Evangelización

La Inmaculada Concepción de María: orígenes y tradición

En 1854, el Papa Pío IX proclamó la Inmaculada Concepción dogma de fe. Sin embargo, esta doctrina tiene sus raíces en la tradición de la Iglesia y ya había sido abrazada desde antiguo por los cristianos.

Loreto Rios·8 de diciembre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos

Inmaculada Concepción, Museo de Bellas Artes de Granada

La Inmaculada Concepción es una antigua fiesta de la Iglesia que se celebra el 8 de diciembre. A continuación, repasamos las características principales de esta festividad, el origen del dogma y por qué España ha tenido una relación especial con esta doctrina.

La fiesta

La Inmaculada Concepción hace referencia a la concepción de María en el seno de santa Ana: por una gracia especial, María fue concebida sin el pecado original con el que toda persona nace a consecuencia del de Adán. Esta doctrina no tiene ninguna relación con la concepción virginal de Jesús en el seno de María, contrariamente a lo que todavía muchas personas creen.

Precisamente porque hace referencia a la concepción de María (y no de Jesús), esta fiesta se celebra desde antiguo el 8 de diciembre, nueve meses antes de la fiesta de la Natividad de María, que se conmemora el 8 de septiembre.

El color de la festividad es el azul celeste. A pesar de que la fecha cae siempre en época de Adviento, España y los países hispanos pueden celebrar este día con el azul celeste como color litúrgico gracias a un privilegio especial concedido por el Papa Pío IX en 1864 (Decreto 4083 de la Sagrada Congregación de Ritos).

En España es fiesta de precepto, ya que la Inmaculada es patrona de España (no así la Virgen del Pilar, que es patrona de la Hispanidad).

El dogma

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX proclamó la Inmaculada Concepción dogma de fe. Aunque no había sido proclamado dogma hasta entonces, era una doctrina en la que la Iglesia creía desde los albores del cristianismo, y de hecho ya había desde antiguo cofradías, congregaciones, monasterios y templos con este nombre, además de ostentar la Inmaculada diferentes patronazgos.

La proclamación del dogma se hizo a través de la carta apostólica “Ineffabilis Deus”. Tal y como señalaba Pío IX en este texto, “la Iglesia católica, que, instruida por el Espíritu de Dios, es columna y fundamento de la verdad, ha tenido siempre como divinamente revelada y como contenida en el depósito de la revelación celestial esta doctrina relativa a la inocencia original de la augusta Virgen, que está tan perfectamente en armonía con su maravillosa santidad y con su eminente dignidad de Madre de Dios; y como tal no ha cesado de explicarla, enseñarla y favorecerla cada día más, de muchas maneras y con actos solemnes”.

Pío IX también recordaba en «Ineffabilis Deus» que en el Concilio de Trento (1545-1563), al definir el dogma del pecado original, que afecta a todos los hombres, se especificaba que no se incluía en este “todos” a la Virgen María.

La Inmaculada Concepción y España

El Papa Clemente XIII declaró a la Inmaculada Concepción patrona de España en el año 1760, mediante la bula “Quantum Ornamenti”, a petición del rey Carlos III. El rey lo ratifició mediante la ley “Universal Patronato de Nuestra Señora en la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España e Indias”. Esta fecha no marca el principio de las relaciones de la Inmaculada Concepción con España, ya que era una fiesta importante desde siglos atrás.

Juan Pablo II, en una homilía pronunciada el 6 de noviembre de 1982 en Zaragoza, recordó los esfuerzos de España a lo largo de la historia por la proclamación del dogma: “El amor mariano ha sido en vuestra historia fermento de catolicidad. Impulsó a las gentes de España a una devoción firme y a la defensa intrépida de las grandezas de María, sobre todo en su Inmaculada Concepción”.

De hecho, en la carta apostólica “Ineffabilis Deus”, el Papa Pío IX recordaba un texto del Papa Alejandro VII (1599-1667) en el que hablaba de la doctrina de la Inmaculada Concepción y la labor de un rey de España en concreto, Felipe IV: “Por lo tanto, aceptando las peticiones y súplicas presentadas a Nos por los mencionados Obispos, por los capítulos de sus iglesias, y por el Rey Felipe y sus reinos, renovamos las constituciones y decretos emitidos por Nuestros predecesores los Romanos Pontífices, y especialmente por Sixto IV, Pablo V y Gregorio XV, en defensa de la sentencia que sostiene que el alma de la Bienaventurada Virgen María, en su creación e infusión en el cuerpo, tuvo el don de la gracia del Espíritu Santo y fue preservada del pecado original, y a favor de la fiesta y culto de la concepción de la misma Virgen Madre de Dios, entendida según la piadosa sentencia arriba expuesta, y ordenamos que estas constituciones y decretos sean observados íntegramente, so pena de incurrir en las censuras y demás penas previstas en estas constituciones”.

España ha sido siempre un país de tradición marcadamente mariana, pero, además, la devoción a la Inmaculada Concepción tiene también una raíz histórica.

El milagro de Empel

“En 1585, cuatro mil aguerridos soldados españoles escaparon por los pelos de la aniquilación total”. Así comienza un artículo del Museo de la Academia Militar Holandesa, escrito por el doctor C. M. Schutten.

El suceso de este milagro se enmarca en la guerra de los 80 años (1568-1648), concretamente en el año 1585, cuando una parte de la población holandesa se rebeló contra el Imperio español. Lo curioso del episodio del milagro de Empel es que no solo lo reconocieron los católicos, sino también los protestantes, aunque estos últimos lo consideraron “una desafortunada coincidencia”, según indica Schutten.

La historia ocurrió en la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal. El ejército rebelde destruyó unos diques, con lo que se inundó toda la zona y la compañía del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla quedó atrapada en el monte de Empel. Estaban rodeados por los barcos enemigos y no parecían tener ninguna escapatoria.

Los soldados comenzaron a cavar unas trincheras para poder resistir y morir luchando (así lo decidieron, ya que no parecía haber ninguna posibilidad de salir con vida). Mientras cavaban, uno de los soldados encontró una imagen de la Inmaculada Concepción enterrada. Dado que era 7 de diciembre de 1585, la víspera de la fiesta, la compañía lo interpretó como una señal y se encomendaron a la Virgen.

Esa noche, un repentino viento gélido heló las aguas que rodeaban Empel. Esto impidió el avance de los barcos rebeldes, que tuvieron que retirarse para no quedar encallados. “Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos río abajo les decían a los españoles, en lengua castellana, que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos un gran milagro”, explica el capitán Alonso Vázquez (c. 1556-1615) en “Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese”.

Hoy en día, se sigue levantando una capilla católica en Empel en la que se conmemora este milagro. En 1892, la reina María Cristina declaró a la Inmaculada Concepción patrona de la infantería española, aunque de facto ya se había considerado así antes.

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