Familia

Lupita Venegas sobre la transmisión de la fe y los valores cristianos a los hijos

En esta segunda entrevista con Omnes, Lupita Venegas habla sobre la transmisión de la fe a los hijos y la vida de evangelización.

Gonzalo Meza·27 de julio de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Bautizo

Bautizan a un bebé en una iglesia (Unsplash / Josh Applegate)

Lupita Venegas estudió psicología y una maestría en terapia familiar. Nació en La Paz, Baja California Sur, México en 1963, en el seno de un hogar católico. Está casada con Ricardo Pérez Mainou y tienen 3 hijos y 3 nietos.

Lupita es conductora del programa «Enamórate» en El Sembrador TV, es conferencista en temas de formación familiar. Además, es autora de los libros «Despierta mujer dormida» y «Sin límites», entre otros. Es presidenta de la asociación civil VALORA y considerada «influencer» católica en redes sociales.

En esta segunda entrevista con Omnes, Lupita habla sobre la transmisión de la fe a los hijos y la vida de evangelización.

Como madre de familia, ¿cuáles son los retos que ha tenido con sus hijos y cómo ha salido adelante?

– Creo mucho en la disciplina positiva y procuré aplicarla en casa. Firmeza, amabilidad y respeto fueron base para nuestra filosofía educativa.  Educarles en la fe y mirar que los criterios del mundo van en contra no resulta fácil. Tuve que enfocar mis esfuerzos en sembrar valores cristianos fundamentales: amor, solidaridad, respeto, valentía. No se trata de ir en contra del mundo sino caminando en esta vida con la mirada puesta en el cielo. 

Procurar un ambiente de paz en casa se hizo necesario en los momentos en que se presentaban confrontaciones entre hermanos. Ponernos de acuerdo mi esposo y yo cuando enfrentábamos dificultades con criterios muy distintos; tuve que ceder mucho pues me fui percatando de mi falta de flexibilidad en ciertos temas.

Platicar con los hijos cuando cometían errores, fue algo que procuramos vivir como matrimonio. No siempre salió bien, pero lo intentamos y ellos lo apreciaban.  

Los hijos fueron creciendo sanamente. Procurábamos ambientes en donde conviviéramos con la naturaleza. Fuimos de misiones en familia y esto les ayudó mucho a percatarse de sus bendiciones y a prevenir el consumo de drogas y alcohol, entre otros males.

A veces queremos ser populares o siempre caer bien a los hijos. Pero perdemos lo más por lo menos. Queriendo llevarla siempre bien con ellos les dejamos de transmitir nuestros valores. Para mí el valor de la pureza, el valor del pudor, son muy importantes y yo se los tenía que transmitir sin chocarles, sin ser militar, sino siendo sincera. Creo que una de las claves es que los padres no tengamos miedo de transmitir nuestras convicciones. Al final la libertad no se impone. Tú libremente decides, pero sí recomiendo que, si vamos a sembrar en los hijos la convicción por Cristo, estemos convencidos nosotros y que seamos coherentes. Sin imponer, sin maltratar, pero con firmeza. Firme en el fondo, suave en la forma.

¿Cuándo decide dedicarse a la evangelización no solo dentro de su familia, sino al exterior? ¿Qué es lo que la movió a salir y evangelizar?

– Todos estamos llamados a formar un hogar cristiano. En el caso de la mujer casada, todas tenemos un primer deber como esposas y madres. Nuestro primer deber es cumplir como como mujer, como esposa de mi esposo. El primer lugar, después de Dios, es el esposo y mis hijos. Aquella mujer casada que me dice: «no sé qué es lo que Dios me pide». Yo le respondo: «pues te pide que seas excelente esposa y madre. No tengas duda. Pero si además de eso, por tus talentos y tus circunstancias de vida, Dios te pide más, por ejemplo, para que como familia salgan a evangelizar al mundo, hay que entregárselo». Lo que Dios me pide, lo pide porque lo puedo dar. Claro, hay organizarse y jerarquizar. La vida de oración, por supuesto, es fundamental. Empiezo mi día con oración. Si no lo hago, me pierdo.

Los primeros 13 años en familia me dediqué de tiempo completo a mi casa como esposa y madre. Esos años fueron para mis hijos. Sé que no todas pueden y que algunas tienen que trabajar y esa es la realidad hoy; pero también sé que es muy importante convivir con nuestros hijos y estar con ellos en sus primeros años. Muchas veces para mí esto no fue fácil. Yo veía que mis amigas prosperaban académicamente, laboralmente, mientras yo seguía en casa cambiando pañales. «¿De qué te sirvió estudiar? ¿Para cambiar pañales?», me decían. Entonces sí hubo un momento en que sentí la presión del ambiente. Pero por mi convicción de fe, yo decía «Dios quiere que esté aquí y aquí estoy. Amo a mis hijos y no me imagino llevarlos a que los cuiden en otra parte. Aquí estoy y bendito sea Dios yo puedo hacerlo. Me quedo con ellos». 

Después de esos 13 años de tiempo completo a la familia, iniciamos el apostolado. En charlas con mis amigas nos quejábamos mucho del contenido de los medios de comunicación. Y decidimos no solo quejarnos sino hacer algo. Fue cuando nació VALORA, un apostolado enfocado en llevar los valores del Evangelio, los valores de la familia a los medios. Nos enfocamos en el amor, en la entrega, el servicio, la entrega a los demás. Yo me dedico por las mañanas a VALORA. Trabajo de 9 a 13hrs. En ese lapso hago contenidos, preparo pláticas, programas, etc. Tenemos varios programas, una estación en Internet Muy escuchada, y 6 apostolados preciosos. Somos un gran equipo y Dios se encarga si hacemos todo con orden.

Cuando inicié este apostolado me desboqué y tuve una crisis familiar. Es decir, empecé a trabajar tanto para el exterior, descuidando el interior, mi familia. Por fortuna, tengo un hombre maravilloso a mi lado, que me lo hizo ver. Y me dijo: «En tus charlas estás hablando muy bien de la familia, pero no estás con tu familia». Tenía razón y entonces reordené. Jerarquía. Primero Dios, luego esposo e hijos y después lo demás. 

En sus experiencias de evangelización o en charlas, ¿cuál es la experiencia que más le ha conmovido?

– Muchas veces las personas se comunican para agradecerme y decirme: «Lupita. Este programa me sirvió. Yo reconsideré mi situación matrimonial. Me iba a separar y no lo hice». O en otros casos: «He vuelto a Dios por estos contenidos que tú has compartido. Estoy en la iglesia y quiero ser santa». » Estoy de pie después de una depresión. Dios te puso en mi camino». Entonces yo sé que la Gloria es para Dios. Dios me usa como instrumento, ciertamente indigno. 

Pero hay una historia en particular que me conmovió. Una vez se me acercó una chica y me dijo: «Lupita, ¿Te acuerdas de mí?» Yo sinceramente no me acordaba. Ella continuó: «Vengo a agradecerte. Hace un año yo pasaba por aquí por esta parroquia cuando escuché tu voz. Entré a escuchar tu charla. En ese momento yo traía un conflicto interno tremendo. Pero lo que tú dijiste en la plática tocó mi corazón.  Vengo a darte las gracias… Bueno, yo no, ella». Y me enseñó a su bebé de un año que traía en brazos. Y me dijo: «Ella viene a dar gracias a Dios. Y gracias a ti. Yo tenía pensado abortar. Pero luego de escucharte en aquella ocasión, Dios me hizo saber que mi hija era mi tesoro y que tenía una misión. Y aquí está. Ella está viva por ese día en que te escuché y así oí la voz de Dios». Son momentos emotivos en los que uno dice: «Señor, gracias porque me permites servirte aun con tantos errores y con tantas debilidades».

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