Jolanta Korzeb vive en Polonia, en las afueras de Varsovia. Es laica, supernumeraria del Opus Dei, esposa feliz y madre de 9 hijos. Dirige una oficina de contabilidad.
En esta entrevista para Omnes, Jolanta habla de lo que le aporta su formación en el Opus Dei, de cómo se une a la misión evangelizadora de la Iglesia y de cómo participa su familia en la vida de la parroquia.
¿Qué significa para ti ser del Opus Dei y cómo afecta a tu vida?
–Ser del Opus Dei es una aventura para mí. Es como si navegara en un barco hacia lo desconocido; no sé cuáles van a ser los próximos puertos, pero Dios está conmigo en el submarino, haga buen tiempo o haya tormenta. En cada situación, cuando tomo decisiones diferentes, sé que no estoy sola. Como subrayaba san Josemaría, siempre somos hijos de Dios. Esto me ayuda a tener paz interior.
Gracias a mi formación en el Opus Dei, sé que es posible santificar todas las circunstancias de la vida. También tengo la sensación de que el tiempo de la maternidad no es tiempo perdido porque, haga lo que haga, utilizo los dones que se me han dado. Entre una baja por maternidad y otra siempre he trabajado fuera de casa. Ahora los niños están en edad escolar.
Lo que también es muy importante para mí es la constancia y regularidad de la formación en el Opus Dei y que se adapte a los adultos que tienen dilemas morales más serios.
¿Cuál es su relación con el Prelado y los sacerdotes de la Prelatura?
–He tenido la oportunidad y la suerte de conocer tanto al actual prelado, don Fernando, como al anterior, el difunto monseñor Javier. Procuro escribir al menos una vez al año una breve carta al Padre (Prelado) para compartir alegrías y preocupaciones.
En los momentos difíciles es cuando más relación tenemos. Cuando vivimos varios años en Argentina por motivos de trabajo de mi marido y uno de nuestros hijos estaba gravemente enfermo, el vicario regional de ese país nos visitó y nos regaló una foto de san Josemaría con un pequeño trozo de su sotana. Sabemos que san Josemaría está con nosotros.
El segundo momento especial fue cuando tuve cáncer. En ese momento escribí una carta al Prelado. Me mandó una foto de santa Isabel ayudando a la Virgen con su bendición -‘Con mi más cariñosa bendición’. Me escribió que rezaba por nosotros y que esperaba que Dios Nuestro Señor me permitiera recuperarme pronto, pues me necesitaban mis hijos, mucha gente y otras familias.
¿Cuál es su relación con la parroquia en la que vive?
–Vivimos en una pequeña parroquia a las afueras de Varsovia, en el barrio de Radosc. Nuestros hijos, desde el mayor hasta el menor, sirven o han servido durante varios años como monaguillos en misa, e intentamos apoyarles en ello.
Nuestros hijos se preparan para la Confirmación en la parroquia. Los hijos están también en el grupo de los Scouts de Europa, que actúa en la parroquia, y tienen tareas relacionadas.
Durante la Cuaresma se hace cada año un Vía Crucis por las calles de la parroquia. Mi marido y mis hijos ayudan a organizarlo. También trabajamos con el joven vicario parroquial, el padre Kamil.
Apoyamos el trabajo que ya existe en la parroquia, no añadimos trabajo nuevo. Participamos en el club deportivo de la parroquia, donde nuestros hijos juegan al fútbol. También ayudamos en la renovación de la casa parroquial.
¿Cómo participa en la misión evangelizadora de la Iglesia?
–Considero que toda mi vida es evangelización, e intento irradiar alegría y entusiasmo a pesar de las dificultades y la carga de trabajo. Tengo una familia maravillosa. Los vecinos nos miran y se sorprenden un poco, pero les gusta mucho. Muchos han empezado a ir a la iglesia. Así que se trata sobre todo de evangelizar con el ejemplo: los demás ven a un matrimonio feliz de vivir cerca de Dios y a unos hijos que también quieren seguir este camino.
Mi marido, por su trabajo profesional, está en contacto con matrimonios jóvenes. Salimos con ellos a tomar el té por la tarde, a pasear; nuestro jardín está lleno de vida. Las familias a las que invitamos no suelen tener relación con el Opus Dei. Esto es muy enriquecedor.
A nuestros hijos también les gusta invitar a sus amigos a casa. Hace poco, el hijo Tom, de segundo de primaria, invitó a un amigo. El papá, al recoger al niño, nos pidió que fuéramos padrinos porque su hijo no está bautizado y quieren que reciba el sacramento.
¿Podría añadir alguna información más sobre usted?
–Empecé a beneficiarme de la formación del Opus Dei como estudiante. Me maravillaba el hecho de poder santificar mi vida haciendo las cosas bien, en aquel momento eran los estudios. La vocación al Opus Dei me ha ayudado en circunstancias cambiantes -matrimonio, hijos, problemas económicos, enfermedades en la familia- a descubrir el sentido de cada situación. Tengo la suerte de que mi marido es supernumerario; él perteneció al Opus Dei antes que yo. Nos ayudamos mutuamente, por ejemplo, nos intercambiamos en el cuidado de los niños para poder rezar o leer un libro espiritual.
Cuando tuve cáncer, estuve un año prácticamente aislada de mi vida. Entonces, un grupo de madres del colegio al que van mis hijos se organizó. Se apuntaron al «deber» y trajeron comidas a nuestra familia. Era muy evangélico y muy cariñoso. La mayoría eran del Opus Dei, pero no exclusivamente.