Familia

La verdad del amor humano. Un modo diferente de celebrar san Valentín

El Papa Francisco escribe en Amoris Laetitia 208: “Todas las acciones pastorales tendentes a ayudar a los matrimonios [...] son una ayuda inestimable. Para dar un sencillo ejemplo, recuerdo el día de san Valentín, que en algunos países es mejor aprovechado por los comerciantes que por la creatividad de los pastores”.

Juan Miguel Prim Goicoechea·3 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos
El obispo bendice a las parejas.

Desde 2013 la diócesis de Alcalá de Henares celebra –por iniciativa de nuestro obispo, Mons. Juan Antonio Reig Pla– una vigilia de oración en la catedral magistral de los Santos Niños Justo y Pastor en torno al día de san Valentín.

Recordemos que san Valentín, obispo y mártir, protector de los enamorados de todo el mundo, nació en Terni (Italia) en el 175 d.C., siendo el santo patrón de esta ciudad. El presbítero Valentín dedicó toda su vida a la comunidad cristiana que se había formado en la ciudad, a cien kilómetros de Roma, donde arreciaba la persecución contra los seguidores de Jesús. El eco de los milagros realizados por el santo llegó hasta Roma y se difundió pronto por todo el Imperio. El Papa san Feliciano lo consagró primer obispo de la ciudad de Terni, que todavía hoy conserva sus restos mortales. San Valentín fue encarcelado y azotado en la vía Flaminia, lejos de la ciudad. Recibió el martirio el 14 de febrero del 273 d.C.

Su nombre estará siempre unido al amor humano por un episodio que en aquel tiempo fue muy clamoroso: cuenta la tradición que san Valentín fue el primer sacerdote que celebró la unión entre un legionario pagano y una joven cristiana. Seguidamente fueron muchos los que pidieron su bendición. Aún hoy se recuerda este hecho en la fiesta de la promesa, celebrada en la Basílica que lleva su nombre en Terni.

Necesidades de la vida conyugal

En la Carta que Mons. Reig Pla dirigió a todos los fieles en 2013 convocando a la celebración de la primera Vigilia de san Valentín leemos: “Todos buscamos amar y ser amados; pero para ello necesitamos un maestro. Necesitamos volver a Jesucristo, el divino Maestro, para aprender a amar y para tener la fuerza para amar, cada cual según su propio estado y condición. El Espíritu Santo, que es Amor, es quien abre nuestros corazones para recibir el don del amor auténtico. En este sentido es necesario recordar a todos, y de manera especial a los jóvenes, al menos tres verdades sin las cuales la vida conyugal está llamada al fracaso. 

Primero: la unidad sustancial cuerpo-espíritu. No somos sólo cuerpo o sólo espíritu. Somos un espíritu encarnado; el cuerpo no es una prótesis de la persona, es sacramento de la persona, su visibilización. Segundo: la diferencia sexual, no es un accidente, es constitutiva de la persona. Somos persona-varón o persona-mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia somos llamados al amor. Nuestro cuerpo, cada aspecto de nuestra anatomía, tiene una dimensión nupcial, está creado para el don, para amar, y en el ámbito del matrimonio se hace lenguaje del amor en el abrazo conyugal abierto a la posibilidad del don de una nueva vida. Tercero: como consecuencia del pecado original, todos somos víctimas de la concupiscencia, es decir, de una inclinación al mal que permanece en los seres humanos aún después del bautismo; por ello, es necesaria la redención del corazón, la gracia de Jesucristo que nos capacita para amar y perdonar”.

Alegría y dificultades

La Vigilia de san Valentín convoca especialmente a los novios, a los prometidos y a los esposos, particularmente a cuantos celebran sus bodas de plata o de oro. Pero tiene en cuenta también la experiencia de sufrimiento de los matrimonios que atraviesan dificultades y de aquellas personas que han vivido el dolor de la separación o el divorcio. 

Además, los solteros, las personas viudas y los consagrados, así como las madres que están gestando una nueva vida en sus entrañas, se unen en la acción de gracias por la vocación al amor, de la que también participan en su propio estado de vida.

La Vigilia, que transcurre en clima de escucha atenta, oración y alabanza, intercalada con hermosos cantos, comienza con el saludo del obispo y el rezo de algunos misterios del Santo Rosario, que iluminan la aventura del amor esponsal. Tras el enunciado de cada misterio se proclama un breve texto del Magisterio, normalmente del Papa san Juan Pablo II, el gran cantor del amor humano, y se escucha un testimonio. La libertad con que algunas personas que han atravesado dificultades en su vida afectiva y matrimonial se ponen delante de todos los presentes narrando hechos dolorosos, pero también gozosos, es signo claro de la victoria de Cristo, que sanando los corazones hace renacer la vocación primigenia al amor. 

Muchas de las personas que han dado testimonio en estos años han agradecido el acompañamiento maternal de la Iglesia y de sus pastores, así como del Centro de Orientación Familiar de la diócesis y de diversos movimientos y experiencias eclesiales laicales, en los que han encontrado acogida y compañía, pudiendo así realizar un camino de sanación con la ayuda de la gracia de Dios.

Ser bendecidos y conocerse

Tras cada uno de los conmovedores testimonios todos rezamos de rodillas el Padrenuestro y las Avemarías correspondientes al misterio del Santo Rosario, dando gracias y pidiendo por los más necesitados de la Misericordia divina. 

A continuación nuestro obispo nos dirige siempre unas palabras, llenas de realismo y esperanza, invitándonos a recorrer en compañía de la Iglesia el camino del amor, virginal y esponsal, sabiendo que lo que es imposible para el hombre abandonado a sus propias fuerzas es posible para Dios. Es en este momento cuando el obispo pronuncia oraciones de bendición sobre los novios, los prometidos y los esposos, así como sobre las madres gestantes. 

En la última parte de la Vigilia se expone el Santísimo, ante el cual nos postramos en adoración y silencio agradecido durante algunos minutos, antes de recibir la bendición.

La celebración concluye con un precioso gesto vinculado a nuestra Patrona, la Virgen del Val. Todos los que lo desean se acercan a los pies del altar, solos o en familia, para arrodillarse y ser cubiertos con el manto de la Virgen, mientras el Obispo los bendice y alienta. Acabada la Vigilia compartimos un chocolate caliente con dulces, preparado por las personas de Cáritas y algunos voluntarios. n

Testimonio de Cristina y Jesús

Durante este año y medio de casados hemos ido comprobando cómo nuestro amor va creciendo y cada día se va fortaleciendo. Vemos lo importante que es vivirlo en comunidad, abrir nuestra casa y donarnos a los demás. Sabemos lo necesaria que es la oración y poner a Dios en medio de nuestro matrimonio. 

La Gracia que Dios derramó en nuestro sacramento nos ha ido uniendo más día a día, y hemos recibido el regalo de alumbrar una nueva vida. Somos padres y estamos esperando el nacimiento de nuestro primer hijo, lo que nos llena de una enorme felicidad.

Mirando atrás, solo podemos dar gracias a Dios por todo, porque aquella felicidad y plenitud que intuíamos que tenía que existir, ya es una realidad en nuestra vida. Le pedimos que siga derramando su Gracia, sin la cual nada somos, y que nos quite siempre todos los miedos y egoísmos. No estamos libres de la tentación de reservarnos y centrarnos en nosotros mismos, pero la vida está para darla.

Testimonio de Juan y Belén

Nosotros también hemos tenido dificultades económicas, como otras tantas personas, pero cuando Dios está en el centro de nuestras vidas, en el corazón de nuestro hogar, la felicidad no salta por la ventana, la felicidad que es Cristo está en nuestro hogar y la miseria, sencillamente, no entra. 

No se puede basar una relación en un estado ideal como nos hace ver la sociedad actual,… alto, guapo, con una buena casa, un buen coche y mucho dinero. Y cuando cierras la puerta de tu casa, te das cuenta que estas solo y vacío, porque realmente lo que te llena, lo que te hace feliz, lo que te ayuda a superar cualquier obstáculo, es Cristo. Sin Él no tienes nada, con Él nada te falta.

El autorJuan Miguel Prim Goicoechea

Vicario episcopal de cultura, evangelización y comunicación. Diócesis de Alcalá de Henares

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