“Hoy estamos muy tentados a juzgar todo lo que ha sucedido a lo largo de la historia con nuestros criterios, los criterios del siglo XXI. Esto es anacrónico. Yo no puedo juzgar a la sociedad del siglo XVI, del siglo XIII, o del siglo IV antes de Cristo, con los criterios que tengo hoy. Si actuamos de ese modo, por desgracia tan extendido, nunca podremos entender correctamente el desarrollo de la historia. El anacronismo, juzgar los hechos acaecidos en una época con los criterios de otra, es un peligro letal para el que quiere juzgar la historia con los criterios actuales”.
Quien así se expresa es el profesor riojano Dr. Fermín Labarga, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) de la Universidad de Navarra, con el que conversamos sobre Historia de la Iglesia y la historia en general, pero antes, como es lógico, del ISCR, en cuya web lanza unas palabras de bienvenida.
¿Bienvenida a quiénes? En particular a los alumnos, laicos profesionales de todos los ámbitos; a los del sector educativo, en formación y titulación, a las mujeres y los varones que se suben o deseen subirse desde todo el mundo al barco de la formación de calidad en un Instituto que abrió el período de admisión el 1 de mayo.
Omnes ha hablado ya de este Instituto de Ciencias Religiosas. Lo hizo con su subdirector, el profesor Tomás Trigo, preguntamos a alumnos por el estudio de la Teología, y ahora, pasado un tiempo, conversamos con el Dr. Fermín Labarga, su director. Un teólogo e historiador en el que sobresalen su especialidad histórica y el estudio de manifestaciones de devoción popular, como las cofradías, “un gran tesoro que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos, porque además forma parte de algo tan importante como es la inculturación de la fe”, afirma.
El ISCR de la Universidad de Navarra
Comencemos por sus datos. Es una servidumbre. ¿De qué quinta es usted? Dónde estudió y cuándo se ordenó sacerdote. Tiempo que lleva en la dirección del ISCR.
― Nací en 1969 en Logroño, estudié en la Universidad de Navarra, soy doctor en Teología y en Historia, y sacerdote desde el 1 de octubre de 1994; soy cura de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, y fui nombrado director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR) de la Universidad de Navarra el 3 de julio de 2020.
Usted conocía ya el ISCR. ¿Se planteó algún objetivo especial?
― Soy profesor de la Facultad de Teología desde hace muchísimos años. En realidad no me planteé ningún objetivo más que el de continuar con la labor que ya se estaba realizando, porque me parece que es fundamental, cuando uno llega a dirigir algo como el ISCR, sumarse a lo que se está haciendo, porque había tenido un desarrollo grande de su actividad en años anteriores. Por lo tanto, mi objetivo no fue otro que mantener lo que ya se estaba haciendo, y en la medida de lo posible, contribuir a que se mejore aún más.
¿Qué es lo que teníamos que hacer? Impartir una docencia cada vez mejor, y que esto llegue a cuanta más gente, mejor, porque es una oportunidad para muchas personas que quizá no pueden asistir a unas clases presenciales, por fata de tiempo o porque no se dan en el lugar donde viven. Bueno, pues aquí tienen la posibilidad de tener una formación cristiana de calidad.
Numerosos alumnos del ISCR con los que hemos hablado muestran su agradecimiento. A su juicio, ¿por qué esa satisfacción?
― Así lo hemos constatado también cuando se hacen encuestas a los alumnos. Los alumnos acuden a la formación que imparte el Instituto de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarra, fundamentalmente por dos motivos. Uno, la institución, la marca Universidad de Navarra tiene prestigio, en España y a nivel internacional. Y segundo, los alumnos que acuden buscan una formación rigurosa y seria; y en este caso, les da mucha seguridad saber que la docencia se atiene, como no podría ser de otra manera en una institución como ésta, a la doctrina de la Iglesia católica.
Por otra parte, los alumnos se van contentos porque experimentan que han aprovechado el tiempo, que han aprendido, y que han conocido a gente interesante, no sólo entre los profesores sino entre los otros alumnos, y que se les ha tratado bien. Esas son claves importantes para que un alumno concluya los estudios y se muestre orgulloso de haber invertido un tiempo y un dinero.
¿La mayoría de esos estudios son online?
― Depende. El Instituto de Ciencias Religiosas imparte todos los estudios que conducen a la obtención del Bachiller en Ciencias Religiosas. Eso requiere una mayor presencialidad. Pero aparte tenemos los Diplomas, de los que hemos hablado, que son íntegramente online. Son títulos propios de la Universidad de Navarra, y constituyen en este caso un modo asequible a muchísima gente de todo el mundo, y en general podríamos decir, de una cualificación profesional bastante elevada; unos estudios, como digo, que contribuyen a desarrollar conocimientos en algunas materias de la Teología, como Teología moral, Teología bíblica, que siempre es un diploma que tiene gran éxito.
También hay uno que aborda varios aspectos de la teología, podríamos decir que es como un diploma en Teología básica, y luego tenemos uno en Pedagogía en la fe, que está orientado hacia aquellos que tienen un interés mayor por la docencia, sea porque se van a dedicar a dar clases de religión, sea porque son catequistas o desempeñan cualquier otro servicio de este tipo. También tenemos uno muy interesante de Filosofía, Ciencia y Religión, donde tenemos un buen número de personas interesadas en esa relación tan fructífera, podríamos decir, entre lo que es el mundo filosófico, el mundo científico, y la Religión cristiana, que tiene que estar presente en este debate de altura académica también. Estos son diplomas íntegramente online que interesan a muchísima gente. La verdad es que tenemos alumnos en todos los continentes prácticamente.
Historia de la Iglesia
Quisiera detenerme en su especialidad, la Historia de la Iglesia.
― Acabamos de sacar el Manual de Historia de la Iglesia Antigua y Medieval. El ISCR tiene una colección de Manuales, y precisamente el 33 es el de Historia de la Iglesia Antigua y Medieval, y después vendrá la Historia de la Iglesia Moderna y Contemporánea. Los manuales los realiza cada profesor de su materia. Yo he escrito el de Historia de la Iglesia Antigua y Medieval, el número 33. Las características de estos manuales, realizados por los profesores de las distintas asignaturas, es procurar aunar en un manual asequible toda la materia que corresponde, con una finalidad muy pedagógica: hay esquemas, sumarios, etc.
En éste de Historia de la Iglesia Antigua y Medieval, aparte de los textos para comentar, se ha hecho una guía para el propio comentario, y se han diseñado mapas para entender mejor la historia de la Iglesia. Y he procurado ofrecer tres tipos de bibliografía en cada tena: una para prolongar el estudio con libros asequibles; otra para profundizar en la materia de este tema, con libros clásicos, ya de pensamiento; y un tercer campo con lecturas amenas, que son novelas que tienen que ver con la época que se estudia, y que ayudan a entender, quizá de una manera más lúdica, esa época que se está estudiando.
¿Se traducirán los Manuales a otros idiomas?
― La colección de manuales está teniendo gran éxito, lleva ya bastantes años, hay ya más de treinta, y se están traduciendo al inglés, al polaco y al chino.
Cultura woke y educación
Parece que ahora se quiere oscurecer la historia, en general, en la enseñanza de los jóvenes. Además, está la cultura ‘woke’, la cancelación de épocas, de autores, de gentes…
― En el Manual, en la introducción, hay una serie de advertencias que hago para el que quiera estudiar historia de la Iglesia, porque hay una serie de peligros. El primero, y lo pongo en mayúsculas y negritas, es el anacronismo, que consiste en juzgar los hechos acaecidos en una época con los criterios de otra. Hoy estamos muy tentados a jugar todo lo que ha sucedido a lo largo de la historia con nuestros criterios, los criterios del siglo XXI. Esto es anacrónico.
Yo no puedo juzgar a la sociedad del siglo XVI, del siglo XIII, o del siglo IV antes de Cristo, con los criterios que yo tengo hoy. Si actuamos de ese modo, por desgracia tan extendido, nunca podremos entender correctamente el desarrollo de la historia, señalo en el Manual. Por ejemplo, no podemos comprender el sentido auténtico de las Cruzadas si lo planteamos con los criterios contemporáneos de los derechos y libertades, como la libertad religiosa, reconocidos por los grandes tratados… ¡ochocientos años después! Hay que tener muchísimo cuidado con el anacronismo, es un peligro letal para el que quiere juzgar la historia con los criterios actuales.
Pero usted reconoce que, ciertamente, hay cosas que están mal.
― Claro. Por ejemplo, un asesinato siempre ha sido un asesinato. Da igual la época histórica. Esto no quiere decir que tengamos que transigir, por así decir, con lo que ha estado mal. Ni mucho menos. Pero sí es cierto que es necesario contextualizar para entender bien cada momento histórico. Hoy la esclavitud nos parece terrible, pero hace quinientos años no se lo parecía a casi nadie. Hay que entender cada momento histórico con sus coordenadas históricas y contextualizar los acontecimientos.
Esto nos llevará a no regirnos por movimientos que forman parte de un revisionismo histórico que a veces nos perjudica más que nos favorece, porque en realidad las cosas son como son. Y no podemos intentar manipular la historia. Esto es algo muy propio de todos los tiempos, no sólo de ahora. La manipulación de la historia. Manipular la historia no nos beneficia.
Tenemos que ser capaces de reconocer las luces y las sombras de cada época histórica. Y luego, a la hora de juzgar los personajes, tenemos que tener en cuenta también que no podemos hacer una disección maniquea. O por decirlo de otra manera, como las películas de buenos y malos. Aquí no todo es blanco y negro. Hay una gran escala de grises. Probablemente nos encontraremos con personas que han hecho cosas muy buenas, y también han hecho cosas malas. Cosas dignas de alabar, y cosas dignas de reprobar. Esto nos debe ayudar a ser más comedidos, cautos, equilibrados, a la hora de juzgar los acontecimientos. Y siempre los públicos, porque la historia en realidad no juzga de lo que no es público.
Señala usted asimismo en esa introducción que la Historia de la Iglesia no es apta para los que se escandalizan fácilmente.
― Querría recordar que la Iglesia es la única institución mundial que ha pedido perdón o excusas por algunos de los errores que han cometido algunos de sus miembros a lo largo de la historia. Si hiciéramos un balance general, el bien que ha hecho la Iglesia a lo largo de toda la historia es infinitamente mayor que el mal que han podido cometer algunos de sus miembros en algunos momentos.
Aun así, Juan Pablo II, con motivo del año 2000, tuvo ese rasgo de valentía de pedir perdón. Y por otra parte, la Santa Sede tiene desde hace mucho tiempo ese compromiso con la verdad de ir abriendo los archivos, un ejercicio de transparencia que hace que los archivos vaticanos y todos los demás estén accesibles al público, con acceso a documentos que pongan en claro qué es lo que ha sucedido. Esto es muy importante.
La Iglesia, o una nación en concreto, o una comunidad, tiene que ser capaz de asumir su historia. Con sus luces y sus sombras. Porque si no, nos puede pasar como a las personas, que a veces no son capaces de asumir una parte de su historia, por ejemplo traumática, y eso acaba creando unos problemas psicológicos tremendos. Eso mismo puede suceder también a las instituciones, o a las naciones, si no somos capaces de asumir nuestra historia, con las luces y las sombras. No creo que haya ningún colectivo humano que no haya tenido luces y sombras.
Nos hemos ido por las veredas de la historia, y apenas queda tiempo. Un comentario sobre la religiosidad popular y las cofradías…
― Todo el estudio de la religiosidad popular, en el fondo se puede englobar dentro de las tendencias más contemporáneas de la historia. Ahora la historia no va tanto a estudiar los grandes personajes, los grandes acontecimientos, sino a partir de lo que hicieron los Anales, la historia de los Anales, por ejemplo en Francia, en los años 60, 70, va a estudiar lo que hacía la gente corriente.
Dentro de la Iglesia hemos dado mucha importancia a la figura de los Papas, que la tiene, y los obispos… Y parece que hemos confundido el episcopologio de una diócesis con la verdadera historia de la diócesis. La historia de una diócesis está conformada por lo que hicieron los obispos, pero también por lo que hicieron los clérigos, los religiosos y, por supuesto, el pueblo fiel. En ese sentido, estudiar el pueblo fiel no es fácil, porque no ha dejado muchos rastros históricos. Pero sí sus manifestaciones de devoción, todo lo que tiene que tiene que ver con la devoción popular, que es un gran tesoro que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos, porque además forma parte de algo tan importante como es la inculturación de la fe. La fe católica, la fe cristiana, donde ha llegado se ha inculturado. Es interesante ver cómo no es exactamente igual la inculturación que se realiza en América, o la que se realiza en Asia o en África.
En nuestro caso, que es lo que yo más he estudiado en España, es una inculturación de la fe muy antigua, muy aceptada, con unas manifestaciones riquísimas. No tenemos más que ver lo que supone la Semana Santa, o ahora mismo, las romerías y fiestas que se celebran en honor de la Virgen. Pues ahí tenemos las huellas de lo que ha hecho el Pueblo de Dios a lo largo de los siglos. A partir, por ejemplo, de los documentos históricos de las cofradías, podemos analizar esto, que como digo es un tesoro de la Iglesia, que hay que poner en valor. Creo que en estos últimos años se está haciendo y está quedando claro, a raíz de muchísimas investigaciones que se están realizando en este campo.
La conversación podría alargarse, porque el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad de Navarra genera gran actividad. Y porque una lectura somera de la introducción al Manual de Historia de la Iglesia Antigua y Medieval, del Dr. Fermín Labarga, permite repasar otros peligros que formula el autor, por ejemplo, la ‘ingenuidad’. El director del ISCR subraya también que “los santos son los verdaderos protagonistas de la historia de la Iglesia”. Lo pueden leer en su Manual.