Familia

Cultura del cuidado y familia

La que fue la última novela de Charles Dickens, Our mutual friend (“Nuestro amigo común”), combina situaciones y personajes oscuros con otros luminosos, que irradian bondad y ternura.

José Miguel Granados·4 de junio de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos
cultura del cuidado y familia

Our mutual friend (“Nuestro amigo común”) es la última novela que completó Charles Dickens. Contiene un intrigante entramado de historias de pasiones intensas, en ocasiones violentamente desbocadas, y también de compasión y de amor. Combina situaciones, actuaciones y protagonistas oscuros y cínicos con otros luminosos, que irradian bondad y ternura. 

Belleza del cuidado

Comienza con el enigmático descubrimiento de un hombre asesinado y tirado al río Támesis, y la compleja pesquisa posterior por descubrir su identidad. Diversos personajes de la historia destacan precisamente cuando se dedican al cuidado de los demás.

Así, una joven muy hermosa de extracción social baja, Lizzie Hexam, que ayuda a su padre, hombre rudo, en el rastreo con una pequeña embarcación de remos por el río de Londres para encontrar algo de valor, aunque sea en los bolsillos de algún ahogado… Lizzie cuida con paciente afecto a su adusto progenitor viudo y a su egoísta hermano menor, aunque no encuentre la correspondencia de la gratitud merecida. Inopinadamente, y sin pretenderlo, suscita la atracción erótica desaforada de dos hombres. Por un lado, Bradley Headstone, el pretencioso maestro de la escuela del hermano de Lizzie, que se deja llevar por un ansia brutal hacia ella. Por otro, Eugene Wrayburn, abogado decadente y frívolo, que se burla cruelmente del maestro despechado, provocando el incendio criminal de sus celos. Mortimer Lightwood, amigo íntimo de Eugene, procura cuidarle y reconducir sus provocaciones y dislates, para evitar que abuse de la chica pobre y que encienda la cólera de su humillado rival de amores.

El relato también presenta a Bella Wilfer, otra joven bonita, pero caprichosa y superficial. Vive con su modesta familia: una madre dominante e insoportable, que tiene amedrentado a su pusilánime y laborioso padre; y una hermana envidiosa y vana, que la irrita adrede. Bella anda habitualmente malhumorada por lo que considera su penuria económica inaguantable. Sin embargo, su mejor versión aflora cuando se vuelca en afecto hacia su sufrido padre, cuidándole con delicado cariño. Súbitamente aparece en su vida John Harmon, joven valioso, inteligente y trabajador, que tiene que abrirse camino tras un grave infortunio, y que se esforzará en cuidar y transformar a Bella, para que llegue a ser una mujer excelente.

Otros protagonistas son Nicodemus Boffin y su mujer, un matrimonio mayor sin hijos, encantadores y sencillos, de condición humilde. Han prosperado con el negocio de la recogida de basuras, por lo que a él se le denomina como el basurero de oro (“the Golden Dustman”), expresión que simboliza el peligro del apego al dinero. Viven para cuidar a los demás: acogen y adoptan con cariño a un chico retrasado; y también favorecen a Bella y a John.

Por último, aparece en escena Jenny Wren, joven cojita, de columna contrahecha, con un carácter desabrido y receloso. Su trabajo consiste en bordar de encargo trajecitos para muñecas. Cuida como puede a su padre alcohólico, a quien intenta alejar del vicio destructivo.

Evangelio del cuidado

En el mensaje para la jornada mundial de la paz de este año, el Papa Francisco explica cómo del evangelio de Jesucristo brota la “cultura del cuidado”, germen de unas relaciones sociales conformes a la dignidad humana. 

El cuidado amoroso que Dios mismo depara a cada persona la dota de dignidad y contiene la vocación de corresponder con gratitud mediante el cuidado de los demás. En efecto, la revelación divina y la razón humana nos llevan al reconocimiento de la dignidad sagrada, absoluta, de todo ser humano. Cada persona es única, ha de ser tratada con respeto, pues vale por lo que es y no por lo que tiene: por ser imagen de Dios, por ser amada e invitada a una relación filial de amistad, conforme a su naturaleza inteligente y libre. Además, Jesús se identifica con cada prójimo necesitado y desvalido, cuando dice en su parábola del juicio final: “A mí me lo hicisteis” (cf. Mt 25,40). Cuidar a los necesitados configura el paradigma de la condición humana.

¿A quién cuido?

Una sociedad grande es la que cuida de los pequeños. En cambio, si desprecia a los débiles se torna despreciable: cuando prima la prevalencia de los fuertes, la ley la selva, se maltrata a los pobres y frágiles, y la civilización se torna inhumana, tiránica. 

Por eso, hemos de preguntarnos cada uno: ¿a quién cuido?, ¿cómo cuido a las personas? ¿vivo como verdadero cuidador? Pues, en realidad, mi vida vale en la medida en que soy cuidado y cuido a alguien. Cuando tomo conciencia de que mi vida es para gastarla en el servicio concreto del prójimo, asumo la propia vocación de guardar al hermano (cf. Gén 4,9). Cuando reconozco, protejo y promuevo a alguien, realizo mi misión en el mundo, colaboro con el cuidado providente de las personas que constantemente realiza el Señor. En definitiva, como se lee en esta novela: “Nadie que aligera la carga de alguien es inútil en este mundo”.

Llegar a ser un buen cuidador requiere preparación. Cada uno ha de dejarse cuidar y cuidarse, para llegar a ser capaz de cuidar a los demás. Es necesario formarse integralmente, aprender a amar y a ayudar; adquirir la cualificación adecuada para el servicio humano y profesional desinteresado y esmerado a los demás miembros de la comunidad.

Cuidado familiar

La acogida al necesitado y al enfermo constituyen la entraña de la cultura familiar, su aportación decisiva a la comunidad humana. La comunión conyugal nace de la entrega recíproca de los esposos. El Señor ha bendecido la alianza que une en la carne al marido y a la mujer de por vida con el don de la fecundidad. El hogar matrimonial se conforma como la cuna, la escuela y el primer hospital de la vida humana. En definitiva, la familia constituye la primera comunidad que vive y enseña el cuidado de las personas. Es el lugar natural y privilegiado para educar en el reconocimiento del valor inmensurable de cada persona y en la vocación a cuidar a los demás.

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