Se acerca un nuevo tiempo estival y abundan las ofertas formativas y de cultivo del espíritu.
Con el Papa Francisco podemos afirmar que Vivimos en una sociedad de la información que nos satura indiscriminadamente de datos, todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear las cuestiones morales. Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores. (Evangelii Gaudium, 64)
A esta llamada quiere responder el Aula Malagón Rovirosa que desde hace años se desarrolla en el Monasterio de Soto Iruz (Cantabria). Este espacio de formación integral nos ofrece la vivencia de un armonioso equilibrio entre el estudio, el trabajo y la oración. Una experiencia singular y única: un signo, un anticipo, imperfecto claro está, de la sociedad que nos gustaría construir.
En el Aula se nos invita a aprender a ser pueblo, a ser familia. En los tiempos que corren esto significa que hay que recorrer el camino que va del “individualista” autorreferencial y narcisista, a la “persona” que estamos llamados a ser. Una persona que jamás puede ser entendida sin sus relaciones, sin “familia”, sin la solidaridad de los demás en el presente y en la historia. Recorrer un camino que va, igualmente, del aislamiento que nos desvincula y nos autodestruye, al encuentro, al compromiso permanente.
Hay otra experiencia muy importante que podemos vivir en el Aula. Tal vez la más importante. La de la escucha.Necesitamos el silencio. No un silencio evasivo, organizado para dejar de lado la angustiosa cotidianidad. Sino un silencio que nos ayude a detenernos, a escuchar. Al principio, sólo alcanzamos a sentir los rugidos de nuestras tormentas. Venimos del ruido. El corazón está lleno de una algarabía insoportable de grillos, de ansiedades y angustias, de miedos, de sombras de tristeza. Sólo al cabo de un tiempo discernimos entre los ruidos los mensajes importantes: ¿Qué hemos hecho de nuestra vida? ¿Qué hemos hecho de nuestro prójimo? ¿Qué hemos hecho de nuestros “hermanos” más débiles, más vulnerables, en este mundo global? ¿Por qué esta guerra permanente contra la dignidad de los seres humanos? Este silencio, para los creyentes católicos se convierte a diario y en muchas ocasiones en Oración.
Estamos todos invitados a esta experiencia única y singular. En ella acogemos el llamamiento del Papa Francisco a proteger nuestra casa común mediante la preocupación por toda la familia humana, dialogando sobre cómo estamos construyendo nuestra sociedad y convencidos de que las cosas pueden cambiar si todos nos hacemos responsables de todos. ¡Es posible la fraternidad!
Puedes informarte de los ejercicios espirituales y encuentros en www.solidaridad.net