Educación

La piedra angular de la educación

Como educadores cristianos, pienso de manera especial en los colegios de inspiración católica y en los profesores de Religión, haremos bien en plantearnos cuál es ‘nuestro perfil de salida’, es decir, qué modelo de persona tenemos y, con ello, cómo queremos que sea nuestra sociedad.

Javier Segura·9 de abril de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos
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Texto en italiano

Hay una expresión que, por evangélica, me ha llamado la atención en la nueva ley educativa. El Ministerio de Educación de Pilar Alegría señala que el perfil de salida, “es la piedra angular del edificio curricular, la matriz que cohesiona y hacia donde convergen las distintas etapas”.

El perfil de salida es el modelo de persona que se quiere lograr con la aplicación de la LOMLOE. Todo el sistema educativo se encamina hacia ese objetivo. El perfil de salida del alumnado dibuja el tipo de persona que, como grupo social, se quiere contribuir a desarrollar mediante la educación y, a través de ella, el tipo de sociedad que se aspira a construir.

Como educadores cristianos, pienso de manera especial en los colegios de inspiración católica y en los profesores de Religión, haremos bien en plantearnos cuál es ‘nuestro perfil de salida’, es decir, qué modelo de persona tenemos y, con ello, cómo queremos que sea nuestra sociedad. Y tendremos que preguntarnos en qué medida coincide nuestro proyecto con el que ésta u otras leyes educativas propongan.

Quizás hemos de partir del principio. Nuestra piedra angular en la educación no es otra que el mismo Jesucristo. El fin de toda formación cristiana es la configuración con Cristo. El modelo que tenemos de humanidad es la que encarna, no idealmente, sino vivo y palpitante, Jesús de Nazaret. De hecho, estamos llamados a tener el corazón, la mirada, la mente de Jesucristo. Ese es nuestro último referente formativo.

Es verdad que la escuela tiene su propia dinámica, y que nuestra propuesta católica puede coincidir en muchos de los objetivos que se marca en el perfil de salida educativo, e incluso puede reforzar con una profundidad mayor algunos de ellos.

Pero hemos de ser conscientes y honestos con nosotros mismos para ser capaces de ofrecer nuestro propio proyecto, nuestro perfil de salida, sin tener miedo a que haya aspectos en los que no coincidamos con lo ‘políticamente correcto’. Hemos de ser capaces de proponer nuestra perspectiva en algunos temas en los que aparentemente hablamos de lo mismo, pero sólo aparentemente. Porque, por ejemplo, no es lo mismo hablar del cuidado de la casa común desde la perspectiva de que el mundo es creación de Dios y el hombre es su ‘obra cumbre’, a hacerlo proponiendo un esquema panteísta de la madre tierra Gaia y presentar al hombre como el enemigo, una especie de virus que hay que controlar con políticas neomaltusianas que disminuyan la población. No es lo mismo.

Y no solo se trata de puntos de vista sobre un mismo tema. A veces no es un problema de lo que se dice, sino de lo que no se dice. Hay perspectivas vitales que jamás aparecerán en el perfil de salida de ninguna ley educativa, pero que son esenciales para nosotros. Los cristianos no podemos olvidar que somos ciudadanos del cielo, que la tierra es nuestra casa común, pero que se amplia y se hace infinita en el seno del Padre. Que Jesús, muerto y resucitado, vivo hoy, es quien sostiene nuestra vida.

Nuestra piedra angular es Cristo. Sin él, todo el edificio se cae. Sin esa clave es imposible educar como cristianos. Teniendo eso claro, sabiendo quiénes somos y cuál es nuestra propuesta, podremos aportar la luz que nace del evangelio y que ha iluminado todos los siglos y todas las naciones.

También el XXI.

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