Maciej Biedron es un joven sacerdote polaco de la diócesis de Tarnów, una zona montañosa y rural del sur de Polonia. Tiene 30 años y hace más de cuatro que fue ordenado. Tras su ordenación sacerdotal fue vicario en una de las parroquias más grandes de su sede eclesiástica, diócesis es rica en vocaciones sacerdotales (actualmente unos 1.400) y en piedad popular, especialmente la devoción mariana.
Ahora estudia en la Universidad de Navarra el doctorado en Teología tras haber sido enviado por su obispo gracias a una beca de CARF.
En un mundo cada vez más secularizado, defiende la importancia de una buena formación, de la vida de oración, de la fraternidad sacerdotal y de la Eucaristía como centro de la vida cristiana. “Sin estos pilares, los sacerdotes pueden verse superados por una sociedad postcristiana y hostil en la fe”, afirma.
Así habla de la fraternidad sacerdotal: “El sacerdote que se separa de sus colegas, que pueden entender sus problemas y sus necesidades, puede caer muy rápido. Por eso, la formación humana es tan importante para que los sacerdotes vivan con amistad y caridad fraterna, y no con el sentido de la rivalidad o de búsqueda de su propia fama”.
En estos momentos, en su diócesis se está celebrando el sínodo diocesano para mejorar el trabajo pastoral frente a los problemas que surgen del mundo de hoy.
“El sínodo quiere llamar la atención especialmente sobre la cuestión de la familia, de los jóvenes y del servicio de los sacerdotes. Una de las preocupaciones de mi obispo es la formación de los presbíteros. Por eso estoy estudiando Teología espiritual, porque después del sínodo, el obispo quiere desarrollar una espiritualidad sacerdotal en mi diócesis”, explica.
Para Maciej, la evangelización no es solamente pronunciar la verdad sobre Dios, sino también del hombre.