En el año 313, durante el papado del africano Melquíades, los emperadores Constantino (Occidente) y Licinio (Oriente) concedieron libertad de culto y tolerancia a los cristianos con lo que se denominó el Edicto de Milán. Al año siguiente, Silvestre, sacerdote romano, fue elegido Papa, guió el tiempo de la Roma pagana a la Roma cristiana, y asistió a la construcción de las grandes basílicas constantinianas.
El Papa Silvestre coincidió muchos años con el emperador Constantino, cuyo edicto supuso la aparición del concepto de libertad religiosa, se ha subrayado. El Papa Silvestre sugirió a Constantino la fundación de la Basílica de San Pedro en la colina del Vaticano, sobre la tumba del apóstol. Gracias a esa colaboración entre Constantino y el Papa Silvestre, surgieron también la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, y la de San Pablo Extramuros.
San Silvestre contribuyó al desarrollo de la liturgia, y cambió los nombres de los días de la semana que recuerdan a divinidades paganas, dejando sólo el sábado y el domingo, y llamando «ferias» a los demás días. Es posible que durante su papado fuera escrito el primer martirologio romano. Su cuerpo fue enterrado en Roma, en el cementerio de Priscila (335).