Instruir a los alumnos en el colegio es una gran vocación. Pero formarlos para que conozcan a Dios y tengan deseos de tratarle eso ya es un arte. A eso se dedica María del Mar Cervera Barranco, profesora católica en el colegio de las Irlandesas en el Soto de La Moraleja. El centro lo lleva el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, una congregación religiosa fundada por Mary Ward en 1609. Estas religiosas tienen actualmente seis colegios en España. María del Mar, aparte de instruirles en las materias que imparte, lucha con delicadeza y cariño para que los niños adquieran una sensibilidad espiritual que les ayude a encontrarse con Jesucristo. Con un cargamento de cosas pequeñas va imprimiendo en sus almas la ilusión por ser amigos de Jesús, desde enseñarles a hacer la genuflexión, a dar gracias después de comulgar o a cantar en Misa.
La vocación de María del Mar como maestra no fue algo repentino: ya jugaba a las profesoras con sus amigas, vecinas y hermanos. “Mi cacharro preferido era la pizarra. Estaba claro que había una semilla poderosa que me encaminaba casi por incercia a la enseñanza”, me confiesa. Estudió magisterio y pedagogía en una escuela de la Iglesia “para educar y poder evangelizar”, algo que le parece inseparable en un cristiano. También es congregante mariana y eso le lleva a transmitir con cariño a sus alumnos la devoción a la Virgen María. Desde hace 27 años disfruta de su vocación a la enseñanza en el colegio de las Irlandesas, del que es antigua alumna.
También imparte clases de religión: “Disfruto mucho, porque me encanta transmitir mi fe a los niños. Se transmite lo que se tiene y lo que una es. Supone una gran responsabilidad. Toda esta labor me exige intentar ser coherente en mi vida”. Entiende que es un privilegio rezar con los niños por las mañanas, preparar los sacramentos, enseñarles las oraciones y las canciones, asistir a las Misas que se celebran en el colegio y ayudarles a entenderlas y disfrutarlas, vivir con profundidad los tiempos litúrgicos y explicar el Evangelio y los contenidos de la fe. María del Mar me confiesa que esto es una riqueza impresionante para su propia vida espiritual: “la que recibo la ayuda soy yo, que me pongo delante del Señor todos los días y me recuerdo que esto tengo que vivirlo, que no es una pura teoría que les suelto a los alumnos. Creo que Dios me exigirá mucho porque me ha bendecido mucho”, me cuenta María del Mar.
Son muchas anécdotas que le edifican a diario. Recuerda cómo hace unas semanas celebraron las primeras comuniones del colegio y una de sus alumnas se le acercó nada más verle y le contó que estaba muy feliz y agradecida por todo: “Me lo dijo con una profundidad que no se me ha borrado”. Le llenó de gozo ver a un niño que no tenía experiencia de fe en su casa y que no estaba bautizado: “A lo largo del curso, contagiado por la cercanía de sus compañeros con Jesús, por la ilusión de los demás con las cosas de Dios, pidió ser bautizado y recibir la primera comunión”. Recuerda también cómo hace unos años estuvo preparando a una niña para la primera comunión. Su madre estaba enferma de cáncer y veía que se moría. Llamó a Mar para pedirle que cuidara mucho de su hija, que la preparara muy bien, que hiciera las labores de madre con ella: “Murió a las pocas semanas y el día de la primera comunión le acompañé con todo el cariño de quien cumple un encargo divino”. Lo que más llena a Mar es ese contacto directo, de tú a tú, con cada niño, queriendo a cada uno como les quieren sus madres. Los siente como sus hijos y es consciente de que les va a entregar lo más importante que podrán recibir en sus vidas: “No tanto unos conocimientos teóricos, que podrán olvidárseles, sino a Jesús, que permanece para siempre”.