Lungelo Halalisani Gabriel es un seminarista de la diócesis de Eshowe, de la República Sudafricana. Tiene 28 años y estudia Teología en el Seminario Internacional Bidasoa, en Pamplona. De origen zulú, su familia no era religiosa, pero sus padres le procuraron la mejor educación en centros católicos. Es el tercero de cuatro hermanos.
«Aunque mi familia contaba con pocos recursos, mis padres se esforzaron en darnos la mejor formación. He recibido mucha ayuda de misioneros y religiosos y su ejemplo de vida creció dentro de mí, hasta tal punto que consideré optar por la vida sacerdotal», afirma.
Lungelo es muy consciente de la falta de sacerdotes en Sudáfrica, que dificulta la vida sacramental de muchos fieles que viven en las periferias de las parroquias de su país. Pero, aun así, la Iglesia sigue creciendo y se producen muchas conversiones.
«Me quiero formar muy bien para luego poder servir a mi país, donde existe una gran necesidad de dar una buena formación a los fieles en cuanto a la vida cristiana, la doctrina de la Iglesia y capacitarlos a tomar iniciativas dentro de los parámetros que se espera de ellos» señala.
Para él, el sacerdote del siglo XXI debe ser «alguien entregado absolutamente y enamorado de Dios y que con ello llevé a los demás a Él. Se espera la santidad en su vida y que sea coherente y auténtica».
Llegó al Seminario Internacional Bidasoa hace dos años, gracias a la confianza de su obispo y gracias a una beca de la Fundación CARF. «Estudiar y formarme fuera de mi país es algo que nunca habría soñado». Para él, Bidasoa más que un Seminario, es realmente una familia. «Me impresiona el empeño por cuidar la Liturgia, la vida de piedad, el estudio y el crecimiento humano».