Las Hermanas Pobres han encontrado en las redes sociales una forma inesperada de evangelización. A través de Instagram y YouTube, su comunidad ha crecido exponencialmente, alcanzando a miles de personas con su música y testimonio. En esta entrevista, nos cuentan cómo nació esta iniciativa, anécdotas que han vivido y su visión sobre la formación vocacional.
Hablamos con ellas en el Congreso de Vocaciones organizado por la Conferencia Episcopal Española, en el que además han actuado ofreciendo su música en el concierto de clausura.
En redes sociales se percibe que vuestra comunidad está formada por hermanas muy jóvenes y otras muy mayores. ¿Cómo se vive esta diferencia generacional?
— En realidad, no hay tantos saltos generacionales como parece. Nuestra comunidad está formada por 14 hermanas, y tenemos representación de todas las décadas. Es cierto que la más joven tiene 24 años y la mayor 92, pero en medio hay una gran diversidad de edades que hace que la convivencia sea muy enriquecedora.
¿Cómo surgió la idea de utilizar Instagram y YouTube para compartir vuestro día a día?
— Todo comenzó de una manera muy sencilla. Teníamos una cuenta de Instagram con unos 7.000 seguidores, pero la usábamos principalmente para difundir nuestro trabajo y mostrar un poco nuestra forma de vida. En el Día de la Vida Contemplativa nos preguntamos cómo podíamos compartir con la gente la importancia de este día para nosotras. Así que decidimos publicar una canción.
Nos pusimos con la guitarra y otros instrumentos, buscando el lugar ideal para grabar. Pasamos de un sitio a otro sin que nos convenciera ninguno, hasta que, cansadas, casi desistimos. Pero una hermana insistió: “No, no, lo hacemos como salga”. Y así fue. Grabamos, publicamos… y desde ese momento todo cambió.
¿En qué año ocurrió?
— El año pasado. Fue increíble. En poco más de un año pasamos de 7.000 seguidores a más de 338.000. Y lo más bonito es que nos dimos cuenta del impacto que tenía en la gente. Muchos nos escribían para decirnos que nuestras canciones les habían ayudado en momentos muy difíciles.
¿Alguna historia en particular que os haya marcado?
— Sí, una muy especial. Un médico nos llamó desde Francia para contarnos sobre un paciente con cáncer que estaba en sus últimos días. El enfermo estaba completamente aislado, no hablaba con nadie, ni con su familia ni con los médicos. El doctor decidió ponerle nuestras canciones, y en una de ellas, una hermana se equivocó y el enfermo comenzó a reírse. “Pónmela otra vez”, decía una y otra vez. Aquello rompió el hielo, y poco a poco comenzó a comunicarse con los demás. Hasta llamó a su familia y se reconcilió con ellos antes de fallecer.
¿Y alguna anécdota divertida?
— Una vez, mientras comprábamos muebles en Ikea, una mujer nos reconoció y se emocionó muchísimo. Nos dijo: “¡No me lo puedo creer! ¡Las hermanas pobres! ¡Con lo que me habéis ayudado!”. No nos pagó los muebles (risas), pero nos ayudó a cargarlos, que ya es bastante.
También habéis impulsado la imagen de la Virgen de la Mirada. ¿Cómo nació esta iniciativa?
— Santa Clara hablaba constantemente de la mirada. Decía que hay que mirar a Jesús para poder seguirlo, contemplarlo y no apartar la vista de Él. También señalaba que la Virgen fue la primera que miró a Jesús y la primera a la que Él miró. Ese vínculo nos inspiró a encargar una imagen que reflejara esa relación de amor entre la Madre y el Hijo.
La imagen es muy particular, pues la Virgen mira directamente al Niño…
— Sí, nos lo han dicho muchas veces. En muchas imágenes, María sostiene a Jesús, pero mira al frente o a otro lado. En esta, ambos se miran con amor y complicidad. Es un gesto que invita a la contemplación. Los niños se cuelgan de ella, la tocan, se acercan… Está ya muy “sobada”, como solemos decir.
Estamos en el Congreso de vocaciones, ¿cómo cuidáis la formación y el acompañamiento de las jóvenes vocaciones en vuestra comunidad?
— Creemos que el acompañamiento es fundamental, no solo en la vida religiosa, sino en todos los aspectos de la vida. Cuando una chica está discerniendo, preferimos llevar nosotras el proceso, acompañarla bien y ayudarla a que realmente descubra si este es su camino.
No queremos llenar la casa de vocaciones, sino que la gente se encuentre con Dios. Para ello, es clave la formación, el diálogo, la oración y, sobre todo, la Sagrada Escritura. La formación en Sagrada Escritura es una fuente fundamental de la vida cristiana. Si no la conocemos, no podemos amar a Jesucristo. Todo lo que necesitamos saber está en la Palabra de Dios.
¿Algo más que queráis compartir?
— Solo dar las gracias a todas las personas que nos siguen y nos apoyan. Y recordar que, aunque estemos en redes, lo más importante es siempre el encuentro con Dios en la vida diaria.