Vocaciones

Laico, célibe, del Opus Dei: «Lo que más te alegra es que toda la Iglesia sea sal y luz para la sociedad»

El asturiano Pablo Álvarez explica, en esta entrevista, su vocación al Opus Dei y su aportación a la misión evangelizadora a través de su vida diaria en su trabajo y junto a los miembros de la parroquia a la que pertenece.

Maria José Atienza·24 de agosto de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
Pablo Alvarez

Foto: Pablo Álvarez ©Cedida por el entrevistado

Pablo Álvarez es un periodista asturiano, especializado en el área de salud. Es autor, además, de diversos libros como Coraje frente al cáncer, Manolo Prieto: el arte de la amistad y coautor de Carlos Martínez, pescadero.

Implicado en su profesión, es miembro de la junta directiva de la Asociación de la Prensa de Oviedo y del Colegio de Periodistas de Asturias. Pablo es agregado del Opus Dei, mantiene una estrecha relación con sus párrocos y los miembros de su comunidad parroquial.

Aunque acostumbrado por su labor profesional a ser él quien “formule las preguntas”, explica, para Omnes, lo que supone e influye su vocación en su vida diaria.  

¿Qué significa para ti ser del Opus Dei?

–Ser del Opus Dei significa que Dios te ha llamado y te ha situado en una parcelita de su viña para que la cultives. Los frutos, si es que los hay, los da el mismo Dios si tú no estorbas demasiado. Te alegra que tu parcela sea productiva, pero lo que más te alegra es que toda la viña, toda la Iglesia, sea sal y luz para la sociedad. Disfrutas con la alta producción de las otras parcelas. En la Iglesia, quien está centrado en su particularismo no se ha enterado de nada.

¿De qué manera participas en la misión evangelizadora de la Iglesia?

–En esa parcelita del Opus Dei se cultiva y se difunde la búsqueda de la santidad en las ocupaciones cotidianas. El Opus Dei me ayuda a tratar a Jesucristo con toda la intensidad posible en medio de una profesión muy competitiva y acelerada en busca de noticias, entrevistas, reportajes… Me ayuda a desarrollar mi trabajo de periodista huyendo de las chapuzas, siendo muy respetuoso con las personas y buscando contar verdades que ayuden al ciudadano a situarse en el mundo. Me anima a desvivirme por hacer más grata la vida a los que me rodean.

Todo esto me supera por todos los lados. Por eso, en el Opus Dei me ayudan a no desanimarme y a levantarme cada vez que caigo, cosa que suele ocurrir varias veces al día.

¿Cómo influye el Opus Dei en tu vida?

–De muchas maneras, pero voy a destacar una: en el Opus Dei me dicen a la cara lo que hago mal, con el afán de que mejore. Que lo consiga ya es otra cosa, pero esa lealtad de los demás te proporciona mucha paz y mucha libertad: si haces algo mal, van a decírtelo y hasta rezan para que cambies. La vida cristiana es genial: es un antídoto radical frente al narcisismo, es un continuo ponerte en tu sitio.

Cuando perteneces al Opus Dei, hay gente que piensa que eres mejor de lo que realmente eres. Muchos te dicen: “Reza por mí (o por mi hijo, o mi marido…), que tú estás más cerca de Dios”. Pero tú sabes lo que hay, y con cierta periodicidad alguien se encarga de recordártelo. 

Para ti, ¿qué encarna la figura del Padre en el Opus Dei? 

–El Padre es el que sirve a todos. El que desbroza el camino. El que no tiene ni un minuto para dedicarlo a sus aficiones. El que no tiene derecho a anteponer ni sus gustos ni sus ideas. Yo nunca he mandado nada en el Opus Dei, pero sí sé que mandar en la Obra es una faena porque te obliga a escuchar incluso a los más pelmazos como si lo que dicen fuera interesante; a ponerte siempre en el lugar de los otros…

Yo mismo he dado “chapas” a los que mandan que a día de hoy me parecen inconcebibles. Todo eso, el Padre lo hace las 24 horas del día. Y tú rezas por él para que sea muy fiel a Dios y muy leal a la Iglesia. Hasta la fecha, hemos tenido mucha suerte con los cuatro padres que Dios nos ha dado: personas muy inteligentes, muy santas, muy humildes.

¿Cómo colaboras con la parroquia y con el obispo de la zona?

–Con mi arzobispo, Jesús Sanz Montes, me llevo muy bien, pese a que le he formulado preguntas bastante incómodas en algunas entrevistas que le he hecho. Siempre ha respetado rigurosamente mi trabajo y no me constan amenazas de excomunión (risas).

Don Jesús aprecia al Opus Dei, y así lo ha dicho públicamente en muchas ocasiones. Con mis párrocos, lo más plástico que puedo decir es que vienen a comer a mi casa con cierta frecuencia, incluso en Nochebuena, y que compartimos ilusiones y preocupaciones.

Me gusta mucho conocer a la gente de mi parroquia y, la verdad, no me cuesta nada comprender a nadie. Esa apertura de miras creo que es fruto de la formación recibida en la Obra.  

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