Vocaciones

Mon Carmelo: «En Filipinas hay barrios donde solo reciben la Comunión una vez al mes»

Mon Carmelo decidió desde muy joven dejarlo todo por seguir la llamada del Señor. Su deseo era poder llevar la Eucaristía a aquellos barrios de Filipinas donde apenas llegan los sacerdotes. Hoy, años más tarde, ha cumplido ese sueño y ha llegado a bautizar a 50 niños en tres semanas. 

Espacio patrocinado·9 de mayo de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos

Mon Carmelo celebrando misa en Filipinas

Mon Carmelo Fidel Marcaida proviene de una familia católica y entró muy joven al seminario. Ha estudiado Teología en el Seminario Internacional Bidasoa, en Pamplona. Con gran sencillez y buen humor nos cuenta su experiencia y labor pastoral en la actualidad, así como los retos que vive un sacerdote en Filipinas hoy en día. Actualmente, es vicario parroquial en la diócesis de Masbate.

¿Cómo fue su vocación?

-Vengo de una familia muy católica, y tengo un tío sacerdote. Entré al Seminario Menor con 12 años, pero no tenía ni idea de lo que era, fui porque unos amigos míos estaban allí. Tenía unos 15 años cuando empecé a descubrir la vocación. Viendo a los sacerdotes en misa, pensaba: “Yo quiero que llegue un día en que salga a celebrar misa como ellos”. Así empezó todo.

Después de cuatro años en el Seminario Menor, decidí entrar en el Mayor para ser sacerdote. Pero tenía 17 años y llegó un momento en que pensé: “No, soy muy joven y ya estoy dando toda mi vida para ser sacerdote. No he disfrutado nada de mi vida todavía, es demasiado pronto, todavía no estoy seguro”. Además, estaba en un momento de mucha sequedad espiritual. Hablé con mis padres y les dije que quería salir del seminario. Así que me fui a otra universidad, a estudiar otra carrera.

Quería intentar conocerme bien, asegurándome de que el Señor me estaba llamando. Jugaba al fútbol en una universidad, tenía muchos amigos, muchas fiestas, o sea, una vida normal de un universitario, que es muy diferente de la vida de un seminarista. Pero después de casi dos años me dije: “No, yo creo que el Señor me está llamando a ser sacerdote”. No sabía qué iba a pasar, pero decidí pensarlo. Estuve cinco meses en discernimiento, con oración, dirección espiritual, formación, misa… Gracias a Dios, después de esos cinco meses hablé con el obispo y con mi formador y decidí volver al seminario.

¿Cómo llegó a Pamplona para hacer sus estudios?

Hice cuatro años de filosofía y luego el rector me llamó para hablar sobre la posibilidad de estudiar teología. El rector me preguntó dónde quería estudiar y yo le dije que en Manila, que está muy cerca de mi ciudad y me venía muy bien. Pero me dijo: “Te queremos enviar a España a hacer toda la carrera de Teología allí”. Yo me quedé en shock y luego me eché a llorar, ahí delante del rector. Tenía mucho miedo y le dije: “No puedo, no puedo. Yo estudio, pero no soy tan inteligente como para poder estar fuera del país y hacer otra carrera en otro idioma. No, no, no, ni de broma, no lo voy a hacer, es imposible, no lo puedo hacer”.

No paraba de llorar, así que el rector me dijo: “Venga, mejor vete a la capilla, reza un poco y en dos semanas volvemos a hablar”. Me fui enseguida a la capilla. No entendía nada. Me decía: “¿Cómo puede ser esto? Yo quiero decidir mi futuro, lo tengo todo planeado y tengo claro que voy a estudiar en Manila”. Le iba diciendo al Señor: “Esto de ir a España, no es tu voluntad, ¿verdad? Yo no puedo, y Tú lo sabes”, le hablaba así.

Fueron dos semanas de rezar muy intensamente. Luego, empecé a pensar que ser sacerdote es pura obediencia a la voluntad del Señor y la voluntad del obispo, que es instrumento del Espíritu Santo. Pensé que, cuando fuese sacerdote, tendría que estar siempre dispuesto a hacer la voluntad del Señor y que ir a España era su voluntad en ese momento. Decidí aceptar por pura obediencia. Por lo menos intentarlo, porque, para obtener la beca para estudiar en España o Roma tienes que competir entre diócesis y entre seminaristas, te hacen entrevistas, exámenes…

Éramos ocho seminaristas para una beca. Imagínate. Yo estuve con ellos y vi que eran muy inteligentes y pensé que seguro que no me la iban a dar a mí. Eran de los mejores de Filipinas, ¡y me escogieron a mí! Pensé: “Seguro que el Espíritu Santo se está moviendo por aquí”.

¿Cómo fue su experiencia en España?

Cuando llegué al seminario en España, lo primero que hice fue ir directamente a la capilla y ponerme de rodillas a rezar: “Señor, ya estoy aquí, yo sé que es tu voluntad, sé que Tú me has traído aquí y confío en que me vas a llevar de vuelta a Filipinas sin ninguna asignatura suspendida”.

Luego, fue un proceso difícil, me costó muchísimo aprender español y estar con gente de diferentes países y culturas. Pero también es verdad que Bidasoa me acogió muy bien, y la primera cosa que sentí fue: “Estoy en casa”. Bidasoa me hizo sentir como miembro de una familia grande, con gente que está siempre pendiente de todo lo que necesitas. Bidasoa me ha ayudado muchísimo. Yo siempre digo que ordenarme sacerdote ha sido fruto de la oración: de mis padres, de mis amigos, de la gente, y oración mía también, a pesar de mis fallos, de ser pecador y no ser digno de recibir la ordenación y el sacerdocio.

¿Cuál es su labor pastoral en la actualidad?

-Estoy en una parroquia como vicario parroquial, somos tres sacerdotes (un párroco y dos vicarios). Doy clase en el Seminario Menor de latín y, en una universidad de aquí de mi diócesis, de español (aunque no lo hablo muy bien, doy clase de español).

¡Lo habla muy bien!

(risas)

¿Cómo valora el apoyo de los benefactores dela Fundación CARF para facilitar los estudios a los sacerdotes o futuros sacerdotes en Roma o Pamplona? 

-Aquí en Filipinas, estudiar en el seminario es muy costoso. Hay muchos chicos que quieren ser sacerdotes, pero por el tema del dinero no entran al seminario. Y eso me da mucha pena y me preocupa muchísimo. Yo agradezco mucho tener unos padres que han podido apoyarme y a Fundación CARF, que me ha ayudado muchísimo para poder responder bien a la llamada del Señor. Además, te llevan a estudiar a la mejor universidad, el mejor seminario, estás en una casa enorme (para mí es como un hotel de cinco estrellas, sin comparación con los seminarios aquí en Filipinas) y con la mejor educación para formarme bien y administrar luego los sacramentos a la gente que los necesita. Por eso estoy muy agradecido. Pagar el seminario no es fácil.

Una vez terminados los estudios, Fundación CARF les entrega la famosa mochila de vasos sagrados. ¿Qué contiene?

-Tiene un cáliz, una patena, vinajeras, para el vino y el agua, y también todo lo necesario para la unción de enfermos, bautizos y la confesión. Solo con esta mochila, tienes todo lo que necesitas para celebrar cualquier sacramento.

La mochila de Mon Carmelo

La he utilizado muchas veces, porque aquí en Filipinas hay muchos barrios. En mi parroquia hacemos unas 5 misas al día, una en la parroquia y cuatro fuera, en las capillas, en los barrios, en las montañas… No te imaginas cómo es aquí la vida de un sacerdote. En España es muy diferente, porque puedes llegar a cualquier sitio en coche. Aquí tienes que montar a caballo, en un barco, en una barca… Es una historia. Tienes que viajar horas, caminar por senderos o ríos para llegar a un barrio para celebrar la Santa Misa. Por eso estoy muy agradecido a la Fundación CARF por la mochila.

Entonces esta mochila para su actividad es muy importante

-Sí, es muy importante. La tengo siempre al lado de mi puerta, como un médico, que tiene que estar siempre listo para cualquier cosa. “Padre, a ver si puede celebrar misa o administrar la unción”…, y ahí lo tengo todo.

Cuando celebré por primera vez la Santa Misa con esta mochila, la verdad es que volví a recordar mis momentos en el seminario. Un día me preguntaron: “¿Por qué quieres ser sacerdote?”. Y respondí que para llevar a la gente la Eucaristía, que es fuente de la vida cristiana. Aquí en Filipinas hay muchos lugares que tienen la posibilidad de recibir la Comunión solo una vez al mes. He visto a muchísima gente que tiene sed de los sacramentos, especialmente el sacramento de la Eucaristía, y a veces los sacerdotes no llegan para celebrarles la misa. Por eso una de las razones por las que quería ser sacerdote era para llevar a la gente la Eucaristía, y con esta mochila estoy realizando ese sueño. Seguramente el Señor ha plantado todos esos deseos en mi corazón, de querer ser sacerdote para llevar los sacramentos a esos barrios.

¿Tiene alguna anécdota relacionada con esta mochila?

-No sé si conoce la película John Wick, que es de acción, de Keanu Reeves. Tiene una mochila de armas, pistolas, balas, bombas, y la lleva siempre con él también. Una vez saqué la mochila en un barrio y la abrí. La puse encima de la mesa y unos niños me dijeron: “Se parece usted a John Wick, que siempre lleva su mochila de armas, y usted, Mon Carmelo, siempre lleva también esa mochila de sacerdote”. Me reí muchísimo. Sí, es mi mochila de armas. Me he ordenado para llevar los sacramentos a la gente donde no llegan los sacerdotes. Con esta mochila estoy realizando todo eso. Ha sido muy fácil. Esta mochila, aquí por lo menos, cuesta muchísimo dinero. Por eso estoy muy agradecido por este regalo. La llamo mi mochila de armas, de médico. Pero mochila de armas suena mejor. Está completa, lo tiene todo.

Estoy disfrutando muchísimo, la verdad. Después de 15 años esperando, ha llegado este momento de poder celebrar la misa, poder estar con la gente, escuchando, rezando, administrando los sacramentos…

Gracias a la Fundación CARF, estoy eternamente agradecido. Pido a los benefactores que sigan ayudando para poder comprar los maletines, cuánta gente se va a beneficiar con ese maletín. Cuánta gente va a poder recibir al Señor por su ayuda. Una benefactora de la FundaciónCARF, cuando me lo dieron, me dijo: “No te olvides de nosotros cuando celebres la Santa Misa”. Cada vez que abro esta mochila, lo recuerdo y rezo por ellos. Siempre me acuerdo.

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