Evangelización

Los santos: evangelio vivo

La vida de los santos constituye un poderoso argumento de credibilidad, ya que ellos demuestran de modo concreto y eficaz la veracidad del evangelio.

José Miguel Granados·31 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
Carlo Acutis

Decía el joven Carlo Acutis, recientemente beatificado: “Estoy feliz de morir, porque he vivido mi vida sin perder un minuto en aquellas cosas que no agradan a Dios”. La vida de los santos constituye un poderoso argumento de credibilidad. Ellos demuestran de modo concreto y eficaz la veracidad del evangelio, que no se queda meramente en doctrina teórica ni menos aún en ideología, sino que contiene la semilla divina para desarrollar la excelencia en la existencia personal, en las sociedades y en las culturas. 

Cercano y poderoso

Sus vidas intensas, impulsadas por la fe, muestran de modo cercano y poderoso el humanismo definitivo contenido en el mensaje cristiano, que hace presente en el mundo la novedad sobrenatural del Reino de Dios. Su existencia, llena del fuego del Espíritu, refuta no solo la impostura de un pretendido humanismo ateo, desmentido además por los terribles regímenes totalitarios del mundo contemporáneo, sino también la pretensión de un cristianismo tibio y mediocre, mundanizado, incapaz de transmitir la vida de fe.

Evangelio vivo

Los santos son realmente evangelio vivo, vivido, expresado en la historia de personas de todas las condiciones: son prolongación o continuación de Cristo mismo y de su obra en el tiempo y en el espacio, en la amplísima variedad de circunstancias, formas y opciones. La Iglesia presenta todos estos testimonios asombrosos pero asequibles, tangibles, -los santos “de la puerta de al lado” (Francisco), “de la vida ordinaria” (san Josemaría)- como motor fundamental de su misión evangelizadora.

Atracción hacia Jesús

Las vidas luminosas y sencillas, verdaderamente virtuosas, de los santos, convencen de la plenitud que ofrece Cristo. Son “el rostro mas hermoso de la Iglesia, esposa de Cristo” (Francisco); son destello de la belleza divina encarnada. Atraen fuertemente hacia Jesús, causa de redención universal y modelo acabado para todos, mediante su sabiduría superior, eterna; influyen poderosamente con su vida de oración, de intercesión y de sacrificio escondido; regeneran los pueblos con su ejemplo de caridad generosa, audaz y heroica.

Así oraba santa Faustina Kowalska: “Ayúdame, Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.”

Los santos y las santas “han sido siempre fuente y origen de renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia” (san Juan Pablo II). Ellos se perfilan como “estrellas de esperanza”, y señalan a Cristo como el único Salvador (Benedicto XVI). Son luminaria clara y guía segura en la peregrinación terrena hacia el cielo. 

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