En esta edición de nuestra revista presentamos un dossier centrado en la importancia de ofrecer educación afectivo-sexual a niños y jóvenes. Se trata de una necesidad ineludible, dado el contexto en el que crecen las nuevas generaciones. Es fundamental recordar que este tipo de formación es, en primer lugar, una responsabilidad de los padres, quienes tienen el deber de transmitir a sus hijos una visión equilibrada y sana de la afectividad y la sexualidad. Sin embargo, muchos de ellos no recibieron esta formación en su juventud, ni hablaron de estos temas con sus propios progenitores. Esta falta de referentes y de herramientas dificulta enormemente su capacidad de abordar conversaciones tan delicadas.
Enfrentar el contexto
No obstante, el silencio no es una opción. En un mundo hipersexualizado, los niños y adolescentes están siendo formados por otras fuentes: el cine, las series, las redes sociales y, en muchos casos, la pornografía. Es urgente que los padres tomen la iniciativa y hablen con sus hijos antes de que los mensajes del entorno moldeen su visión sobre la sexualidad. Las pantallas tienen un impacto profundo en la percepción que los jóvenes desarrollan sobre las relaciones y el compromiso. La cultura mediática actual, en su mayoría, promueve un modelo en el que el sexo es visto como un mero entretenimiento, desvinculado del amor y de la entrega genuina al otro.
La Iglesia y la educación afectivo-sexual
Hace más de una década, el obispo español José Ignacio Munilla propuso que una de las grandes aportaciones de la Iglesia en el siglo XXI podría ser precisamente la educación afectivo-sexual, tal como en el pasado fueron los hospitales y las universidades. La Iglesia tiene una oportunidad única de ofrecer una visión alternativa, más humana y profunda, sobre la afectividad y la sexualidad. En este sentido, las instituciones educativas católicas, las parroquias y las comunidades cristianas no pueden dejar de atender este aspecto fundamental en la formación de niños y jóvenes. Además, este tipo de contenidos son una ocasión privilegiada para mantener el vínculo con los adolescentes tras la catequesis de confirmación, etapa en la que muchas veces se distancian de la fe y de la comunidad eclesial.
En este dossier contamos con la colaboración de Mons. Munilla, quien nos ofrece una reflexión sobre cómo la educación afectivo-sexual puede ser un faro de luz en medio de la confusión contemporánea. Es una llamada a que los creyentes asuman con responsabilidad esta tarea, brindando respuestas claras y formativas en un mundo donde los jóvenes buscan referencias sólidas.
Las catequesis sobre la Teología del Cuerpo, impartidas por san Juan Pablo II entre 1979 y 1984, ofrecen una reflexión profunda sobre el significado del cuerpo humano, la sexualidad y el amor. Sin duda, representan la contribución más importante de la Iglesia en este ámbito y han dado origen a numerosos cursos y programas formativos inspirados en sus enseñanzas.
Programas y expertos
Además de la reflexión teórica, también recogemos en este dossier el testimonio de expertos que llevan años trabajando en el ámbito de la educación afectivo-sexual. Rafael Lafuente, uno de los ponentes más solicitados en este campo, firma un artículo para animar a los padres y a los colegios a hablar con los hijos de estos temas con confianza y naturalidad. Su experiencia le ha permitido comprender las preocupaciones de las familias y ofrecerles estrategias concretas para abordar la educación de la afectividad y la sexualidad sin temor ni tabúes.
Asimismo, presentamos dos programas de educación afectivo-sexual que han nacido en ámbitos cristianos y que han logrado consolidarse en numerosos países: el Aprendamos a Amar y el Teen STAR. Aunque diseñados desde una perspectiva cristiana, estos programas han demostrado ser igualmente eficaces y aplicables en entornos no creyentes. Su enfoque integral, basado en el respeto a la dignidad de la persona y en la promoción de relaciones sanas y comprometidas, los convierte en herramientas valiosas para cualquier comunidad educativa.
En definitiva, la educación afectivo-sexual no es una opción, sino una urgencia. Frente a un mundo que ofrece a los jóvenes modelos confusos y muchas veces deshumanizantes, es responsabilidad de padres, educadores y comunidades religiosas proporcionar una formación que les ayude a vivir su afectividad y su sexualidad de manera plena, consciente y responsable.
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