“Si trabajas, no hay pobreza. Si rezas, no hay pecado. Si callas, no hay guerra. Si eres prudente, no tendrás miedo”. Este aforismo sánscrito es el eje alrededor del que el sacerdote y profesor, Cristian Mendoza, hace girar sus reflexiones sobre la pobreza, la riqueza, los bienes y la actitud humana ante ellos en “En busca de lo indispensable”.
Este pequeño libro, editado por Rialp, realiza un interesante acercamiento a los conceptos, actitudes y, especialmente el compromiso personal inherente a todo cristiano en el desarrollo espiritual y material de la sociedad.
No es un libro de teoría socioeconómica, ni siquiera de “economía” al uso, sino una reflexión que, como apunta en esta entrevista con Omnes, su autor, combina el mandato de custodiar la creación que Dios da al hombre en el génesis con el desprendimiento de los bienes materiales.
Su libro aborda la pobreza o la riqueza de manera integral (humana, espiritual y material). Para entender una u otra, ¿hemos de tener en cuenta las demás? ¿Se puede dar un desarrollo de una de ellas sin las otras?
-Podríamos pensar en cada una de las posibles riquezas como una puerta de acceso a otras riquezas, que ensanchan la posibilidad de acceso, pero no se producen de manera automática.
Por ejemplo, cuando tenemos más riqueza material podríamos tener más riqueza humana (educación, cultura, etc.,) pero no necesariamente.
O bien, al tener mayor riqueza espiritual, damos valor a los bienes más elevados y por tanto entendemos el valor de la sobriedad, de evitar lo superfluo lo que podría llevarnos a mayor riqueza material.
Afirma que nadie aspira a la pobreza…, pero vemos actitudes de «ensalzamiento» de la mediocridad, ¿es sostenible en el largo plazo?
-La pobreza humana que representa la mediocridad no es sostenible en el largo plazo, porque al mantener una pobreza se predispone el terreno para otras pobrezas. En este caso, quien no se esfuerza por trabajar mejor, terminará con una mayor pobreza material y posiblemente también espiritual.
La aspiración al desarrollo forma parte, como decía san Pablo VI, de la vocación del hombre.
La tradición judío-cristiana considera que el Creador que confió a Adán y Eva toda la creación, por lo que podemos pensar que Dios desea que el ser humano sea muy rico en todos los sentidos.
Pobreza y riqueza refieren «al otro» siempre. ¿Podemos decir que vienen con el ser humano?¿Siempre va a haber pobrezas?
-Claro, siempre habrá pobrezas porque siempre habrá posibilidades humanas de mejora en todos los sentidos. Por el mismo motivo siempre habrá riquezas.
La pobreza y riqueza se refieren a otro en el sentido de que somos siempre ricos o pobres con respecto a otro, es una medida de valor.
Lo importante es pensar quién es ese otro: podemos aprender mucho de nuestros padres, amigos, mentores, pero también de grandes sabios, escritores o santos que hayan dejado huella en este mundo.
También es verdad que siempre habrá alguien más rico y más pobre que nosotros, lo que puede llevarnos a ser más solidarios con nuestro tiempo, nuestra creatividad, etc.
Finalmente, la percepción de nuestra pobreza o riqueza nos determina: sentirse espiritualmente pobre lleva por ejemplo a la búsqueda de la paz interior, de un equilibrio mayor, de una ponderación de la propia vida que son muy sanos.
El desarrollo (material, espiritual) es trabajar los dones de Dios, entonces, ¿por qué vemos en la Iglesia ciertas «reticencias» o incluso desprecios hacia el desarrollo económico o hacia los «ricos»?¿Hemos caído en el reduccionismo capitalista de la riqueza?
-El cristianismo no rechaza la riqueza, sino el apego desordenado a los bienes materiales. Jesús en la tierra era amigo de personas acaudaladas, como eran seguramente Lázaro, Marta y María que vivían en Betania y que eran conocidos entre los judíos. También lo era José de Arimatea que la Escritura dice explícitamente que era un hombre rico.
Finalmente, el Señor trataba a Nicodemo que era principal en la Sinagoga y llamó como apóstol a Mateo que era publicano, recaudador de impuestos, que posiblemente tenía medios para vivir.
El mensaje del Evangelio nos pide vivir la virtud de la pobreza que es desprendimiento de los bienes materiales, pero también nos pide que custodiemos los bienes de la tierra en el nombre de Dios y para eso conviene hacer valer los propios talentos lo mejor posible, actitud que es fuente de riquezas.
En el libro, recoge ejemplos claros de iniciativas de diverso tipo: educativas, económicas, laborales que han atendido al desarrollo de manera integral. ¿Son aplicables a los diversos tipos de sociedad que vemos?
-Son aplicables en muchos casos, pero sobre todo son cada vez más necesarias. Después de haber publicado el libro supe de una iniciativa que se propone generar riqueza humana, permitiendo a quien no tiene suficientes recursos para pagar un psicólogo o un psiquiatra, acudir a un terapeuta.
Una universidad en Sao Paolo (Brasil) forma centenares de señoras para escuchar a otras señoras, consiguiendo mejorar sus relaciones con sus hijos y maridos, cambiando la educación y la familia. Esto muy posiblemente traerá como consecuencia una mayor riqueza material y espiritual.
La riqueza integral no sólo se produce a fuerza de dar dinero, sino que muchas veces es necesario desarrollar y reconocer los talentos de quienes están a nuestro alrededor.