El mes de septiembre es, para la Iglesia católica, el “Tiempo de la Creación”. Hasta el 4 de octubre, los cristianos prestan durante este periodo una especial atención al cuidado de la casa común. En este sentido, es interesante observar que, a lo largo de sus pontificados, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han dejado pistas acerca de su propia relación con la naturaleza, como regalo de Dios que el hombre debe custodiar.
Karol Wojtyla, mucho antes de ser san Juan Pablo II, fue un gran amante de la naturaleza. Desde su juventud hasta que la salud se lo permitió, tuvo el hábito de realizar excursiones por las montañas, hacer esquí o salir a rutas en bicicleta. Todo ello le ayudó a desarrollar una gran sensibilidad por la naturaleza, la cual apreciaba por su belleza y por su condición de don divino.
El Papa Juan Pablo II señaló con mucho énfasis a lo largo de su magisterio que el hombre guarda con la creación una relación muy estrecha. El desorden en el que cae el ser humano impacta directamente sobre el don del mundo que custodia: “El hombre, cuando se aleja del designio de Dios creador, provoca un desorden que repercute inevitablemente en el resto de la creación. Si el hombre no está en paz con Dios la tierra misma tampoco está en paz” (Mensaje para la celebración de la XXIII Jornada Mundial de la Paz).
El hombre y la naturaleza
Sin embargo, el Papa polaco trató de dirigir siempre la mirada de la conciencia ecológica hacia la vertiente más antropológica. En consecuencia, afirmaba que “el signo más profundo y grave de las implicaciones morales, inherentes a la cuestión ecológica, es la falta de respeto a la vida” (Ibidem). Por ello, Juan Pablo II consideraba que “es el respeto a la vida y, en primer lugar, a la dignidad de la persona humana la norma fundamental inspiradora de un sano progreso económico, industrial y científico” (Ibidem).
El Papa santo pidió varias veces a lo largo de su pontificado una coordinación entre los países, con el fin de afrontar juntos los problemas que amenazan a la casa común. Ahora bien, no por ello se puede eludir la responsabilidad individual de cada uno a través de un examen del estilo de vida. Juan Pablo II invitó a que, a través de la educación de la familia y la conciencia individual, las personas desarrollaran un estilo de vida basado en “la austeridad, la templanza, la autodisciplina y el espíritu de sacrificio” (Ibidem).
Por su parte, el Papa Benedicto XVI habló también del papel que tiene el ser humano como administrador del don de la creación. En una audiencia general centrada en la salvaguarda del ambiente, el Santo Padre afirmó que “el hombre está llamado a ejercer un gobierno responsable para conservarla [la naturaleza], hacerla productiva y cultivarla, encontrando los recursos necesarios para que todos vivan dignamente”.
Reconociendo la profundidad del vínculo que une al hombre con la creación, Benedicto XVI llegó a decir que “la alianza entre ser humano y medio ambiente ha de ser reflejo del amor creador de Dios” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2008).
La naturaleza como proyección del amor de Dios
Al igual que Juan Pablo II, el Papa alemán señaló en multitud de ocasiones que la ecología integral no es un mero interés por el medio ambiente, sino que lo principal es el hombre, encargado de la administración responsable de los elementos materiales para contribuir al bien común. Por ello, Benedicto XVI decía que “la naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida” (Encíclica “Caritas in veritate”).
El predecesor de Francisco animó especialmente a los católicos a reconocer “en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades –materiales e inmateriales– respetando el equilibrio inherente a la creación misma” (Ibidem).
El Papa Benedicto XVI intuía también con claridad la relación que existe entre el ser humano y la casa común. Declaró en 2009 que “el modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida” (Ibidem).
La responsabilidad ecológica de la Iglesia
Benedicto también respondió a lo largo de su pontificado a los que acusaban a la Iglesia de intentar entrometerse en un tema que no le correspondía. El Papa fue contundente al afirmar que “la Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida” (Ibidem).
El Papa Francisco ha recogido precisamente el testigo en este sentido y habla con frecuencia sobre la conversión ecológica. Francisco publicó en 2015 una encíclica dedicada al cuidado de la casa común, “Laudato si’”, cuya segunda parte verá la luz el 4 de octubre de 2023.
El Papa ha señalado en más de una ocasión que “el auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural” (Encíclica “Laudato si’”). La preocupación del Santo Padre por el medio ambiente le ha llevado a lanzar “una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (Ibidem).
Instrumentos de Dios
Francisco ha hecho hincapié tanto en la contaminación y el cambio climático como en la pérdida de la biodiversidad y la degradación social que acompaña al deterioro ambiental. “Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo” (Ibidem). Observando los frentes que hay abiertos, el Papa trata de recordar a todos que “estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que Él soló al crearlo y responsa a su proyecto de paz, belleza y plenitud” (Ibidem).
Francisco también ha aprovechado sus viajes apostólicos para recordar a los católicos de todo el mundo la importancia de cuidar el medio ambiente. Durante su reciente viaje a Mongolia, señaló varias veces la belleza de la naturaleza y la responsabilidad que tiene el hombre de cuidarla. En el mensaje que publicó para la Jornada Mundial de Oración para el cuidado de la creación, advirtió que “debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad”, con el fin de “sanar la casa común”.
En su pontificado, el Papa Francisco tiene como uno de sus objetivos animar y guiar a todos los católicos para que, como “seguidores de Cristo en nuestro común camino sinodal, vivamos, trabajemos y oremos para que nuestra casa común esté llena nuevamente de vida” (Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación).