Vocaciones

Fray Manuel, desde Jerusalén: «Conmueve ver a cristianos convencidos de que la paz es posible»

Fray Manuel vive en Jerusalén, en un barrio de "una zona árabe más bien radical". Sin embargo, afirma que el tiempo de guerra "impela, con gran fuerza, a vivir algo que solo es propio del cristianismo: la cultura del perdón".

Loreto Rios·10 de diciembre de 2023·Tiempo de lectura: 7 minutos

Fray Manuel

Fray Manuel pertenece a la Custodia de Tierra Santa, la orden, fundada por san Francisco de Asís, a la que la Santa Sede encomendó guardar los lugares que fueron testigos de la Encarnación de Cristo. Actualmente, fray Manuel se encuentra en el santuario de Betfagé, situado en el Monte de los Olivos. Desde este punto, Jesús comenzó su camino a Jerusalén antes de la Pasión, montado en un borrico y rodeado de una multitud con palmas que le aclamaba.

Este fraile, que ha residido también en Nazaret y Beit Sahour (el campo de los pastores a los que se les apareció el ángel, junto a Belén), afirma que, aunque la guerra los ha «zarandeado con una fuerza inusitada», ven a Dios presente en medio de todas las personas de diferentes confesiones que se congregan para rezar por la paz.

¿Cómo fue su proceso de vocación? ¿En qué lugar se encuentra ahora y cuál es su labor?

Hace muchos años, después de terminar mis estudios de Filología Hispánica, pude ponerle nombre a un proceso interior que no sabía muy bien en qué consistía y cómo se desarrollaba. Tras dos años comprendí que era posible seguir a Jesús en la senda de la vida consagrada, en el camino franciscano, pues san Francisco jugó un papel esencial en todo el proceso. Presté distintos servicios en la antigua Provincia Bética OFM y después de haber vivido experiencias fuertes interiores con grupos de peregrinos en Tierra Santa, Dios hizo surgir el deseo de venir a la tierra en donde comenzó y culminó nuestra salvación.

Una vez que se realizó la unión de siete provincias franciscanas en la Provincia de la Inmaculada Concepción de España, me concedieron la obediencia para servir a la Custodia. He vivido en Nazaret, Beit Sahour y actualmente me encuentro en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, en el Santuario de las Palmas, en Betfagé, que trae a la memoria el lugar desde el que Jesús parte, montado en un borrico, con sus discípulos y grupo hacia Jerusalén para vivir su pasión, muerte y resurrección.

¿En qué consiste la misión de la Custodia?

En su ministerio pastoral, la Custodia de Tierra Santa abarca diversos campos de acción:

-Santuarios y atención a los peregrinos: los franciscanos están presentes en 50 santuarios, lugares que recuerdan hechos de la salvación de nuestro Señor o referidos a los apóstoles o la Sagrada escritura; además, las piedras de los santuarios y su permanencia a lo largo de los siglos, garantizan la verdad histórica de lo que se recuerda y celebra. Los frailes acogen a multitud de peregrinos procedentes de todo el mundo, acompañando a los grupos como asistentes espirituales, proporcionando todo lo necesario para las celebraciones, escuchando, compartiendo y ofreciendo un testimonio sobre el lugar que favorece la fortaleza de la fe o su afianzamiento. Además, la Custodia ofrece a los peregrinos lugares donde permanecer durante días, llamados “Casa Nova”: hoteles o albergues donde se trabaja desde otra perspectiva.

-Parroquias: el ministerio parroquial de la Custodia se despliega en 29 parroquias, siendo las más destacadas o conocidas las de Jerusalén, Belén, Yaffo (Jaffa) y Nazaret; contando con templos en Siria y Líbano. Las parroquias árabes son una de las actividades más importantes de la Custodia; nacieron para la atención pastoral a los cristianos de rito latino, minoría en Oriente, y con las actividades propias de las parroquias, las piedras vivas (los cristianos locales) que han mantenido la fe a lo largo de los siglos, y se sienten fortalecidos y acompañados en el diario peregrinar.

-Actividad docente, artística e intelectual: la educación y la cultura son otras de las actividades importantes de la Custodia, que cuenta con 15 colegios llamados “Terra Sancta College” y en torno a 10.000 alumnos, en centros de Israel, Palestina, Jordania, Líbano y Chipre. En las escuelas se busca la convivencia entre musulmanes y cristianos, el diálogo real y la aceptación mutua desde pequeños.

Esta tarea es una de las que más contribuyen en la búsqueda del camino de la paz, ya que, siguiendo a san Francisco, en los colegios de la Custodia se pone paz donde hay odio y se buscan caminos donde dejar las huellas en concordia. La tarea docente requiere un gran esfuerzo, porque las posibilidades económicas de los cristianos son escasas y la Custodia acoge gratuitamente a estos alumnos, incluso en los cursos que siguen a la enseñanza obligatoria. A los jóvenes cualificados la Custodia les da una beca para que continúen en la universidad.

Además, la Custodia tiene el “Studium Biblicum Franciscanum”, en Jerusalén, que vendría a ser la universidad franciscana, el “Centro Muski de Estudios orientales cristianos” en El Cairo y el Instituto “Magnificat”de Jerusalén, que es un conservatorio, abierto a cristianos, judíos y musulmanes; muchas veces, la música consigue unir a personas de diferentes credos y condición y el conservatorio desarrolla un impagable trabajo en este campo. Del mismo modo, la Custodia cuenta con el “Christian information center”, que ofrece a todo el mundo, a través de los medios de comunicación, las retransmisiones de los actos principales, las noticias y todo lo concerniente a la vida cristiana en Tierra Santa.

-El ministerio de la caridad, la labor social: para apoyar a los cristianos locales y demás gentes que se acercan bien a Cáritas o a centros propios como residencias para ancianos, o la atención a niños, adolescentes y jóvenes de familias desestructuradas, como es el caso de la “Casa del fanciullo” en Belén. La Custodia también construye casas para los cristianos: el ejemplo más significativo es en el barrio San Francisco en Betfagé; además, ofrece vivienda con casas, propiedad de la Custodia, a cambio de un simbólico alquiler, realidad que disfrutan 350 familias.

-Atención pastoral a los migrantes: otra realidad que se encuentra en el ámbito territorial de la Custodia es atender a los católicos provenientes de Filipinas, Hispanoamérica, Europa del Este y África que vienen, particularmente mujeres, a Israel por motivos de trabajo. Especialmente la Parroquia de San Antonio de Yaffo (Jaffa) atiende a una gran comunidad de filipinos, no solo con la celebración litúrgica, sino ofreciendo locales para encuentros y actividades.

Con todas estas actividades, la Custodia realiza una labor callada y cotidiana en la búsqueda de la convivencia y la paz.

¿Cómo es vivir la fe en la Tierra de Jesús?

Vivir la fe en los lugares que contemplaron nuestra salvación implica una gran responsabilidad pues, por una parte, transitas o visitas los santuarios que recuerdan un acontecimiento de Jesús, sea el histórico o el resucitado, y este hecho te hace sentir privilegiado, ya que muchos cristianos quisieran tener la misma experiencia y no pueden; por otra parte, asumes la responsabilidad de ser testigo de lo que ves ante los demás, buscando siempre la coherencia de vida y caminar en la verdad.

Las huellas dejadas por el Maestro de Nazaret son intensas y basta acudir al Santo Sepulcro o al Calvario para revivir diariamente el gran amor con el que hemos sido amados y descubrir la belleza del Evangelio, dado que continuamente resuenan las palabras: “¿Por qué buscas entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6). Este hecho te convierte en portador de esperanza, en mensajero de la paz y el bien; te empuja a caminar con la gente y despojarte de muchas cosas para consolar, escuchar y hacer creíble que el Reino es una realidad.

Cerrarme en mí mismo, no ser acogedor o no compartir la vida de los demás iría en contra de lo que cada día contemplo: las piedras que me recuerdan a las piedras vivas que formamos la Iglesia, en la que el Señor sigue enseñando, curando, alentando y teniendo palabras de vida.

Además de custodiar los Santos Lugares, la Custodia también tiene un papel ecuménico. ¿Qué pasos se han dado con las otras confesiones cristianas y cuál es el clima actual?

Los Estatutos particulares de la Custodia de Tierra Santa dedican un capítulo completo al ecumenismo y relaciones con las otras religiones. Siguiendo la secular tradición de tantos franciscanos que, en Oriente medio, han trabajado incansablemente por el encuentro y diálogo con las diversas confesiones cristianas, la Custodia mantiene su empeño en la búsqueda del respeto y diálogo con las otras confesiones y sus tradiciones.

Son muchos los gestos, pequeños o más significativos, que se llevan a cabo: acoger en los santuarios a las otras confesiones y facilitar el espacio y lo necesario para las celebraciones y cultos (ortodoxos y protestantes); organizar conciertos, a través del Instituto “Magnificat”, en el que se reúnen judíos, cristianos y musulmanes; encuentros navideños con los patriarcas de las confesiones cristianas; firmas de documentos conjuntos y toma de decisiones ante circunstancias adversas y un sinfín de actividades que marcan el día a día en esta tierra multiforme.

Actualmente, se vive un clima bueno con las otras iglesias, sea en la Comisión del “Status quo” como en los actos convocados de oración por la paz, al que asisten tanto fieles como patriarcas o delegados. Por último, la Custodia mantiene un diálogo fluido tanto con la Autoridad palestina como con el Estado de Israel, pues, como se diría, estamos en el mismo barco.

¿Cómo viven su vocación en medio de la guerra?

La guerra nos ha zarandeado con una fuerza inusitada y nos ha arrojado a lo peor del género humano: el enfrentamiento, el odio, la violencia y la discordia. Si ya de por sí Jerusalén vive habitualmente entre atentados, redadas, vigilancias y todas las medidas que se puedan pensar, durante este tiempo de guerra todo se ha visto alterado. La cultura del odio y del miedo me llevan a buscar la paz y el entendimiento con todos por encima de todo; sé que es específico de nuestra vocación franciscana, pero estos tiempos difíciles en Tierra Santa hacen que emerja con más fuerza esta dimensión.

Del mismo modo, la guerra me lleva a realizar un ejercicio de introspección para ver lo que realmente hay de valioso y bueno en mi corazón, a conocer mis zonas oscuras y a comenzar un serio ejercicio de reconciliación conmigo mismo. San Francisco afirmaba que, si no hay paz en tu corazón, no puedes dar la paz a los demás. Igualmente, el tiempo de guerra me impela, con gran fuerza, a vivir algo que solo es propio del cristianismo: la cultura del perdón. Esta no es fácil pero me mantiene una frase del benedictino Anselm Grün: “Si aceptas perdonarte, perdonarás”.

En medio de un conflicto como el que se está viviendo, ¿qué testimonios esperanzadores se han vivido? ¿En qué situaciones han podido ver la mano de Dios?

Para mí, los grandes testimonios han venido de los encuentros de oración por la paz en Tierra Santa, porque ves a personas de distintas confesiones unirse desde lo único que es nuestra fuerza: la oración. Esta traspasa el fundamentalismo que genera la religión y une más allá de las diferencias; en mi santuario de Betfagé, que tiene un barrio cristiano construido por la Custodia, y que se encuentra en zona árabe más bien radical, los martes, los jueves y los sábados nos reunimos para rezar el rosario por la paz. Conmueve ver a cristianos, en su mayoría palestinos, que se unen convencidos de que la paz es posible si somos capaces de mantenernos unidos en el Dios de la paz y que María, Reina de la paz, es nuestra fortaleza.

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