Familia

Verónica Sevilla: “La mujer es un factor de cambio en la Iglesia”

Coach, especializada en gestión turística, madre y mujer cristiana, la ecuatoriana Verónica Sevilla habla con Omnes del papel de la mujer en la Iglesia, su influencia y su importancia como "motor de cambio".

Maria José Atienza·27 de febrero de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
veronica sevilla

Foto: Verónica Sevilla

La vida de Verónica Sevilla vida ha conocido múltiples facetas: Fue elegida Miss Ecuador en el año 1986 y ha estudió Ciencias Humanas y Religiosas en la Universidad Técnica Particular de Loja. Además de eso se diplomó en Dirección y Gestión de Turismo y se formó como coach, especialidades en las que invierte su tiempo de trabajo.

Profundamente creyente, Verónica está plenamente convencida de que, con su trabajo diario, construye la Iglesia junto a otros millones de hombres y mujeres en el mundo.

En esta entrevista con Omnes, habla sin tapujos de esta fe, de su trabajo y de la colaboración que presta en la preparación del Congreso Eucarístico Internacional 2024.

¿Cuál es el lugar de la fe en su vida? ¿Cómo lo manifiesta?

–La Fe en mi vida es fundamental, porque da sentido a cada parte de mi vida. Los momentos felices, como los tristes, se hacen más llevaderos. Los tiempos de desierto, donde parece que no pasa nada, cobran sentido para reposar del estrés actual.

Hoy por hoy, llevamos una vida rápida, exigente, competitiva, llena de información de todo tipo y la Fe es ese “cerrar los ojos y entregarle a Dios” que me permite discernir y afrontar cada espacio de mi vida como: madre, esposa, hija, amiga, ejecutiva, política, deportista, como mujer actual.

Desde hace un tiempo, se habla del «papel de la mujer en la Iglesia», ¿cree que, a veces, se confunde únicamente con tener más cargos dentro de la estructura eclesial? 

–Creo que en la Iglesia se refleja lo que las mujeres están reclamando en la sociedad en general, las mujeres buscan tener cabida en los espacios de toma de decisión. Pero la Iglesia no es una estructura como la de una empresa, tiene otra trascendencia. Hay que tener cuidado para no  confundir la equidad en la sociedad con la de la Iglesia.

La mujer ya tiene un modelo hermoso: la Virgen María. Ella debe ser nuestro referente, ella está allí: ama, une, impulsa, sirve, se expresa.  Ella con su sí en todos los momentos cambia el mundo, como lo hizo en la Encarnación.

La mujer es un factor de cambio en la Iglesia, con su entrega y trabajo. Hay muchos espacios ocupados por mujeres en la Iglesia que son fundamentales y desde los cuales se generan obras que cambian el mundo. El Papa Francisco nos recuerda que “sin las mujeres la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente”.

Desde que el Arzobispo de Quito me llamó para que colabore con la organización del Congreso Eucarístico Internacional 2024, he trabajado con varios sacerdotes y obispos, Doy con transparencia y paz mi punto de vista, e intento argumentar mis decisiones, como en cualquier empresa, noto que me valoran y respetan. Logramos llegar a los objetivos y vamos avanzando en el proyecto juntos con el equipo que lo integramos sacerdotes, religiosas y laicos .

¿Qué aporta la vida profesional y familiar de una mujer de hoy a la vida y la misión de la Iglesia?

– La mujer aporta desde muchos ámbitos dentro de la misión de la iglesia. Si entendemos que la familia, es donde nace la fe. Somos las mujeres las que llevamos la fe a los hijos, si somos casadas junto con la pareja, o si nuestra pareja no comparte o somos divorciadas, no debemos desmayar. Hay mucho que enseñar también desde la vulnerabilidad personal.

Las mujeres somos portadoras de espiritualidad a donde vayamos con el ejemplo, con la actitud, con la palabra. Porque creer en Cristo no basta, hay que actuar como Cristo nos pide en el día a día: en la casa, en la oficina, en la calle, en el bus, en los puestos que ocupamos en las altas dignidades y con mayor razón si somos personajes públicos.

Mirar a María, preguntarse si la forma como reaccionamos, o la forma que nos comportamos o nos comunicamos sería la de ella, eso es atemporal.

Claro que no es fácil porque el sistema productivo, la presión social y profesional y el entorno actual nos presenta exigencias a veces incompatibles. Aun así, hay que hacer un esfuerzo consciente de mantenerse firme. Eso muchas veces puede costarte espacios por los que has trabajado y sacrificado mucho en lo profesional o personal. Es justamente allí donde está la misión de los laicos: mujeres u hombres. Está en esos espacios del mundo actual, competitivo y duro, donde aportas a la vida de la iglesia, cuestionando ese status quo, esos espacios con tu presencia de mujer católica actual, siendo coherente con tu fe, a pesar de lo que pueda presentarse.

¡Lo lindo de todo esto es que funciona! Verás proyectos realizados, que tendrán un sentido trascendente que no sospechabas, habrá personas que se acercarán a dar las gracias por como las trataste, por la palabra que le diste o simplemente porque te observó y quiso tener ese ‘no sé qué” que ellos llaman, que les hizo ver ahí la mano de Dios.

«Creer en Cristo no basta, hay que actuar como Cristo nos pide en el día a día: en la casa, en la oficina, en la calle, en el bus»

Verónica Sevilla

¿Son las mujeres realmente conscientes de la importancia de su papel en todos los ámbitos de la sociedad?

­Creo que no es una regla general, hay un grupo de mujeres que están muy conscientes y trabajan duro para hacerse un espacio para lograr esos cambios en todos los ámbitos de la sociedad, pero aún hay una gran cantidad que, debido a las diferencias económicas y sociales, así como, la falta de oportunidades, no tienen como pensar en su importancia.

Para ellas estamos las mujeres y los hombres que tenemos más oportunidades, más posibilidades, que hemos recibido más “talentos” (entiéndase oportunidades) y, por lo tanto, más responsabilidad de generarles cambios positivos, de darles esas posibilidades a través de trabajo, la educación, la fe y generar esas oportunidades que las dignifiquen y les den esa importancia que tienen dentro de todos los ámbitos de la sociedad. 

¿Considera que hay un crecimiento de una especie de autocompasión en las mujeres que se consideran feministas y que, por el contrario, no ayuda en nada al verdadero «empoderamiento?

­El feminismo es un movimiento que nace de la desigualdad que históricamente ha existido. Considero que es correcto y legítimo luchar por los espacios de equidad para la mujer, que debemos hacerlo de la mano mujeres y hombres, así la sociedad se desarrollará sana. El primer espacio es la familia y desde allí se debe irradiar a toda la sociedad siempre equidad en el amor. 

El feminismo, como todo movimiento que nace de la desigualdad, tiene ramas que se vuelven radicales, contestatarias y hasta violentas, generalmente sus miembros han pasado por historias dolorosas, por experiencias duras que han dejado una huella muy profunda. Creo que la actitud nace de heridas no sanadas, de circunstancias que no podemos juzgar, pero, que seguro fueron faltas de amor. Si la motivación es el dolor, el “empoderamiento” será destructivo y no durará en el tiempo, entonces no será positivo.

El poder nace de la posibilidad de hacer el bien, de crear, de generar espacios, cambios y oportunidades para las mujeres u hombres que los necesitan. Aunque hayas sufrido, no se puede generar esas oportunidades con métodos contrarios al amor. Es así que para ser una “mujer empoderada” tu poder está en sanar, perdonar y poner amor cada cosa que hagas en el día a día ordinario, en la familia, en las amistades, en el trabajo, en el deporte, etc.

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