Las parroquias de Krieglach y Langenwang están situadas en el valle del Mürz, Austria, caracterizado por el tránsito del noreste al suroeste, con el ferrocarril y la autopista como vías de circulación, por lo que el patrón de la iglesia parroquial de Krieglach es muy apropiado: está dedicada a Santiago Apóstol. Con más de 5.000 y algo más de 3.000 habitantes, no son especialmente grandes y, al igual que otras ciudades y todo el campo que las rodea, se caracterizas por la coexistencia de la agricultura y pequeñas empresas industriales. Por ello, en la vida secular y eclesiástica, las tradiciones y costumbres de estos pueblos, algunas bastante antiguas, se conservan junto a todas las innovaciones del siglo XXI.
El punto de partida de mis reflexiones es mi propia condición de párroco en esta región rural de Austria. Por un lado, existe una tradición religiosa popular, y una estructura pastoral, muy arraigada. Por otro, estoy sirviendo como sacerdote solo donde hace 50 años ejercían su ministerio tres sacerdotes.
Además, por una parte hay un fuerte cambio en la vida religiosa y eclesiástica de la población, pero, por otra, existe la llamada a una nueva evangelización o misión en el propio país.
Algunas personas ven las expectativas tradicionales sobre el sacerdote y la parroquia como un obstáculo para un nuevo ministerio pastoral y las descartan como una pérdida de tiempo. Yo intento verlo de otra manera, y me animó a ello un artículo de 30giorni que leí siendo un párroco muy joven en 2008. En él se describía la labor de los sacerdotes de Buenos Aires que, con el apoyo activo de su entonces obispo, Jorge Bergoglio, alcanzaban y evangelizaban a mucha gente en zonas problemáticas de la ciudad a través de la devoción popular, capillas y obras sociales afines.
Evangelización a través de la piedad popular
Entonces, ¿por qué rechazar lo que ya existe para implantar algo nuevo y no probado? «Más vale pájaro en mano que ciento volando», dice el refrán. ¿Por qué no utilizar los elementos de piedad popular para proclamar la fe? Al fin y al cabo, algunos actos demasiado intelectuales o supuestamente modernos atraen a poca gente, mientras que numerosas fiestas tradicionales atraen multitudes. Me parece que estas fiestas sencillas y populares toman especialmente en serio la verdad de fe de la Encarnación, porque no se difumina la parte corporal del ser humano. Tampoco se olvida el aspecto social, porque la mayor necesidad en nuestras latitudes es probablemente la soledad, que se contrarresta con estas celebraciones litúrgico-pastorales.
Un buen ejemplo es la llamada «bendición de la carne», oficialmente denominada «Bendición de los Alimentos de Pascua». Se celebra en diferentes capillas y cruces de caminos y atrae a muchísimas personas, que traen grandes cestas de carne, huevos y pan para que se las bendigan. En lugar de reprenderles por no venir nunca a la iglesia, se les puede explicar de forma breve y concisa el mensaje de la resurrección y, con un poco de humor, hacerles también una amonestación. Como hay muchos puestos, también se les encarga a laicos capacitados que dirijan las oraciones y una sencilla bendición. En general, es una gran ayuda contar con laicos fieles en esta ocupación, que le alivian a uno de muchas tareas. A menudo actúan también de catequistas, pero a veces son muy prácticos y funcionales, como muestra el punto siguiente.
Cruces de camino y otras costumbres
Hay muchas capillas y cruces de camino que se cuidan con cariño. A menudo están alejadas, en pequeños pueblos, e intento reunir allí a los fieles al menos una vez al año y afianzarles en su fe con la Eucaristía o una devoción mariana. A menudo, después de la misa, se celebra un ágape o incluso una pequeña fiesta, lo que favorece mucho el vínculo con la población local. Con frecuencia, al hilo de una reunión de este tipo, surge una conversación sobre la fe o la iniciación a un sacramento.
En algunos valles, varias cruces, a menudo situadas en medio de las alquerías o aisladas en el bosque, se conectan para formar un recorrido, que luego se sigue para celebrar un Vía Crucis durante la Cuaresma. Además, hay que mencionar algunas fiestas asociadas a tradiciones, como el Día de Todos los Santos, san Martín, santa Isabel, santa Bárbara, san Nicolás, los Reyes Magos y muchas más. Estas costumbres son especialmente buenas para los niños y, por tanto, también para los padres.
En Pascua hay otras costumbres singulares. Por ejemplo, una solemne procesión de los distintos pueblos, acompañada por bandas de música, monaguillos y sacerdotes en la madrugada del día de Pascua. Se recrea así el camino de los apóstoles Pedro y Juan hacia la tumba vacía.
Como estas costumbres estaban restringidas o era imposible celebrarlas durante la pandemia, muchas personas han tomado conciencia de lo apegadas que estaban a ellas y de lo mucho que significa para ellas su fe. Por eso, últimamente la participación ha vuelto a ser muy alta y se ha convertido en una oportunidad para proclamar la fe. Me parece que con una pizca de humor y una profunda seriedad ante las preocupaciones de los demás se puede sembrar el mensaje de esperanza en los corazones de la gente de una manera piadosa y auténtica, y luego pedir al Señor de la mies su bendición y su gracia para la semilla germinada.