Después de 10 años trabajando en Oceana y ser su Vicepresident of Global Development, el Cardenal Dolan le pidió que se convirtiera en la Executive Director of Development de la Archidiócesis de Nueva York. Lleva allí seis años y en este tiempo ha dirigido campañas tan grandes como la Renew and Rebuild Campaign que logró reunir más de 240 millones de dólares para sostener la actividad de la Iglesia en Nueva York, así como también otras para la reparación de Saint Patrick, la catedral de la Archidiócesis situada en Manhattan.
¿Cómo son las personas generosas?
Yo distinguiría quienes son generosos con el dinero, con el tiempo y con el talento.
¿Las que lo son con el dinero?
Las que dan hasta que les duele un poquitín. Siempre me quedo con la duda de si tenía que haberles pedido más. Hay personas que a mí me impresionan porque dan hasta la camisa. En barrios pobres es muy común. Si el sacerdote necesita algo, lo dan todo.
¿Y con el tiempo y el talento?
Hay gente muy involucrada, que dedica mucho tiempo y que pone toda su capacidad al servicio de la parroquia. En el fondo, en cualquiera de las tres dimensiones, lo que define a las personas generosas es que se sienten privilegiadas y agradecidas a Dios por todo lo que han recibido. Entienden que tienen mucha suerte y que han sido elegidas por Dios. Aquí desde que son muy pequeños tienen esta visión. Pienso que la verdadera generosidad se manifiesta en los tres aspectos.
¿Qué puede hacer un sacerdote en una parroquia para involucrar a los fieles en el sostenimiento?
Pedir, pedir y pedir. Cuando he entrenado a los sacerdotes para que hagan peticiones todos han respondido muy positivamente. Al principio les parecía imposible pedir lo que les aconsejábamos (25.000 dólares). Les daba miedo pedir, pero se dieron cuenta de que la gente estaba mucho más abierta de lo que pensaban.
El pánico a que los fieles se ofendieran desaparece cuando les piden y nunca sucede eso que imaginaban. Podemos equivocarnos en la cantidad que les pedimos, pero cualquier conversación da fruto, aunque a veces no sean inmediatos.
¿Y eso funciona también con el tiempo y el talento?
Por supuesto. Ahora estamos teniendo sesiones de formación con los seminaristas para enseñarles a pedir y les hacemos ejercicios sobre cómo pedir talento y tiempo a los fieles. Es fantástico. Son muy creativos. La perspectiva es la misma.
¿Y si a alguien le cuesta pedir?
Si a un sacerdote le cuesta pedir dinero, que suele ser lo más difícil de pedir, le recomendamos que busque a alguien de su parroquia que lo haga. Hay personas que no sufren pidiendo, todo lo contrario. Además la petición nos gusta que sea intentional. Es como decir que sea “dirigida a un fin concreto”.
La petición nos gusta que sea intencional. Es como decir que sea “dirigida a un fin concreto”.
No es bueno pedir en general. Esto lo he aprendido del Cardenal Dolan. Les animamos a los párrocos a que pidan concretamente. Así los fieles no dan lo que les sobra, lo que llevan en ese momento encima. El Cardenal me contaba cómo él había aprendido de su padre. Rezaban todos juntos y luego se sentaban y decidían cómo iban a compartir con la Iglesia su tiempo, su talento y su dinero. Eso es una ofrenda intencional.
¿Cómo se pide la colaboración de los fieles?
Lo primero que hemos intentado y vamos consiguiendo que entiendan los sacerdotes es que pedir dinero no es solo una cuestión financiera, sino que es algo profundamente pastoral. Por eso, no se puede hacer de forma general. Lo mejor es poder hacerlo en el marco de una conversación más amplia.
Me ha pasado que un sacerdote iba a tener una de estas conversaciones y se olvidó de pedir el dinero. Yo le felicité. Muy bien, padre, ha hecho lo que tenía que hacer usted. Ahora déjeme el contacto y yo les llamo para pedirles su colaboración. Entiendo que en otros países no existe este tipo de apoyo desde la diócesis, pero gracias a Dios los sacerdotes están comprendiendo la dimensión pastoral que tienen estas donaciones de tiempo, talento y dinero.
¿Cómo son esas personas que disfrutan pidiendo dinero?
Suelen ser personas a las que les encanta la gente, muy sociables y apasionadas. Es gente que tiene una convicción muy genuina y que pide no para sí misma, sino para otras personas, para una comunidad que lo necesita. Yo siempre recomiendo antes de pedir practicar un poco. Aquí lo llamamos el role play, porque cada uno tendrá su estilo. Cada uno se apasiona más con unos temas que con otros y es bueno que cada uno pida para lo que siente pasión.
He visto a gente pedir con mucha pasión para poner aire acondicionado, ventanas, etc. Hablaban de una experiencia de conexión con el Señor que se producía en la parroquia gracias a que uno no se distrae con el calor que hace, por ejemplo. Era maravilloso escucharles. También es muy útil que sea alguien creativo para conectar con el donante.
¿Cree que eso puede hacerlo el ecónomo de las diócesis?
Pienso que no, porque somos dos perfiles muy diferentes. Los que trabajan conmigo se ríen de mí porque yo no soy capaz de leerme ningún contrato y podría firmar mi sentencia de muerte sin ningún problema. Cuando yo me encuentro con mi CFO (ecónomo), la otra cara de la moneda, me suele decir que le agoto. A él le gusta mucho el Excel y le cuadran todos los números, sabe dónde está todo… La gente de finanzas tiene un mensaje que es interesante para los que se dedican a las finanzas, pero tenemos que volver a poner al donante en primera línea: él es el protagonista.
Pedirle dinero a mi madre es muy diferente de pedírselo a un sobrino mío que tiene 23 años. No solo es una diferencia generacional, sino que también es diferente la reacción.
Pedirle dinero a mi madre es muy diferente de pedírselo a un sobrino mío que tiene 23 años. No solo es una diferencia generacional, sino que también es diferente con qué reaccionamos cada uno, qué es lo importante para nosotros. Cuando un sacerdote tiene dos o tres parroquias, pedir dinero se convierte en una actividad muy al final de la lista de prioridades. Están todo el día corriendo de aquí para allí.
A mí me preocupa que los números y el dinero influyan demasiado en la misión de la Iglesia. Se lo he dicho al Cardenal y me ha respondido entusiasmado. Nos hemos metido en una dinámica en la que estamos siempre intentando cuadrar el balance. Por eso hablamos todo el día de recortes, de cerrar parroquias y de ahorrar.
El Cardenal me dijo que estaba dándole muchas vueltas al pasaje del Evangelio en que Jesús le dice a Pedro que reme mar adentro. Los peces no están en la orilla. Eso implica un riesgo. No podemos sentirnos seguros en nuestra torre de cristal. A veces hay que asumir deudas. Nos faltan conversaciones sobre evangelización, por ejemplo, sobre cómo hacer que la gente vuelva a Misa. Es verdad que nos siguen un montón por streaming y eso hay que aprovecharlo. La catedral de Saint Patrick tiene 25.000 seguidores de la Misa en streaming los domingos.
¿Y cómo se conecta con el donante?
Al principio yo trataba de llevar todo muy bien aprendido y conocer al dedillo la vida del posible donante. Yo me dedico a hacer las peticiones más grandes. Ahora me he dado cuenta de que es mucho mejor que el donante guíe la conversación. Quiero escucharles para poder responder a lo que él o ella tiene en su cabeza y en su corazón. Intento no tener un esquema prefabricado de cómo son y trato de guiarme por su voluntad. Es como una aventura.
He llegado a esta convicción después de muchos años. Yo no puedo insistir en mis ideas. Mis opiniones no vienen a cuento. A veces no tengo respuestas para lo que me piden, pero siempre es positivo escuchar y se llega a soluciones muy creativas.
¿Cómo ha afectado la pandemia al sostenimiento de la archidiócesis?
Hemos tenido que reinventarnos. Hemos hecho un gran esfuerzo por aprender a conectar humanamente a través de la tecnología. En este departamento trabajamos alrededor de 40 personas y hemos descubierto que podíamos mejorar mucho en la utilización y aprovechamiento de las redes sociales. Descubrimos que el 15% de las parroquias no tenían web y el 88% tenían los datos sin actualizar.
Lo que ha sucedido y cómo hemos aprendido no hubiera sido posible sin la pandemia. Además, hemos pedido a los que han mantenido su trabajo que colaboraran más. Mucha gente ya no podía comprometerse tanto por la situación económica en que han quedado. La gente está siendo muy generosa.
¿Alguna estrategia concreta reciente?
Sí, por supuesto. Hay varios grupos de personas en función de cuánto participan de la vida de las parroquias. Están los que siempre vienen y esos necesitan un mensaje concreto. También están los que nunca vendrán y por último los que participan de forma esporádica. Un ejemplo de este último grupo son los que vienen el Miércoles de Ceniza, el Domingo de Ramos o el Domingo de Resurrección.
El uso de tecnología es muy aprovechable. Nos pilló la pandemia totalmente desprotegidos.
Este año hemos hecho una campaña para esas personas. ¿Cómo podemos conectar con esas personas que solo vienen esos días? Queremos que los párrocos les transmitan un mensaje de este tipo: “Veo muchas caras nuevas. Estáis aquí por un motivo. No sé cuál es, pero me encantaría veros de nuevo. Podéis tomar el QR que está en la entrada y mandarnos vuestro nombre y teléfono porque queremos estar en contacto”. El uso de tecnología es muy aprovechable. Nos pilló la pandemia totalmente desprotegidos.
¿Un libro?
Voy a decir tres: “Sostiene Pereira”, procuro leerlo cada 5 o 6 años, en él un periodista en Lisboa se ve interpelado a no mirar la vida desde la barrera; “The Four hour week” es sobre la gestión del tiempo y anima a tener un poco de equilibrio y no ir corriendo todo el día; y el último es uno del Cardenal Dolan que se llama “Who do you say I am” y son reflexiones diarias sobre la Biblia, los santos y la respuesta que es Cristo. Me encanta porque lo escucho en Audible todos los días. Es muy corto y vuelve a demostrar este hombre el genio inspirador que es.