Estudia su segundo curso de Teología en Roma. Originario de Ogbunike (Nigeria), John Paul Ebuka Oraefo nació en una familia cristiana con una arraigada devoción mariana, clave en su proceso vocacional.
¿Cómo descubrió su vocación al sacerdocio?
—Nací en una familia de católicos practicantes. Mis padres eran especialmente devotos de la Virgen María. Participábamos en “la Cruzada del Rosario”, una iniciativa pastoral en la que se reza el Santo Rosario y algunas otras oraciones por las que son conocidos los niños de Fátima. Además, mis padres también querían que nos afiliáramos a la Legión de María. Estas afiliaciones marianas fueron muy importantes para acercarnos a mí y a mis hermanos a Dios a través de María. Además, después de cada misa dominical, acudíamos al sacerdote para que nos bendijera antes de volver a casa. Esto encendió mi deseo por el sacerdocio. Tenía unos 6 años cuando fui consciente de este deseo y se lo hice saber a mis padres. Ellos me aseguraron que, si era la voluntad de Dios, llegaría a buen puerto. El 13 de septiembre de 2008, a los 10 años, fui admitido en el seminario menor de la archidiócesis católica de Onitsha.
La Iglesia en Nigeria sufre aún hoy persecuciones ¿Cómo viven los cristianos en esas circunstancias?
—La Iglesia en Nigeria es todavía joven y está creciendo, adaptándose a las situaciones, retos y circunstancias de su tiempo. La persecución es una amenaza que, históricamente, ha acompañado a la Iglesia. Los primeros cristianos que sufrieron persecución en Roma probablemente no sabían que esa ciudad se convertiría en la residencia del vicario de Cristo en la tierra y en ciudad de peregrinación.
Sólo Dios puede sacar algo bueno de las situaciones malas. Esta es mi esperanza y la esperanza de muchos nigerianos que sufren persecución en diferentes partes de Nigeria. La fe de la mayoría de los cristianos sigue viva y, personalmente, no he oído ni visto a nadie que haya renegado de su fe como consecuencia de la persecución.
¿Cómo es la convivencia con otras confesiones religiosas?
—En Nigeria hay una miríada de confesiones religiosas que van desde el cristianismo hasta el islam y la religión tradicional. Los fieles de estas religiones son principalmente ciudadanos nigerianos de a pie, algunos de los cuales están condicionados por la situación política, social y económica de Nigeria. Estoy convencido de que los fieles de estas religiones pueden convivir, respetando cada uno las creencias del otro.
Personalmente, he tenido una serie de encuentros con personas de creencias variadas. He estudiado y vivido cerca de musulmanes, la mayoría de los cuales son buenos amigos míos. También he conocido a algunos que practican la religión tradicional. Estoy convencido de que la mayoría de los problemas que la gente encuentra con personas de diferentes religiones son alimentados por políticos que a veces intentan mezclar la religión con la política para su propio beneficio. Desgraciadamente, esto y mucho más ha dado lugar a la aparición de terroristas y extremistas religiosos que amenazan y destruyen la vida y las propiedades de algunos nigerianos de distintas creencias y credos. El hecho de que el gobierno no haya puesto fin a esta situación desde hace casi una década es preocupante y nos deja perplejos.
¿Qué te ha aportado estudiar en Roma?
—Estudiar en Roma me ha aportado muchas cosas buenas por las que siempre estaré agradecido a Dios, a mi obispo, a mis formadores y a Fundación CARF. Estudiar en Roma me ha dado el privilegio de encontrarme con el Santo Padre. Me ha permitido visitar algunos de los lugares que pisaron los apóstoles y los santos.
Los estudios académicos son uno de los cuatro aspectos de la formación que recibo aquí en Roma. Los otros son la formación humana, espiritual y pastoral. La formación académica se recibe en la universidad y la formación humana, espiritual y pastoral se reciben en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae, donde vivo. Estudiar en Roma me une, de modo especial, a los apóstoles y a los cristianos que sufrieron por la fe, dando sus vidas como testigos de su fe. Deseo volver a casa con el mismo celo, firmeza y resistencia con que estos hombres de fe vivieron sus vidas.