Evangelización

Fray Abel de Jesús, el carmelita que explica teología en Youtube

Los puntos fundamentales de la Fratelli Tutti, una explicación del Adviento, el cristianismo en Star Wars o una divertida enumeración de cosas que muchas veces no hacemos bien en misa, son algunos de los vídeos que puedes encontrar en el canal de fray Abel de Jesús.

Maria José Atienza·18 de enero de 2022·Tiempo de lectura: 6 minutos
fray abel de jesus

Foto: Fray Abel de Jesús

Estudió comunicación pero jamás pensó en dedicarse a ella, “la veía desde el lado negativo” reconoce. Este tinerfeño de 28 años estuvo en el seminario diocesano cinco años antes de dar el salto a la vida religiosa.

Entró en el Carmelo en el año 2016 y, al realizar su profesión religiosa, Dios le hizo ver a este “anti-redes” que lo quería evangelizando en Youtube.

¿Cómo comenzó el canal de fray Abel?  

­–No fue una cosa que yo planeara. Casi al contrario, diría yo. Como todas las cosas de Dios: Dios toma la iniciativa y tu vas a remolque. Así ha sido mi vida, siempre a remolque de Dios, como el profeta Jonás.

Yo no tenía redes sociales ni nada. Prácticamente vivía en la abstinencia digital. En el noviciado apenas usaba el ordenador. Entraba en mi correo una vez a la semana o buscaba alguna información y poco más. Estaba “a cero” en Twitter, Facebook, Instagram o Youtube.

El día de mi profesión religiosa, arrodillado experimenté que el Señor me llamaba a ser evangelizador a través de Youtube. Y me dije para mis adentros “vamos a ver, ¿cómo voy a serlo? Es cierto que había estudiado comunicación pero casi “para redimirme”: para conocerla, pero no para dedicarme a ella. De hecho, la veía por el lado “negativo”.

El caso es que experimenté esta inesperada llamada a evangelizar en Youtube. Pensé que era una invención de mi mente pero, a partir de ahí, realicé un largo proceso de discernimiento con mi director espiritual, con los formadores, etc. hasta que se inauguró el canal, el 15 de octubre, día de Santa Teresa, de 2019. Me abrí Twitter e Instagram, aunque todo está muy centrado en Youtube. Mi idea es crear comunidad en Youtube, éste es el sentido si bien es verdad que cada red tiene su público.

¿Por qué Youtube y no otra red social?

–Realmente no hay una explicación lógica. Sólo sé que, en ese momento me vino un flechazo de parte de Dios. Una experiencia muy incisiva. Eso se cristalizó en mi mente en Youtube, y no en otra cosa. Yo sabía muy poco de ese mundo, conocía a Antonio García Villarán que es un crítico de arte que me gustaba mucho pero poco más.

¿Los resultados confirman que esto era lo que Dios quería?

–Por una parte, los resultados no son muestra de nada. En el Evangelio la dinámica del éxito esta completamente desaparecida. No existe dinámica del éxito sino más bien al contrario. Podemos decir que, de tejas para abajo, con ojos puramente humanos, al menos en la vida de Cristo la predicación del Evangelio fue un “estrepitoso fracaso”: le abandonan, muere en la cruz… La semilla del Evangelio tuvo que pudrirse para dar su fruto. Nosotros también tenemos que entrar, en nuestros apostolados, en la dinámica de la semilla: pudrirnos para fructificar. Por eso, repito, el éxito no es criterio de nada

Por otro lado, es verdad que me he encontrado con hechos prodigiosos que la propia dinámica de la palabra engendra: gente fantástica, personas que se ha sentido ayudada por el canal o que han profundizado en su fe gracias a los vídeos… Esto demuestra que el esfuerzo, ese superar esas tentaciones personales, vale la pena. Vale la pena correr ese riesgo. La evangelización, la misión es un riesgo. Mas allá de las cifras, ha valido la pena.

En cuanto a los números no me quejo. Con lo difícil que es ahora difundir contenido católico en red estamos más que contentos de que haya tantas personas de todo tipo siguiendo el canal. Estamos haciendo una misión preciosa, que es un camino de fe compartida.

¿Cómo navegar en un mundo donde no es difícil poner a Dios de excusa para buscarse a un mismo?

–Esa es la lucha diaria. Ver la voluntad de Dios para ese trabajo que requiere mucho discernir, mucho orar, y evitar esas tentaciones que hay en este camino.

¿Le ayuda alguien en esta tarea?

–Esto es una misión muy sacrificada, por el tiempo que lleva y las energías que te consume, la emoción que pones, la atención a las dinámicas de funcionamiento. Ser youtuber no es sólo un oficio, como tal, sino es casi un modo de existencia.

Cuento con personas que colaboran conmigo, especialmente en la gestión de las redes sociales porque sigo siendo bastante abstemio en ese sentido. Respondo a las cuestiones que me hacen personalmente pero no soy un habitante continuado de la red. De hecho, no tengo smartphone, por lo que mi navegación por internet está muy restringida al momento que entro en el ordenador. Y es así, básicamente, porque no tengo tiempo. Tengo cuatro horas en la tarde, si gasto una de ellas en redes sociales, sólo me quedan tres para hacer el vídeo y estos vídeos no salen con tres horas al día sino con mucho más.

¿Cómo equilibra ese modo de vida del youtuber con esa semiabstinencia digital?

–Yo lo planteo desde el punto de vista teológico de la contemplación. Todo se ordena a este principio germinal: la vida contemplativa.

La vida contemplativa desde el punto de vista teresiano requiere mucha astucia evangélica, no es todo del diablo o todo es nuestra salvación. Es un punto medio que requiere aprovechar todo lo bueno que ofrece el continente digital y rechazar todo lo aquello que pueda suponer una lesión para la salud de nuestra vida contemplativa, lo que significa un desafío constante. Por eso me considero semiabstemio digital: trabajo en internet pero no dejo que eso cope toda mi vida.

Por eso no tengo Smartphone. Tengo un ordenador en un lugar, lejos de mi habitación. Tengo unos momentos muy específicos en los que trabajo en el mundo digital. Hago una especie de ecología de la jornada que me permite librar mi ámbito propiamente contemplativo –la celda, la capilla o el refectorio– de todos los ruidos que el continente digital pueda meter ahí y que no es su espacio propio. Por eso tengo que acotar muy bien el espacio y el tiempo.

Una de las características de su presencia en redes es que huye de los enfrentamientos y polémicas pero ¿cómo ve esas discusiones y ataques que se manifiestan en las redes sociales, también entre católicos?

– Uno de los creadores de Internet, Jaron Lanier, se ha convertido en una especie de apóstol contra lo que se ha convertido el mundo digital a causa de una economía de la atención radicalizada que pretende captar visceralmente nuestra atención. Todo esto con el objetivo de generar interacción, conocimiento sobre nosotros. De este autor saqué la idea de que toda persona radicalizada en estos momentos, con posturas radicales o ilógicas, tienen una particularidad: son, en muchos casos, adictas a internet.

Esta polarización radical es fruto de una mala gestión de nuestra vivencia del continente digital y todos podemos caer en esto.

A las empresas de la red le convienen, desde el punto de vista económico que seamos lo mas radicales posible, en todos los ámbitos. Cuanto más radicales seamos y más radicales sean nuestras intervenciones en las redes sociales mayor interacción vamos a generar, y por lo tanto, más datos sobre nosotros y las personas que nos rodean vamos a facilitarles.

Los cristianos muchas veces caemos en esa idea de que una red social es de un perfil político u otro… De izquierdas o de derechas y no es así. Las redes sociales no son de derechas o izquierdas sino de lo bajo, de lo más bajo de la persona porque la polarización produce rédito.

Entonces cuando vemos que cancelan algunas cuentas en redes, como Twitter por ejemplo, ¿no piensa que se quiera silenciar una u otra postura?

Lo primero que hay que decir es que muy pocas cuentas son canceladas indefinidamente. Generalmente se cancelan durante una semana porque el algoritmo no ha funcionado bien. Es decir, si 300 personas se “ponen de acuerdo” para denunciar una cuenta, aunque sea sobre flores, la van a cancelar, porque las propias pautas de la plataforma funcionan así. Twitter suspende cautelarmente hasta que la revise una persona y entonces, generalmente, se restaura.

Ahora bien, si un perfil va contra las leyes de esas plataformas en las que está, –que son privadas, no lo olvidemos, y pueden poner las normas que quieran–, o que su conducta suscita comportamientos violentos, contenidos ilegales, la cancelarán indefinidamente.

No digo que no haya casos en los que no se hayan excedido, detrás de las redes sociales hay personas y pueden darse injusticias. Pero, en lo que yo percibo, no hay una censura sistemática de perfiles católicos.

¿Cómo definiría su canal?

–Es muy buena pregunta porque siento que llevo dos años haciéndomela. Con cada video resucita la pregunta “¿qué estoy haciendo?, ¿para qué es este canal?”

Últimamente pienso que lo que aporto a este canal es la Teología. Teología para Youtube, pero también hago videos analizando el fondo de High School Musical y vuelve la duda “¿esto qué es?, ¿teología friki?”.

Lo cierto es que la postmodernidad entiende hoy las disciplinas en este sentido, casi absurdas. El absurdo, en sentido bueno, es casi una categoría. Sólo tenemos que ver en canal de Ter, por ejemplo.

Si queremos hablar a la posmodernidad, en ocasiones, tendremos que partir de unas comparaciones que, desde el punto de vista académico, son banales, absurdas.

La teología tiene que abrir su formato a la posmodernidad y eso significa cambiar la dinámica de la academia a otras dinámicas en las que aún estamos iniciándonos. Podría decir que mi canal es Teología para el hombre postmoderno.

¿Cuáles ha sido sus vídeos “top”?

– Lo que más gusta son las explicaciones entretenidas, pero profundas, de cuestiones teológicas que a la gente le importa. Por ejemplo, hice un vídeo de 10 minutos sobre el Adviento que triunfó o uno sobre la Inmaculada. También he comentado documentos magisteriales de reciente publicación. La gente valora que expliques las cosas de manera profunda pero a la vez fresca.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica