Monseñor Edinson Farfán Córdova, OSA, es Obispo de la Prelatura de Chuquibambilla (Apurímac, Perú) y Coordinador del Sínodo en la Conferencia Episcopal Peruana. Nació en Tambo Grande (Piura, 1974). Ingresó en la Orden de san Agustín en 1998. Hizo la profesión religiosa el 11 de enero de 2003 y fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 2008. Es licenciado en teología espiritual y pedagogía por la Universidad Católica San Pablo de Cochabamba (Bolivia).
Ha ejercido de coordinador de la Comisión Internacional de comunicaciones y publicaciones de la organización de Agustinos de América Latina (OALA-2006-2014); maestro de prenovicios de la Orden Agustina (2011-2012); párroco de Nuestra Señora de Montserrat en la arquidiócesis de Trujillo (2012-2013); profesor de teología en la Universidad Católica Benedicto XVI en la arquidiócesis de Trujillo (2013-2015); prior y maestro de los profesos de la Orden Agustiniana (2013-2017) y secretario general de la Organización de Agustinos de América Latina (OALA-2015-2019). Desde abril de 2018 fue Administrador Apostólico de la Prelatura Territorial de Chuquibambilla; y el 7 de diciembre de 2019 fue nombrado Obispo de dicha prelatura, en enero de 2022 fue elegido presidente de la Comisión episcopal de Comunicación de la Conferencia Episcopal Peruana.
Monseñor, usted preside la Comisión Episcopal para el Sínodo en el Perú, ¿cómo ha sido la acogida del presente Sínodo en todas las diócesis del Perú, se ha conseguido un trabajo organizado y participativo durante el proceso?
– Hemos tenido buena respuesta, el proceso sinodal se ha realizado en las 46 jurisdicciones eclesiásticas del Perú. Primero el Consejo permanente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) conformó la Comisión nacional que animaría el Sínodo de la sinodalidad en el Perú, nosotros recogimos todos los lineamientos y documentos preparados por la Secretaría General del Sínodo y los adaptamos a la realidad del país. Luego invitamos a que cada jurisdicción eclesiástica haga un lanzamiento del Sínodo, cada uno lo hizo desde su propia realidad y contexto; y seguidamente invitamos al Obispo a que forme su Comisión diocesana, que animó el proceso sinodal en su territorio. Se pidió también que haya una comisión parroquial sinodal para el proceso de escucha.
¿Qué objetivo tenía todo este proceso?
– El objetivo fue llegar a todos los lugares, el 95% de las jurisdicciones conformó su Comisión Diocesana. Hemos trabajado organizadamente, con reuniones de coordinación mensuales. El Perú ha respondido a la Sinodalidad, es un pueblo católico y quiere mucho a sus misioneros, se ha sentido acompañado por sus obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos comprometidos.
En este proceso de escucha el pueblo ha respondido con gratitud y generosidad, los fieles sienten que sus voces han sido escuchadas y valoradas. También ha sido un tiempo para sanar heridas, en algún momento los fieles manifestaron que no se les tomaba en cuenta y ahora en este tiempo han podido expresar sus necesidades, quejas o esperanzas. Podríamos decir que el Sínodo va en camino y la Iglesia Peruana ha asumido el compromiso de caminar juntos con los retos y desafíos que seguro se presentarán en el camino.
Después de la escucha realizada a nivel nacional, ¿qué temas son de interés o preocupación en los fieles católicos peruanos?
– Revisando las síntesis de las jurisdicciones hay temas constantes y prioritarios que han destacado en esta fase de escucha, y son los siguientes: la formación permanente de los bautizados para asumir un compromiso eclesial, la pastoral de las familias a través de la formación catequética, la formación de los laicos en el campo de la política, la dimensión profética iluminada por la doctrina social de la Iglesia, la evangelización a través de los medios de comunicación y la formación de los maestros de religión a través de la Oficina de Educación Católica.
También ha habido preocupación por la celebración de la liturgia, mayor claridad y concreción en los ministerios laicales, el valor de la piedad popular, la experiencia de fe de los pueblos de acuerdo a su realidad, la falta de los misioneros en los pueblos alejados, la promoción vocacional, la opción por los pobres sin excluir a nadie, un rol más protagonista de la mujer y los jóvenes en la Iglesia y la sociedad, las consecuencias de la covid 19 y el diálogo ecuménico.
No han faltado tampoco reflexiones sobre el clericalismo que afecta la vida de los fieles, los abusos sexuales en el ámbito eclesial, el acompañamiento a los ancianos, la trata de personas y migrantes, la necesidad de contar con un plan pastoral orgánico y estructurado en cada jurisdicción, la formación en la sinodalidad en los futuros sacerdotes, los conflictos mineros, el cuidado de la casa común y de la Amazonía, el cuidado de las culturas autóctonas, la acogida a las personas que son excluidas.
Estos son los temas constantes que se manifiestan en la mayoría de las jurisdicciones eclesiásticas, que el pueblo de Dios ha reflexionado.
¿Bajo esta lectura, qué retos y desafíos se presentan para la Iglesia en el Perú?
– En primer lugar, la formación permanente de los laicos. Esto ha salido en todas las jurisdicciones eclesiásticas. Nos preguntamos qué tipo de formación quieren y realmente necesitan nuestros fieles. ¿Cuáles son esos temas fundamentales en los que necesita formarse el pueblo de Dios? Es el discernimiento que la Iglesia debe hacer, obviamente, teniendo siempre presente la centralidad del misterio de Jesucristo; en este sentido, el proceso de escucha resulta muy útil.
Esta formación también debe llevar al compromiso eclesial. En Aparecida se evidenció una fe débil del pueblo con poco compromiso eclesial; y esto debido a la falta de formación. Este tema es muy importante y debe ser abordado en discernimiento profundo.
Entiendo, ¿y qué más temas se presentan?
– También, otro tema importante es la formación de los laicos en la política. Como Iglesia tenemos un gran tesoro de conocimientos en el Magisterio, el Papa Francisco publicó su tercera encíclica “Fratelli Tutti” que nos invita a entrar en el ámbito de la política, tenemos que formar a nuestros fieles y enseñarles que la política es buena, la política en sí misma es buscar el bien común. Cómo animar a nuestros fieles a entrar en este ámbito, sin duda es un gran desafío.
La iglesia tiene que estar atenta a las necesidades del mundo, discernir los signos de los tiempos, dar a conocer el Magisterio de la Doctrina social de la Iglesia. Los laicos deben participar en el ámbito de la política, es una gran oportunidad para el crecimiento integral de nuestros pueblos. En la política siempre se buscará el bien común y estoy convencido que un laico bien formado puede aportar mucho para el desarrollo de la sociedad y de la persona humana.
¿Y respecto a la piedad popular?
– La piedad popular se presenta como una fortaleza para nuestro país, pero a la vez como un desafío. A nosotros nos toca como obispos acompañar al Pueblo de Dios, teniendo presente la cultura del pueblo, también tenemos que respetarla y valorarla. Antes se hablaba de purificar y extirpar, ahora tenemos que acompañar y aprender de esta expresión de fe. Obviamente también hay que cuidar lo esencial: la fe de los pueblos, la formación doctrinal; es decir, la piedad popular debe llevarnos también a la vida sacramental y al compromiso eclesial.
Como pastores nos toca acompañar al santo pueblo de Dios del que también formamos parte en cuanto bautizados; y formarles en las Sagradas Escrituras, la Tradición, El Magisterio y en el Sensus Fidei. Siempre valorando la riqueza que hay en cada pueblo. La piedad popular es el tesoro de la Iglesia. En América Latina, en el Perú, nuestra gente ha mantenido su fe a través de la piedad popular, a través de la fe sencilla. Es un reto cómo poder acompañar estas experiencias de fe para que nos conduzcan siempre al encuentro personal con el Señor, a la praxis de la vida sacramental y al compromiso eclesial.
En los últimos años se ha hablado mucho del cuidado de las culturas originarias. ¿Cómo es la situación en Perú?
– La Amazonía y el cuidado de la casa común y las culturas originarias es un llamado urgente. El Papa Francisco en repetidas veces nos invita a una mayor conciencia sobre el cuidado de la casa común. Puede verse en “Laudato Si”, “Querida Amazonía”, “Fratelli Tuti”, también en el Magisterio Latinoamericano: Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida y últimamente en la voz profética de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, no podemos cerrar los ojos: la naturaleza sigue siendo agredida.
En 2019 ha sido el Sínodo de la Amazonía, nuestros obispos de la Amazonía son una voz profética para nuestros pueblos amazónicos, sienten en carne propia el maltrato de la tierra, la preocupación de las aguas contaminadas, el dolor de algunas comunidades indígenas que se encuentran fuera de sus tierras porque estas han sido degradadas. Los obispos de la Amazonía caminan con su pueblo y conocen sus necesidades. Sin embargo, en lo que respecta a todos, no basta decir que “hay que cuidar” o “hay que valorar y cuidar las culturas originarias o autóctonas”, necesitamos formarnos en la sensibilidad para poder actuar. Es responsabilidad de todos poder asumir un mayor compromiso en los diversos espacios de acción.
¿Podría poner un ejemplo concreto?
Yo vivo en un lugar donde hay constantes conflictos mineros con relación al tema de la contaminación ambiental. Es la región Apurímac, donde se encuentra la minería de cobre más grande del Perú, “las Bambas”. Constantemente hay conflictos entre las comunidades campesinas y la compañía minera. Sin embargo un problema mayor en esta región, el aumento de minerías informales. La contaminación ambiental es alarmante, los cerros se están derrumbando, las aguas se contaminan y las personas se enferman diariamente.
¿Qué hacer ante esta dura realidad? Es responsabilidad moral nuestra dar pasos concretos para cuidar nuestra casa común, es un grito de la costa, selva y sierra peruana. El proceso de escucha del sínodo ha permitido que el pueblo de Dios pueda dialogar sobre esta realidad alarmante que debe llevarnos a asumir orientaciones pastorales concretas.
Cambiemos de tema. El clericalismo es otro de los asuntos que preocupan al Papa Francisco.
– Sí, y también ha sido un tema que ha salido en todo momento, es un desafío porque no podemos mantener a los laicos en una etapa infantil, relegándolos y no tomándolos en cuenta en las decisiones. Hoy realmente necesitamos caminar juntos. El laico no es de segunda categoría, todos somos parte del Pueblo de Dios porque hemos recibido el sacramento bautismo; obispos, clérigos, religiosos y religiosas, y fieles laicos. No tendría el sacerdote que mandar y mandar siempre, tenemos que aprender a distribuir y delegar responsabilidades como Pueblo de Dios. Entiéndase, no se trata de que el laico haga lo que hace el sacerdote; y el sacerdote, lo que hace el laico, no, sino que juntos desde nuestra vocación y ministerio aportemos en el crecimiento de la Iglesia y su misión.
¿A qué se refiere el Papa Francisco cuando habla del Pueblo de Dios o del santo pueblo de Dios?
– La respuesta la podemos encontrar en la Eclesiología del Concilio Vaticano II, en el capítulo II: “El Pueblo de Dios” de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” ¿Quiénes conforman el Pueblo de Dios? Todos los bautizados, es decir antes de ser obispos, sacerdotes, primero somos pueblo de Dios, nuestro carnet de identidad es el Bautismo. Muchas veces se ha dado a entender erróneamente que el pueblo de Dios son sólo los laicos. Es un tema que debe seguir profundizándose. En los desafíos y orientaciones pastorales de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe salía como una prioridad para ser abordado con urgencia.
¿Cómo van a trabajar la cuestión de los abusos?
– Otro desafío actual para toda la Iglesia son los abusos en el ámbito eclesial. Cada conferencia episcopal en el mundo está dando pasos a través de las Oficinas de Escucha. El pueblo pide que se les escuche y, por su puesto, las personas que han sido afectadas necesitan un acompañamiento. Pienso que esto tiene que darse de manera más seria y responsable. Estamos dando pasos como Iglesia en el Perú. Como Conferencia Episcopal, hemos reconocido este problema por su importancia como una prioridad: acompañar en todo momento a aquellas personas que han sido afectadas y maltratadas.
También es necesaria la ayuda profesional para poder acompañar casos concretos. Hemos reflexionado mucho sobre este tema, no se puede cerrar los ojos ante esta dolorosa realidad. Se evidencian algunas situaciones de dolor, por ello es necesario ese espacio de acompañamiento para sanar heridas, incluso también al victimario.
¿Cómo se ha llevado a cabo la experiencia de la sinodalidad durante el proceso? ¿Qué oportunidades a futuro se abren bajo esta modalidad de trabajo en la Iglesia?
– Hemos realizado lo que el Papa Francisco nos pedía en su homilía cuando se inauguró el Sínodo para toda la Iglesia: “crear espacios de encuentro, de diálogo, de escucha y discernimiento”. En esta experiencia sinodal lo que más ha llamado la atención es el encuentro de las personas, virtual o presencial, han sido espacios de comunión. Este encuentro ha permitido que las personas puedan expresarse, manifestar sus puntos de vista, se sientan escuchados.
La escucha nos hace maduros en la fe, en nuestros compromisos, sabio es el que escucha y pide un consejo. Estos espacios de encuentro nos han hecho ver diversos temas de acuerdo con la realidad local. Si bien es cierto que el Sínodo nos ponía unos temas, se han evidenciado otros muchos más. En nuestro país, con una rica diversidad, estos espacios han favorecido a la comunión. Este también es el reto y desafío, a todos nos cuesta caminar juntos, sentarnos y escucharnos, se requiere de mucha paciencia.
También es importante entender la dimensión espiritual del Sínodo. Es el Espíritu el que guía y acompaña a su Iglesia. Nos conduce por caminos nuevos, hacia nuevos temas desafiantes, donde hay lugar para la reflexión e incluso para la queja o reclamo. Siempre con plena confianza en que si nos ponemos en sus manos nos llevará sin duda a buen término.
La Sinodalidad es un gran reto para nuestra Iglesia en el Perú.
– En este tiempo sinodal tanto de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe y el proceso de escucha del Sínodo, se ha evidenciado el deseo de caminar juntos. Veo a los obispos del Perú muy unidos, reflexionando temas muy actuales. La virtualidad en ese sentido nos ha ayudado mucho, hay buena comunicación, estamos convencidos de que la sinodalidad debe permanecer siempre.
Si bien es cierto que la realidad del Perú es muy diversa -costa, sierra y selva-, hay un gran compromiso con la comunión. Uno de los retos y desafíos que se viene dialogando ya en varias Asambleas de la CEP, y que estoy seguro pronto se darán pasos concretos, es la ayuda material entre las Jurisdicciones Eclesiásticas, tanto con la presencia de misioneros como económicamente. Hay jurisdicciones que pueden sostenerse económicamente por sí solas y otras que son muy pobres económicamente. Otras que tienen clero suficiente y otras que carecen de sacerdotes. En fin, este es un gran reto para trabajar juntos en este sentido, dándonos una mano desde las posibilidades de cada jurisdicción.
¿Cómo se dará la conclusión del Sínodo en el Perú?
– Ahora estamos trabajando en la síntesis final, una riqueza para la Iglesia del Perú. Da gusto leer las palabras sencillas de los fieles. Así como se ha expresado en las reuniones, de la misma manera ha sido puesto por escrito. La Comisión Nacional tiene ahora la misión, en un clima de oración y discernimiento, de realizar una Síntesis nacional. Con la información que le ha llegado de las jurisdicciones y con las impresiones que ha podido recoger durante las reuniones presinodales o de preparación. Todo se está teniendo en cuenta para la Síntesis Nacional.
El 5 de agosto debemos entregar al Consejo Permanente de la CEP la síntesis nacional para la debida aprobación. Luego, antes del 15 de agosto tiene que ser entregada a la Secretaría General del Sínodo. Vamos por buen camino, tenemos ya los tiempos organizados. También enviaremos las síntesis diocesanas de las jurisdicciones para que sirvan de soporte técnico de información y referencia, lo que evidencia un trabajo serio y responsable.
El siguiente paso será fase continental, el CELAM juntamente con la Secretaría General del Sínodo, están realizando las respectivas coordinaciones. La sinodalidad debe permanecer siempre. Desde América Latina tenemos que seguir trabajando los desafíos y orientaciones pastorales que nos ha dejado la Primera Asamblea Eclesial.
Concluyendo, ¿qué reflexión final le merece este proceso sinodal?
– Mi reflexión final es que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo. A veces la tentación es querer controlarlo todo, pero sucede que el Espíritu nos desborda y nos desinstala del lugar del confort, llevando a su Iglesia por caminos nuevos y de asombro. Precisamente, teniendo esa plena confianza en el Señor, que camina con su Iglesia y la ama, tenemos que seguir adelante. No basta decir creo en la sinodalidad, tenemos que dar pasos concretos, pasos en los que se muestre ese espíritu sinodal en la Iglesia.
Surgen grandes desafíos, para seguir creciendo como Iglesia de comunión, participación y misión; esto se logra cuando se hace un camino juntos.