Vanna Ceretta es la ecónoma y directora de la Oficina Administrativa de la Diócesis de Padua (Italia). Está casada y es madre de tres hijos. Ha trabajado 18 años en la Oficina Misionera diocesana como coordinadora. Desde 2014 realizaba labores de coordinación en las oficinas del ecónomo y administrativa y en 2019 ha pasado a ser ecónoma. La diócesis de Padua tiene más de un millón de fieles, con casi 500 parroquias. Depende directamente del Vicario episcopal para los bienes temporales de la Iglesia. Tiene un presupuesto solo para la diócesis de alrededor de 10 millones de euros. Solo en 2020 se ha gastado más de 38 millones de euros en actividades caritativas locales y 48 millones en caridad con otras iglesias. Todo ello puede verse en los informes que año tras año presentan en un ejercicio ejemplar de transparencia.
¿Qué es lo que hace que las personas sean cada vez más generosas y qué las caracteriza?
–Me gustaría responder con una imagen que nos llega del Evangelio. Jesús está en Betania y una mujer derrama sobre el maestro un perfume precioso y abundante de nardo, un gesto de valor incalculable, para la mayoría considerado un exceso, un desperdicio. En cambio, el aroma invade la escena y se da a sí mismo extendiéndose. He aquí este gesto absolutamente inaudito que nos habla de una generosidad que es gratuidad inesperada y preciosa. Entonces, ¿qué caracteriza la generosidad de las personas? Su gratuidad al dar, al ofrecer, sin cálculo y sin buscar el propio beneficio. Tengo en mente a una pareja amiga mía, muy comprometidos ambos profesionalmente y ya padres de tres hijos, que han acogido a una adolescente en su hogar. Se convirtió en parte de su familia, alteró la dinámica de la relación, pidió atención y energía para recibir ese amor que tanto necesitaba para crecer. No era necesario que esta pareja «rompiera el vaso de alabastro», pero este compromiso de recursos y energía ha hecho mucho bien no solo a esta chica sino también a mí, a mi familia y a muchos otros.
¿Cómo podemos ayudar a los fieles a comprometerse en la misión y en el sostenimiento de la Iglesia?
–La escucha, el compartir, la fraternidad y la transparencia son los ingredientes fundamentales para ser coherentes con la misión de la Iglesia y al mismo tiempo sostenerla. En estos años de servicio en la diócesis he visto comunidades que han puesto en el centro a los más pobres y frágiles y han crecido en la caridad. Me he encontrado con otras que han compartido sus ahorros con parroquias en dificultades. He conocido a personas que ofrecen su profesionalidad de forma gratuita para hacer frente a los problemas que surgen en la parroquia o para hacerse cargo con pasión de la gestión contable. Son ejemplos de cómo donde hay un camino de escucha, donde se comparte y realmente se vive la fraternidad, que también trae consigo los preciosos valores de transparencia y fidelidad en la administración de los bienes, la Iglesia crece y crece la voluntad de participar también en el frente de la sostenibilidad.
¿Han verificado la eficacia pastoral de la transparencia en la diócesis de Padua?
–El camino de la transparencia administrativa es largo y desafiante, pero estamos cosechando los frutos, tanto en términos de credibilidad como de conciencia. Al principio era difícil pedir que se rindiera cuentas de todo. Además, muy a menudo se nos decía que la caridad no puede reducirse a la doble partida (contabilidad), pero después de un largo trabajo de escucha y diálogo surgió la conciencia de que la transparencia es un valor fundamental -y no solo añadido- en la acción pastoral, especialmente en un tiempo atormentado como el que estamos viviendo.
¿Es fácil para una mujer con el cargo de «ecónoma» dialogar y abordar temas económicos con los párrocos?
–Es la responsabilidad, no el género, lo que sostiene este oficio. Asumir la tarea de ecónomo, de administrador, significa ante todo asumir una responsabilidad que debe llevarse a cabo con gran determinación, pero que siempre debe ir acompañada de una profunda espiritualidad. No he tenido dificultades explícitas como mujer. Por supuesto que siempre se requiere una profesionalidad y una apertura continua para acoger, acompañar, dar indicaciones a veces incluso decir que no. Un libro que leí cuando mis hijos eran pequeños se titula «I no che aiutano a crescere» (Los “no” que ayudan a crecer). Enseña a reconocer cómo se crean situaciones de malestar por la simple incapacidad de decir que no, y cómo no saber negar o prohibir algo en el momento adecuado puede tener consecuencias negativas en la relación entre padres e hijos, así como en cualquier otra relación en la que te encuentres ejerciendo un rol de liderazgo. Decidirse a decir que «no» siempre genera grandes conflictos: algunas comunidades viven de la nostalgia y se aferran a una falsa necesidad de muchos edificios, muchos espacios, muchas actividades, mostrando un rostro de Iglesia que proviene de un pasado que todavía está muy arraigado.
¿Qué importancia tienen los asuntos financieros en una diócesis?
–El Papa Francisco nos recuerda que no solo vivimos en una era de cambio, sino en un verdadero cambio de era marcado por una crisis antropológica y socio-ambiental general.
Este tiempo complejo nos obliga a tomar decisiones exigentes también a nivel económico e inmobiliario que cambiarán la historia de nuestra Iglesia. Los problemas que surgen cada día requieren mucha energía para buscar soluciones, pero también estamos llamados a desencadenar procesos de cambio. En Padua la cuestión ha estado sobre la mesa durante varios años y ahora el camino emprendido con el Sínodo diocesano nos ayudará a discernir aún más, también en esta área.
El servicio del ecónomo requiere una tensión continua para poder leer la realidad y traducirla a este camino de renovación.
¿Por qué la Iglesia necesita bienes y recursos para llevar a cabo su actividad si su misión es espiritual?
–Los bienes y recursos son y deben ser funcionales a la misión de la Iglesia. Por supuesto, es necesario tener siempre mucho equilibrio y leer las intervenciones que se llevan a cabo en el campo económico y en la gestión de los bienes según la misión principal de la Iglesia: dar testimonio de Jesús, difundir el Evangelio, estar cerca de los «pobres» y acompañarlos, cualquiera que sea la forma de su pobreza, material o espiritual.
Debemos ponernos delante de la Palabra y examinarnos continuamente para evitar decisiones y prioridades equivocadas.
¿Ha afectado la pandemia a la generosidad de los fieles?
–Seguramente ha habido una disminución no tanto en la generosidad como tal, sino en las ofrendas, también debido a la paralización forzada de las misas y la asistencia a la Iglesia. Pero la generosidad no ha cambiado, y así lo hemos vivido con una propuesta pastoral para el año de la pandemia (2020-21) dedicada a la «caridad en el tiempo de fraternidad» y el instrumento que hemos denominado «Sostenimiento Social Parroquial« una propuesta que ha solicitado, de diversas maneras, la generosidad de los cristianos para crear un fondo parroquial para ayudar a las personas y/o familias a «recomenzar» a partir del momento de dificultad económica que sigue golpeando tan fuerte a nuestro país. Gracias a los fondos extraordinarios recibidos de la Conferencia Episcopal Italiana, la Diócesis se ha colocado al lado de cada parroquia que lo ha solicitado, donando al fondo parroquial un euro por cada habitante y esperando que cada comunidad, con la ayuda de todos los feligreses, se comprometiera al menos a duplicar la cantidad. El resultado ha superado todas las expectativas. Hemos vivido un hermoso camino de experiencias de solidaridad y cercanía que han llenado de esperanza a nuestras comunidades tan duramente golpeadas.