Vocaciones

Román Pardo: “El laico corre el riesgo de ser clericalizado”

Ayer, 6 de noviembre, se anunción el nombramiento de Román Pardo como nuevo decano de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Hoy le entrevistamos sobre el papel del laicado en nuestros días, a raíz de un congreso que se celebra en estos momentos en su facultad sobre “Laicado y testimonio público de la fe”.

Javier García·7 de noviembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos

Hace dos años en un congreso de laicos organizado por el Vaticano apenas había ponentes y asistentes laicos. Es más, la ponencia sobre la espiritualidad laical la dio un religioso. Este tipo de hechos dan la impresión de que todavía queda mucho para conseguir que los laicos tengan el protagonismo que el Concilio Vaticano II trató de impulsar. Esta semana tiene lugar en la Universidad Pontificia de Salamanca un congreso sobre “Laicado y testimonio público de la fe”. Charlamos con Román Pardo, profesor de Teología Moral y vicedecano de la Facultad de Teología. 

¿Cómo ha avanzado la comprensión del papel del laicado en las últimas décadas?

– En el siglo XIX laicos como el Beato Frédéric Ozanam y algunos otros pensadores comenzaron en Francia un movimiento que impulsó la teología del laicado y fue precursora de la Rerum novarum, de León XIII. Es interesante saber que en ese contexto había personas de mentalidad progresista y otras mucho más conservadoras, herederas de la visión del antiguo régimen. Sin embargo, unos y otros intuían que los laicos debían llevar a cabo la misión que habían recibido en el bautismo. 

¿En qué consiste específicamente esa misión?

– Además del rito del agua, en el bautismo somos ungidos con aceite, cuyo significado es mostrar que el nuevo cristiano comparte con Cristo una triple misión como profeta, rey y sacerdote. Esto quiere decir que los laicos, por virtud del sacerdocio común hacen presente lo sagrado allí donde estén; son profetas porque hablan de Dios a las personas que les rodean y anuncian su Reino y su venida al final de los tiempos.

Antes de seguir avanzando, ¿cómo definiría a un laico?

– La mejor definición con la que me he encontrado sobre el laicado es una del diccionario VOX que dice: “conjunto de fieles que pertenecen a la Iglesia católica, empeñados en la propagación del mensaje de Jesús en condiciones de vida normales”.

Volviendo a la situación presente, ¿cómo ve la Iglesia a los laicos hoy día?

– El cardenal Yves Congar, dominico y teólogo francés, impulsó teología del laicado en la segunda mitad del siglo XX. Insistió en que “el laico corre el riesgo de ser clericalizado”, algo que sin duda ocurre en nuestros días. En el Vaticano II la “Lumen Gentium” y la “Gaudium et spes” abrieron nuevas perspectivas, pero la sensación de muchos teólogos es que poco después hubo un estancamiento. Incluso en la “Christifideles laici” de Juan Pablo II, publicada en 1988, la comprensión de los laicos parece estar supeditada a su inclusión en los movimientos eclesiales que proliferaron en la última parte del siglo pasado. 

¿Quiere esto decir que todavía no se entiende el valor, el papel, de un laico en sí mismo? 

– Así es. Por ejemplo, en el camino sinodal alemán se ve la insistencia en que los laicos participen más del gobierno de la Iglesia, o de que las mujeres tengan más protagonismo en la liturgia. Son aspectos que clericalizan a los laicos. 

El laico ha sido durante mucho tiempo un sujeto pasivo en la Iglesia. Recibía los sacramentos, escuchaba la predicación, pero desde hace tiempo hay un esfuerzo para conseguir que sea un sujeto mucho más activo en la vida de la Iglesia y fuera de ella. 

Antes ha hablado de los movimientos, ¿cómo valoraría su inserción en las parroquias?

– En la Iglesia hay muchas realidades eminentemente laicales, aunque jurídicamente no sean movimientos, desde asociaciones de fieles hasta realidades carismáticas, una prelatura personal o realidades sin una configuración jurídica específica, como Emaús o Effetá. La inserción de todos estos carismas en la vida parroquial es muy distinta, pues depende de sus características específicas. Ahora bien, es importante guardar un equilibrio entre la participación en el propio grupo y en la vida en la parroquia. El cardenal Martini soñaba con que los nuevos movimientos se insertaran en la parroquia, que fueran motor allí. 

La parroquia es la plaza del cristiano, el lugar común en el que todos hacemos Iglesia, aunque sin olvidar que los laicos tienen que estar también en el lugar donde encuentre Dios. Y si es en una realidad distinta a la parroquia, pues bienvenido sea. Hay que conjugar estos dos aspectos del mejor modo posible.

Para acabar, ¿qué mensajes y retos cree que debería lanzar la Iglesia a los fieles?

– Pues quizá se pueda insistir en “dónde” y “cómo” tiene que estar. Tiene que estar dentro de la iglesia, pero también fuera. Y dentro de la iglesia no tiene que estar en la sacristía, aunque tampoco hay problema porque lo esté. 

El laico tiene que ser consciente de la consagración del bautismo, que le hace “sacerdote profeta y rey”, debe hacer presente a Cristo en medio del mundo. Debemos subrayar la identidad secular de los laicos, su papel en medio del mundo, pues a veces nos centramos en la eclesiología ministerial, que debate incansablemente sobre las funciones que es posible realizar en la Iglesia.

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