Familia

La aventura de ser novios

Vivir un noviazgo "exitoso" no consiste en terminar contrayendo matrimonio con la otra persona, sino en preparar a ambos para ser buenos esposos.

Lucía Simón·5 de enero de 2022·Tiempo de lectura: 9 minutos
noviazgo

Foto: Jonathan Leppan /unsplash

Hace poco llegó a mi poder el siguiente testimonio. Es de un joven que asistió a un curso de preparación para novios. Lo comparto porque no tiene desperdicio:

“El motivo por el que vengo a este curso, aun cuando no tengo ni novia, es mi conversación con el padre Graciano. El padre Graciano es el cura de mi pueblo. Me conoce de toda la vida. Todos en el pueblo le quieren. Incluso los que no creen le consultan y aprecian. Y es que Graciano tiene la sabiduría de los santos. Quizás porque pasa tanto rato en la iglesia, delante del pequeño sagrario. Se diría que es un accesorio más, junto con las cigüeñas, los bancos desgastados y el campanario.

Después de mi último fracaso amoroso me decidí a consultar al padre Graciano. Cogí el autobús a mi pueblo y me planté en la iglesia, donde sabía que lo encontraría como siempre. Disponible para todo el mundo. Después de su pequeña sorpresa al creerme en la ciudad, de las preguntas de rigor sobre la familia y los comentarios sobre mi estatura, fui directo al grano:

–Padre, necesito que me aconseje. He tenido ya varias novias y no sé qué pasa que siempre acaba mal y yo destrozado. No sé si tengo gafe o soy un bruto.

Ahí, di rienda suelta a mi despecho acumulado durante años y le fui contando una a una, todas mis relaciones amorosas y sus correspondientes fracasos. Él me escuchaba atento. De vez en cuando hacía alguna pregunta o sonreía ante mis comentarios. Es que yo siempre he sido de o todo o nada y lo vivo intensamente. Cuando terminé le miré.

–Dígame, Padre, ¿Por qué siempre acaba mal?- Se tomó su tiempo antes de contestar. Miró de reojo al sagrario, supongo que implorando ayuda divina, y me contestó así, con su dulzura y seguridad habituales:

–Bien, Nacho. Vamos a ir analizando poco a poco. Empecemos con la primera chica de la que me has hablado…Ana, ¿No?

–Sí, Padre.

–Bien. A Ana no sé por qué la has incluido como novia. No fue novia esa chica. Fue otra cosa. Llámalo como quieras. Un noviazgo es algo serio. Es una preparación para el matrimonio. Igual que los sacerdotes vamos al seminario y nos preparamos, y rezamos. El noviazgo es como el seminario del matrimonio.

–Pero padre, sólo tenía 18 años.

–Aunque hubieras tenido 15. Esa chica no fue una novia. Seguro que ni tú pensabas en ella como la mujer de tu vida.

–No, claro que no. Era una chica muy guapa pero no teníamos nada en común.

–Bien, pues primera observación. En el noviazgo no se elige sólo a una chica porque te atraiga. Somos cuerpo pero también alma. Tu inteligencia debe aprobar y sentirse también atraída por tu decisión.- Le miré sorprendido por la sencillez y lógica de su razonamiento.

–Y entonces, ¿Patricia? ¿Qué salió mal con ella?

–Ah, esa fue la siguiente…Con esa te pasó al revés. La elegiste con todo lo que creías que debía tener tu novia, pero, ¿no me has dicho tú mismo que paseabas con ella y mirabas a otras?- Bajé la cabeza un poco avergonzado.

–Ya lo sabes, Nacho. Corazón e inteligencia. Ambos son necesarios para elegir. Y añadiría oración. Que el noviazgo puede ya ser algo santo. No puedes pedirle ayuda a Dios sólo cuando surge una emergencia. Debes tenerle en cuenta en todas las decisiones de tu vida. Las pequeñas y las grandes. La persona que elijas como novia debe tener todo lo que buscas en alguien con quien formarías una familia. Y las familias luego tienen sus cosas. Vienen los hijos, los baches laborales, las hipotecas, enfermedades… ¿Lo entiendes?

–Sí, padre. Me da usted mucho que pensar.

–Pero bien, sigamos, luego fue Marina…

–No, padre. Marina ha sido la última. Luego fue Carmen.

–Es verdad, Carmen. ¿Qué fue mal con ella?

–Pues no sé, porque era perfecta. Guapa, buena…lo tenía todo. Hasta me ayudó a terminar la carrera.

–Sí. Lo que fue mal con esa chica es que fuiste un cenutrio. Primero, dejaste que se metieran tus amigos, y una relación es de dos…

–Pero padre, se reían de mí porque la llevaba al ballet en lugar de ir al fútbol. Uno tiene su dignidad y debe marcar su territorio.

–La “dignidad” de la que hablas, no sirve para nada en una relación amorosa, Nacho. Y lo del territorio, déjaselo a los animales de la selva. En un noviazgo se deben desarrollar una serie de virtudes. Entre ellas, la generosidad. Pensar en el otro y no en ti. Agrandar el corazón al máximo. Dar, dar y dar. Nunca es poco. Y junto a la generosidad, la humildad. Deberías haberle pedido perdón cuando os peleasteis porque no tenías razón.

–Bueno, ella tampoco del todo- repliqué tozudo.

–Al menos deberías haber dado el primer paso- me concedió, paciente- El orgullo mata el amor. Hay que saber pedir perdón. La persona que elijas debe también saber pedir perdón. La humildad es clave para una convivencia feliz y nos hace querernos más. También añadiría fortaleza. Esta chica te ayudó a terminar la carrera. ¿Qué hacías durmiendo a esas horas cuando te llamaba para estudiar? Sin fortaleza no se puede construir nada. ¿Te gustaría a ti estar todo el rato tirando de la otra persona como si fuera un niño pequeño? No, Nacho. Hay que ser fuerte y, a la vez, comprensivo y tierno. Y no tierno sólo de besos y abrazos. Tierno en la forma de tratar, en los gestos. Que eso es la base del respeto.

–Pero padre, no somos perfectos- aventuré.

–No, claro que no- dijo riéndose-. Pero de esto va el noviazgo. De conocerse y trabajar juntos una serie de virtudes que permitan que vuestro amor crezca. Primero sois “tú y ella”, pero luego en el matrimonio hay que buscar el “nosotros”. Es un proceso que dura toda la vida. Pero empieza en el noviazgo.

–Bueno, si total…luego no sale bien… ¿Para qué tanto esfuerzo? Fíjese con Marina. Con ella todo era perfecto. Y sí me esforcé. Es verdad que no tengo todas esas virtudes así como me gustaría, pero lo di todo y fue mal.

–No. Mal no. Con Marina diría que no fue mal. El éxito de un noviazgo no es necesariamente que acabe en boda. El éxito está en que sea una buena preparación para ti como futuro esposo y para ella como futura esposa. En el amor tienen que estar los dos y si ella no quiso al final pues no quiso. Pero tú te llevas una “mochila” cargada de actos buenos que te han hecho mejor. Actos que te han preparado mejor.- Le miré sorprendido y un poco consolado.

–Padre, si sigo sus consejos, ¿encontraré a la persona que me llene por completo?

–No, hijo- Me miró serio- Eso nunca lo encontrarás.-Abrí la boca estupefacto.

Eso no se encuentra sino en el cielo. Las personas no nos completan de forma absoluta. Al amor humano lo que es propio del amor humano y al divino lo que es propio del divino. De un amor humano puedes esperar y aspirar a lo máximo, pero dentro de lo imperfecto. Tú mismo lo has dicho. No somos generosos, humildes, fuertes…y nos faltan tantas otras virtudes. No podemos por lo tanto exigir del otro una perfección que no existe en la tierra. Pero hay que luchar porque el amor que nos tenemos sea lo más perfecto posible.

–Gracias, padre. Me ha dado mucho sobre lo que pensar. ¿Me recomendaría algo más?

–Te diría que cuando conozcas a alguien adecuado, trates de quererla mucho y de conocerla bien. Es importante hablar de todas las cosas con plena confianza y naturalidad. De la fe, de las cuestiones sobre la vida (aborto, eutanasia…), de vuestros proyectos (trabajo, etc). Y también, Nacho, aprovecha que vives ahora en una ciudad grande. Busca preparación para novios, fórmate bien. Es bueno tener preparación para lo académico pero también para la vida. Es bueno vivir en comunidad y con Dios. No lo dejes de lado.

–Gracias, padre. Pensaré todo lo que me ha dicho.

De aquella conversación salieron mil propósitos. No sé si encontraré a la persona adecuada. Pero sí sé que, si la encuentro, estaré preparado.”


En la práctica de la orientación matrimonial encontramos frecuentemente problemas que tienen su origen en el noviazgo o bien que podrían haberse evitado con un correcto desarrollo de éste. Vivir un buen noviazgo es una importante garantía para lograr un matrimonio fuerte. Pero, ¿cómo prepararnos bien en el noviazgo?

Creo que lo primero que debemos tener en cuenta son las siguientes cuestiones previas: qué es un noviazgo y qué espero del noviazgo y, después, del matrimonio. Una vez resueltas estas cuestiones abordaremos el cómo hacer de nuestro noviazgo una época de verdadera preparación para el matrimonio.

Qué es un noviazgo

Respecto a la primera idea previa: qué es un noviazgo. Debemos distinguir el noviazgo de otras figuras que encontramos hoy día y que en nada se parecen al mismo. No es noviazgo la relación con derecho a roce. No es noviazgo la relación de pareja que deja al margen cualquier tipo de compromiso o de exclusividad. No son noviazgo los rollos ni figuras análogas.

Noviazgo es una etapa de preparación para el matrimonio entre dos personas que sienten amor la una por la otra y quieren que éste crezca más cada día. Efectivamente, la preparación al matrimonio no son los cursillos prematrimoniales previos a la celebración, sino que es un periodo más largo y de gran importancia.

Pero, además, para los cristianos el noviazgo va más allá de lo meramente humano y alcanza también lo espiritual. El noviazgo es ya un camino de santidad y de preparación para vivir la vocación universal al amor que se concreta en el matrimonio.

Si un amigo nuestro nos planteara que se quiere hacer sacerdote, nos parecería lógico preguntarle si lo ha pensado bien, si lo ha rezado… y, sin embargo, para empezar a salir con una persona dejamos a Dios al margen. Es importante rezar acerca de la persona con la que queremos salir y, una vez que ya somos novios, rezar también por esa persona.

Si no dejamos a Dios al margen de nuestro noviazgo nos acostumbraremos a algo que es importantísimo: tenerle también en cuenta en nuestro matrimonio.

Qué esperamos del noviazgo

Respecto a la segunda idea previa: qué esperamos del noviazgo y, después, del matrimonio. Es algo sobre lo que también debemos reflexionar. Todos hemos nacido con un deseo insaciable de ser amados sólo por ser quienes somos. No por ser guapos, inteligentes o tener un buen trabajo, sino por ser Perico Pérez. Este deseo genera un vacío interior que, en determinadas épocas, puede resultar hasta doloroso: nadie me comprende, me siento solo, etc.

Un error frecuente es pensar que en el noviazgo y, más tarde en el matrimonio, voy a encontrar a una persona que colme por completo ese vacío. Eso es imposible porque el amor humano nunca es perfecto y nuestra sed es de amor perfecto. Ese vacío sólo lo colmaremos por completo en el cielo.

Al amor humano sólo se le puede pedir lo propio de un amor humano. Y, dentro de un amor humano, el amor de los novios contiene en potencia lo que debe realizarse a lo largo del matrimonio. Un amor que, dentro de lo imperfecto, tiende y lucha por ser lo más perfecto posible. Un amor que tiende a pasar del “tú y yo” al “nosotros”. Ése es un proceso que se debe desarrollar a lo largo de todo el matrimonio y que nunca se agota.

Ideas clave

Aclaradas estas cuestiones previas, podemos meternos ya de lleno en todos aquellos aspectos que pueden hacer que mi noviazgo sea o no un éxito.

En primer lugar, es preciso tener en cuenta que todo noviazgo debe empezar con un flechazo. Siempre debe existir una atracción amorosa hacia el otro. Pero, dado que el ser humano no sólo es cuerpo sino también alma y tiene inteligencia, la atracción que sentimos hacia esa otra persona debe de ser confirmada por nuestra inteligencia. Es decir, no basta con que una persona me atraiga físicamente sino que también debe hacerlo con mi inteligencia. Esa persona debe contar con aquellos aspectos que busco en la persona con la que quiero formar una familia en un futuro. Es bueno tener en cuenta este aspecto y ser conscientes, al reflexionar sobre ello, de que la vida matrimonial no será como cuando somos jóvenes despreocupados. Vendrán obligaciones, enfermedades, baches laborales… y en todas esas circunstancias la persona que me acompañará será la que ahora elija.

En segundo lugar, es importante tener en cuenta una serie de virtudes humanas que son una buena “mochila” para llevarse al matrimonio. Son virtudes que tengo que ver si tiene la persona con la que estoy saliendo y, a la vez, virtudes que debo saber si las tengo yo mismo o debo trabajarlas. Por supuesto, teniendo en cuenta que nadie es perfecto. Lo importante es que la virtud exista o que exista el empeño sincero por lograrla. Dentro de esas virtudes destacaría:

  1. Humildad. Es muy importante ver ya desde el noviazgo si la otra persona sabe pedir perdón. Si sabe reconocer lo que ha hecho mal y empezar de nuevo. El orgullo es uno de los peores enemigos del amor sincero y, por lo tanto, del matrimonio. Esta virtud debemos trabajarla durante el noviazgo y prestarle mucha atención.
  2. Ternura. No sólo en manifestaciones físicas sino también en el lenguaje, en los gestos: cómo me habla, cómo me escucha, cómo me trata… Y no sólo a mí sino a los demás. La ternura es la base del respeto, sin el cual es muy difícil o imposible mantener un matrimonio.
  3. Generosidad. Ya desde el noviazgo debemos ejercitarnos en buscar primero el bien del otro sin pensar tanto en uno mismo. La generosidad es clave para ser felices. Es cierto que en el noviazgo la donación de uno mismo no es completa como en el matrimonio, pero para que la donación llegue a ser lo que debe ser, es preciso trabajar la generosidad con el otro y extenderla a los amigos, compañeros de trabajo, etc. Quien lucha por hacer grande su corazón, llega mejor preparado al matrimonio.
  4. Fortaleza. La fortaleza es una virtud clave para cualquier relación amorosa. En el noviazgo podemos ver si la otra persona se viene abajo con cualquier cosa, si es perezoso en los estudios o negligente en el trabajo. Esta virtud es la que permite que luego el matrimonio sea un matrimonio fuerte.

Además de todas estas virtudes (se podría hablar de muchas más), otros dos aspectos que conviene destacar son: la fe y los temas que debemos hablar antes de casarnos.

Respecto de la fe, no es imprescindible que la otra persona comparta mi fe, aunque sería muy bueno. En cualquier caso, sí debo tener en cuenta si existe un rechazo a la fe que yo tengo. Es muy fácil respetarse durante el noviazgo en este ámbito, pero luego saldrán cuestiones como la de educar a los hijos en la fe, poner en práctica mis propias creencias, etc. Son cuestiones muy importantes que debemos tener en cuenta ya en el noviazgo y no esperar que se resuelvan automáticamente al casarse.

En cuanto a temas que debemos hablar antes de casarnos, es muy bueno ir hablando progresivamente a medida que avanza el noviazgo y, de forma natural, de todas las cuestiones que son importantes. No podemos limitarnos a hablar de cuestiones sin relieve. Debemos conocer bien a esa persona, saber cómo piensa, cómo actuaría en determinadas circunstancias. Como ejemplo de cuestiones que tienen que hablarse antes de casarse podemos mencionar las siguientes: las relativas a la vida (aborto, eutanasia), las que se refieren a la paternidad (regulación natural, métodos anticonceptivos, fecundación in vitro, paternidad responsable…), las que afecten a la vida en común (dónde quiero vivir, tipo de trabajo, etc).

Para finalizar, sí conviene resaltar la creciente importancia de las iniciativas de preparación para novios, incluso las de preparación para el noviazgo, aunque aún no se tenga novio/a. La formación y el acompañamiento son una buena garantía para fortalecer y enriquecer nuestro noviazgo.

El autorLucía Simón

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