Con su llegada, la Inteligencia Artificial ha traído consigo aires de enfrentamiento. Muchos autores han alzado un grito “apocalíptico”, como dice Fernando Bonete Vizcaíno. Premio Lolo de Periodismo joven 2023 y doctor en Comunicación Social, Bonete es además autor del libro «La guerra imaginaria. Desmontando el mito de la Inteligencia Artificial con Asimov», donde se esfuerza por mostrar que la relación del hombre con la máquina no es necesariamente de confrontación, sino que podría transformarse en una colaboración que resultase en un auténtico progreso de la sociedad.
Como profesor universitario, periodista y creador de contenido en redes sociales, Fernando Bonete ha vivido de primera mano el fuerte impacto de la Inteligencia Artificial. Y tal vez sea precisamente por esa razón por la que es capaz de ver las oportunidades que la tecnología representa para nosotros en la actualidad.
¿Qué puede aportar un humanista al debate sobre la Inteligencia Artificial?
– Las humanidades tienen tres pilares fundamentales sin los cuales no serían lo que son. En primer lugar, la sorpresa frente a la realidad. Ortega y Gasset decía que sorprenderse es comenzar a entender. Es decir, cuando uno se encuentra con la realidad y algo le llama mucho la atención y le sorprende es cuando empieza a indagar el porqué, el cómo y el qué de las cosas. Este es un pilar fundamental de las humanidades, porque a partir de ahí viene todo lo demás. El segundo pilar es preguntarse por eso que nos ha asombrado y, el tercero es la búsqueda de una explicación a las cosas que no se reduzca a una sola disciplina, sino que sea lo más completa posible.
Ninguna de estas tres cosas las puede realizar la máquina. La máquina no puede sorprenderse ante la realidad. Registra de una forma descriptiva lo que está viendo, pero no es capaz de asombrarse. La máquina no es capaz de hacerse preguntas, a pesar de que pueda responderlas. Por otro lado, la explicación que dan las máquinas a nuestras preguntas es siempre reducida a una serie de cuestiones, pero no es capaz de hacer una lectura global, pues le faltan componentes básicos de inteligencia real, como la afectividad, la emoción o el contexto.
Por lo tanto, la aportación de un humanista es toda, en el sentido de que nada de lo que aportan las humanidades puede aportarlo la máquina.
Un programa tiene el límite del código con el que ha sido fabricado. Si la programación avanza lo suficiente como para diseñar códigos muy elaborados, ¿no se puede caer esta teoría sobre la ventaja de las humanidades frente a la inteligencia artificial?
– El futuro es impredecible. Solo puedo responder la pregunta con evidencias basadas en el estado actual. Lo que nos dicen los expertos es que el sistema de computación en el que están basadas las máquinas actualmente tiene límites. Los sistemas de computación condicionan a la máquina para hacer inferencias abductivas, es decir, sacar conclusiones de eventos repetidos en el tiempo que suelen dar una serie de resultados también habituales. Con esto dejamos fuera un componente fundamental de la reacción frente a la realidad de los problemas que es, por ejemplo, la creatividad.
La creatividad y la innovación están asociadas a buscar soluciones distintas para problemas que se han venido dando en el tiempo pero que por una serie de circunstancias necesitamos que sean resueltos de forma distinta. La máquina no es capaz, en último término, de dar estas respuestas distintas a las previas.
¿Cambiarán los sistemas de computación de forma que superen el estado de inferencia abductiva y se acerquen a la creatividad? No lo sabemos, pero haría falta mucha fuerza de computación para ello. Ahora bien, incluso llegando a esa posibilidad, a la máquina siempre le faltará la capacidad de sentir, de emocionarse, de creer y tener fe, o incluso el hecho de tener deseos y propósitos propios. Por lo tanto, incluso si su sistema de computación estuviera cercano a la innovación, nunca podrá igualar al ser humano porque hay algo propio de la condición humana que la máquina, por su constitución artificial, no podrá tener nunca.
En el libro distingue entre la lógica, propia de las máquinas, y el razonamiento, que es característico del ser humano. ¿Puede profundizar en estos conceptos y explicar la diferencia?
– La máquina es capaz de sacar conclusiones lógicas de circunstancias que ya tiene registradas de una forma u otra en su propio sistema. El razonamiento nos lleva más allá de esto, en el sentido de que no solo sacamos conclusiones lógicas y encorsetadas en unas circunstancias ya dadas, sino que somos capaces de, incluso sin conocer esas circunstancias, mediante intuición, llevar esas conclusiones algo más lejos.
La máquina no puede intuir, no tiene una percepción sobre el contexto que nosotros sí tenemos. Esta intuición dota a las soluciones que damos de una riqueza inmensa.
La Inteligencia Artificial es una herramienta muy valiosa porque nos pone las pilas. No nos va a sustituir siempre y cuando volvamos a la naturaleza de lo que significa nuestro trabajo.
Fernando Bonete
Usted es profesor universitario y creador de contenido. Ha vivido la entrada de la Inteligencia Artificial en estos ámbitos de primera mano. ¿Qué puede decirnos de la llegada de estos programas a esas áreas?
– Para mí, la Inteligencia Artificial en estos y otros ámbitos es una herramienta de sumo valor. No puedo compartir la visión pesimista y negativa de muchos compañeros, a pesar de que la entiendo porque está basada en un discurso dominante un poco apocalíptico sobre el tema. Pero este discurso no tiene base ni en la ciencia ni en la experiencia.
El discurso que ve la Inteligencia Artificial como algo negativo parte de la base de que la Inteligencia Artificial nos va a sustituir a los profesores o a los creadores de contenido. Esta visión no es real, al menos si consideramos la función del profesor y del creador de contenido como realmente deberían ser.
Si entendemos el trabajo del profesor como la de alguien que llega a una clase, “vomita” un manual y se va, sin generar un pensamiento original, propio y crítico, animando a los estudiantes a que participen de este, desde luego que el profesor es prescindible y podemos poner en su lugar una máquina. Ahora bien, si el profesor desarrolla su labor logrando que a partir del conocimiento los estudiantes generen un pensamiento propio y se planteen las preguntas adecuadas, entonces el profesor se vuelve insustituible. Porque ya hemos indicado que la máquina no puede hacer eso.
Lo mismo ocurre con el creador de contenido. Si pensamos que este es alguien que copia, crea y recrea unos contenidos que ya existen, entonces claro que lo puede sustituir una máquina. Pero si se dedica a aportar algo propio y pone su personalidad y se vuelca en esa creación de contenido, de forma que este sea original y único, entonces nunca será sustituible.
Por lo tanto, considero que la Inteligencia Artificial es una herramienta muy valiosa porque nos pone las pilas. No nos va a sustituir siempre y cuando volvamos a la naturaleza de lo que significa nuestro trabajo. A mí me encanta que la Inteligencia Artificial haya suscitado estas preocupaciones, porque va a reavivar la universidad, va a lograr que se encuentre de nuevo a sí misma. Lo mismo ocurre en el periodismo, pues el periodista ya no puede limitarse a copiar y pegar notas de prensa, tiene que volver a su labor de saber plantear las preguntas adecuadas.
¿Usted diría que la Inteligencia Artificial es realmente inteligencia?
– No. Desde el punto de vista técnico lo que hoy llamamos Inteligencia Artificial no es inteligente, es solo un término que utilizamos para designar el concepto. Hay muchas definiciones muy diversas y complejas, pero por resumir podemos definir la inteligencia como la capacidad de resolver problemas aleatorios. Con aleatorios, se quiere decir cualquier tipo de problema. Las inteligencias artificiales pueden resolver problemas concretos, en algunos casos incluso mejor que el ser humano, como puede ser el juego de ajedrez. Pero frente a un problema distinto al que está orientado a resolver, la máquina no puede sacar un resultado óptimo.
Esto no quiere decir que el hombre pueda resolver cualquier tipo de problema, pero tiene las herramientas para intentarlo si quiere. En estos momentos no existe una máquina capaz de resolver problemas aleatorios.
Además, la inteligencia tiene un componente emocional que la máquina no tiene. La inteligencia se mueve también por el deseo y la voluntad, por un propósito, algo de lo que la máquina carece.
Al confrontar al hombre con la máquina, nos damos cuenta de todo lo importante que tenemos en nuestra vida.
Fernando Bonete
Volviendo a la confrontación que muchos ven, ¿cómo le gustaría a usted que fuera la colaboración entre el hombre y la máquina?
– Yo uso mucho la Inteligencia Artificial como un acompañamiento para aliviar las tareas que sí son puramente maquinales. Esto nos permite tener más tiempo para desarrollar otras tareas en las que necesitamos poner todo nuestro potencial. Creo que ese es el mejor uso que se puede hacer de estas herramientas. El problema está en darle a la máquina tareas que solo debería realizar un ser humano. Si hacemos esto, nos vamos apagando.
¿Qué aprendemos del hombre al ponerlo junto a la máquina?
– Aprendemos que la máquina no tiene todo lo verdaderamente importante de la vida: la amistad, el amor, los propósitos, la fe… Al confrontar al hombre con la máquina, nos damos cuenta de todo lo importante que nosotros tenemos en nuestra vida. En ese sentido, descubrimos todo lo que es único al ser humano. La máquina es un espejo fabuloso, porque nos permite descubrir la verdadera esencia del ser humano.
Estamos en una sociedad en la que prima la utilidad y no podemos negar que la máquina es muy útil. ¿No podemos concluir que hoy tiene mucho más valor la máquina que el hombre?
– Necesitamos darnos cuenta de que una visión basada en la utilidad es errónea. No coincide con el verdadero ser del hombre. Si no nos damos cuenta de esto, la Inteligencia Artificial se convertirá en un gran riesgo para la humanidad. Pero, a la vez, tenemos una oportunidad. Podemos darnos cuenta por fin de que la visión utilitarista del mundo no nos hace ningún bien.
La Inteligencia Artificial puede usarse para hacer las cosas bien o mal. Si la usamos mal, profundizaremos en la visión utilitarista y nos apagaremos como sociedad. Sin embargo, su llegada puede ser un punto de reacción para ver que no podemos definirnos solo por nuestra utilidad, sino que hay cosas intrínsecas a la dignidad humana que transfieren de la utilidad. En nuestras manos está decidir lo que hacemos.