación y presencia: proyectos, fundaciones, ONGs, etc. En los países donde estamos, en muchos casos, la misión que realizamos asociadamente y los proyectos impulsados localmente, requieren estas nuevas fórmulas. Por ejemplo, para el trabajo con migrantes; para el apoyo escolar a infancia o jóvenes en situación de riesgo; para el desarrollo y promoción de las mujeres; para la defensa de los derechos humanos…
La obra iniciada por san Pedro Poveda quiere seguir abierta para evangelizar y abrir caminos y futuro. ¿En qué están pensando ahora en este año de celebraciones?
–Sin duda. En el verano de 2023 hemos tenido un Encuentro Internacional y una Asamblea General que nos ha marcado el rumbo para cinco años. Tenemos unas líneas de misión impulsos y compromisos, enraizados en nuestra espiritualidad de encarnación, que nos invitan a mirar, discernir y actuar en el mundo con la profundidad con la que Jesús lo hace, nos invitan a evangelizar en la entraña del mundo en que vivimos y ofrecer una palabra de trascendencia y sentido.
Son líneas amplias que después cada realidad local aterriza en planes concretos. Hablamos de: tejer redes de fraternidad en el mundo, de promover la diversidad, la inclusión, el diálogo y la igualdad; comprometernos con las familias, agentes de transformación social; y caminar con los jóvenes en esta sociedad cambiante que no siempre ayuda a crecer como personas.
El plan que trazamos para el periodo 2023-2028 va mucho más allá del centenario de la aprobación pontificia y deseamos que la fuerza renovadora de esta conmemoración alimente todo lo que nos toca poner en marcha, sostener, alentar, impulsar… entre todos y todas y con la fuerza del Espíritu.
¿Qué les parece más necesario acentuar en la Iglesia cara al Jubileo de 2025?
–Todo lo que el Papa está proponiendo: la sinodalidad, la vida de oración, la comunión eclesial; el diálogo con las distintas confesiones y religiones, también con los alejados; el compromiso por la paz y el cuidado de la creación, sin olvidar el compromiso real con los más desfavorecidos… Subrayar, como el Papa hace, que en la Iglesia cabemos todos porque la salvación es para toda persona que la acoge y Dios está a la espera de cada persona.
¿Han estado con el Papa Francisco?
–Es un deseo que próximamente queremos ver cumplido.