Titular a un libro Mejor imposible es arriesgado y toda una declaración de intenciones. Pero para José Luis Retegui, un joven sacerdote diocesano de Madrid, la religión católica no es una más dentro entre otras religiones y visiones de la existencia. Es la mejor de todas porque, a su juicio, no se puede imaginar una mejor.
Dios, el mejor futuro posible
Dios ha sido pretencioso y ha querido compartir con nosotros, como afirma Cristo en la última Cena, la gloria que Él disfrutaba antes de la creación del mundo. Si a los dos protagonistas de toda religión, Dios y el hombre, los elevamos a su máxima expresión, nos sale la verdad defendida por la Iglesia Católica.
Dios tiene todas las perfecciones imaginables (todopoderoso, infinito, omnisciente…), su creación rebosa sabiduría. El hombre está llamado a ser como Dios por el bautismo porque Dios se ha hecho como nosotros en la encarnación. La vida después de la muerte es toda la felicidad de Dios para siempre. ¿Se puede imaginar una alternativa mejor? El cristianismo es la unión total entre Dios y el hombre. No en un futuro, sino hoy y ahora, cada vez que participamos de la Eucaristía. Por la fe creemos en lo que el hombre ni se hubiera atrevido a imaginar o pedir a Dios.
La religión más verdadera
Mejor imposible comienza afirmando que la religión católica es la más verdadera. En primer lugar, porque es la única en la que Dios se ha hecho hombre y nos ha comunicado la verdad que sólo Él conoce. Además, esa verdad la ha demostrado con milagros y hechos extraordinarios, desde hace dos mil años hasta la actualidad. Para pensar que todos los milagros que han sido corroborados por testigos son inventados quizá requiere todavía más fe.
Retegui realiza un planteamiento optimista en un mundo donde hay tanto mal y sufrimiento. En su opinión, la visión católica del mal es la más positiva que se puede concebir: Gracias a la Cruz creemos que el “mal es bueno”, pues nos permite, como Cristo, amar con más intensidad a Dios y a los demás. Además, sólo padeceremos en esta vida aquellos males que Dios permita para sacar bienes mayores. El mal tiene fecha de caducidad: Cristo lo ha aniquilado en la Cruz, es como un pez fuera del agua dando sus últimos coletazos.
El mal
Sobre todo los católicos identificamos y tenemos las herramientas para combatir el único mal que nos debe preocupar: el pecado. El resto de males pueden venir bien en este corto periodo de vida en la tierra. Cristo nos ha indicado cómo transformar el dolor en amor. El mal en cierta medida es como el estiércol maloliente; se puede desechar, sin embargo, si lo enterramos en nuestro campo hará florecer las plantas.
La obra tiene un tono positivo y desacomplejado, lo que aporta frescura en la manera de transmitir la fe en nuestro tiempo. Muestra cómo el cristianismo ofrece la mejor visión del hombre, de modo que no solo somos un conjunto de células que desaparecerá después de la muerte. Además, los movimientos más modernos son en realidad muy antiguos. El culto a la naturaleza, el yoga, el karma, la reencarnación… son mucho más viejas que el cristianismo.
María
Al final del libro se defiende que la Virgen María es la prueba de que nuestro mundo creado es el mejor imaginable. Es un debate filosófico que viene de lejos. Leibniz defendía que este mundo es el mejor de los mundos posibles, si no, Dios hubiera creado otro mejor. Santo Tomás de Aquino objetaba con razón que este mundo es mejorable y finito, Dios podría haber creado un universo mejor, por ejemplo, con un tamaño superior.
María es la respuesta a esta aparente contradicción: Dios podría haber diseñado un universo más perfecto, pero no una criatura más perfecta que la Virgen María. El mejor de los mundos posibles, Dios lo ha concentrado en una mujer de Nazaret. El ser humano está llamado a ser como Dios, ella es la única sin ningún pecado o imperfección. Por tanto, la Virgen María es el reflejo en la tierra de la perfección de Dios.