Como si de una película de ciencia ficción se tratara, Isabel Vaughan-Spruce sufrió, el pasado diciembre, un arresto por «un pensamiento».
El 6 de diciembre, Isabel, Codirectora de la Marcha por la Vida en el Reino Unido y conocida por su trabajo en favor de las mujeres que deciden seguir adelante con su embarazo, se encontraba en actitud recogida frente a una clínica abortista de Birmingham. Pocos minutos más tarde era detenida bajo «sospecha» que la mujer se encontraba «rezando mentalmente».
Dos meses más tarde, la justicia retiró los cargos contra Isabel Vaughan-Spruce que, en esta entrevista que ha concedido a Omnes, califica de surrealista el momento vivido.
Vaughan-Spruce, ha visto «el terrible daño que hace el aborto en hombres y mujeres» y reclama el derecho de las mujeres a conocer «alternativas al aborto» y, de todos, a un ejercicio de libertades básicas como el derecho a orar.
¿Cómo vivió su arresto y el proceso hasta que se retiraron los cargos?
– Comparo esta experiencia de ser detenida por rezar en silencio cerca del centro abortista, con mi primera experiencia fuera de un centro abortista. Recuerdo que hace unos 20 años asistí por primera vez a una vigilia ante un centro abortista en Birmingham. El centro abortista ante el que recé en aquella ocasión practicaba unos 10.000 abortos al año.
Fue una experiencia surrealista contemplar aquel gran edificio situado en una hermosa calle, al lado de casas privadas increíblemente caras, y saber que cada año se ponía fin intencionadamente a la vida de 10.000 niños en aquel edificio. Sin embargo, a pesar del horror de la realidad, sentí una sensación de paz, claramente, no ante la situación, sino en mi interior, de que estaba donde debía estar.
Del mismo modo, cuando me detuvieron, me sentí surrealista: no había llevado carteles ni ofrecido folletos, no había abierto la boca para hablar con nadie, el centro abortista ni siquiera estaba abierto, y cuando la policía me preguntó si estaba rezando, yo sólo había dicho «puede que esté rezando en silencio» y, sin embargo, me estaban deteniendo por lo que «puede» que estuviera pensando.
Mientras me registraban en la vía pública, sabiendo que me llevaban para interrogarme, me pareció totalmente surrealista, pero tengo que admitir que me sentí en paz sabiendo que era allí donde debía estar.
¿Hemos llegado a un sistema de coacción de las libertades personales que intenta criminalizar hasta «un pensamiento»?
– Por mis oraciones silenciosas me acusaron de «participar en un acto intimidatorio para los usuarios del servicio». El centro abortista estaba cerrado cuando estuve allí, por lo que no había usuarios de los servicios. Sin embargo, me detuvieron, me registraron, me encerraron en una celda policial, me interrogaron, me pusieron en libertad bajo fianza y posteriormente me acusaron de cuatro cargos.
¿Cómo es posible que mis pensamientos privados, que no se manifestaban de ninguna manera -por ejemplo, no llevaba rosarios ni una biblia, etc.-, pudieran intimidar a nadie, y menos aún a un grupo de personas que ni siquiera estaban allí?
Nuestras libertades básicas están siendo calificadas de delitos. Esto debería preocupar a todo el mundo, sea cual sea su posición en el debate sobre el aborto.
Si queremos hablar de los derechos de las mujeres, ¿qué ocurre con su derecho a que se les presenten alternativas al aborto y su derecho a saber cómo puede afectarles realmente el aborto a largo plazo?
Isabel Vaughan-Spruce
¿Qué diría a quienes «venden» el aborto como un «derecho de la mujer»?
– El daño que el aborto inflige a las mujeres debería bastar por sí solo para hacernos pro-vida. Muchos partidarios del aborto piensan erróneamente que quienes se oponen al aborto lo hacen únicamente porque se preocupan por los derechos del niño antes de nacer.
Está claro que nos importan, y mucho, los derechos del niño antes de nacer, pero ¿cómo puede ser una solución a las dificultades o angustias de una mujer durante el embarazo ayudarla a acabar con la vida de su hijo? Esto nunca puede ser una solución. El aborto no resuelve los problemas, los crea.
Trabajo muy estrechamente con la organización post-aborto Rachel’s Vineyard, que realiza una labor increíble ayudando a cualquier persona herida por el aborto, directa o indirectamente, a encontrar la curación.
He visto el terrible daño que el aborto causa a las mujeres -y a los hombres-: física, mental, emocional, psicológica y espiritualmente. Las mujeres tienen derecho a saberlo. Si queremos hablar de los derechos de las mujeres, ¿qué ocurre con su derecho a que se les presenten alternativas al aborto y su derecho a saber cómo puede afectarles realmente el aborto a largo plazo?
En España, por ejemplo, se acaba de aprobar una ley en la que no se informa a las mujeres de las ayudas para tener un hijo y se elimina el «periodo de decisión». ¿Realmente quienes acuden al aborto no tienen nada que pensar?
– Es un error común pensar que quienes entran en los centros abortistas ya han tomado una decisión.
He conocido a muchas mujeres que estaban claramente indecisas sobre lo que debían hacer. Muchas me han dicho que, hasta el último momento, estaban «buscando una señal» para decidir si se quedaban con su hijo o no.
Las que han «tomado una decisión» lo han hecho, a menudo, basándose en las limitadas opciones que se les presentaban.
Suelo decir a las mujeres que hay una razón por la que el embarazo dura 9 meses: lleva mucho tiempo hacerse a la idea de lo que está ocurriendo, incluso con un embarazo planificado y muy deseado.
Todos necesitamos tiempo para asimilar situaciones que nos cambian la vida, como el embarazo, y sin embargo las mujeres a menudo toman una decisión que les cambia la vida, el aborto, en un arrebato de pánico. Esto no está a favor de la mujer.
Una vez que te involucras en el trabajo provida te das cuenta de que incluso los esfuerzos más pequeños pueden tener un gran impacto
Isabel Vaughan-Spruce
Hay quién piensa que «la batalla está perdida», pero ¿piensa que no podemos hacer nada?
– Creo que quienes piensan así son, a veces, los que no están implicados en el trabajo provida. Es tentador contemplar un problema desde fuera y limitarse a ver la magnitud de las dificultades. Una vez que te involucras en el trabajo provida te das cuenta de que incluso los esfuerzos más pequeños pueden tener un gran impacto, como cuando una mujer salió de un centro abortista y le dijo a la persona que estaba fuera, que ni siquiera había hablado con ella: «He decidido quedarme con mi bebé porque he sentido que rezabas por mí», o la joven pareja que iba a abortar y se detuvo cuando vio a alguien fuera, o la chica que nos contó que sus padres se dirigían al centro abortista para abortar a su hermano, pero vieron a alguien rezando fuera, lo que les llevó a tener una última conversación en la que decidieron que podían tener otro hijo, así que dieron la vuelta al coche y se marcharon.
Una vez salió del centro una trabajadora del aborto y se burló de lo que yo hacía, despreciando a los que habían cambiado de opinión y hablándome de cuántas personas no habían aceptado mi ayuda. Le recordé que para mí no se trata de números, sino de individuos. Si ayudamos a una mujer a reconocer el valor de su hijo y le proporcionamos el apoyo que necesita para seguir adelante con su embarazo (y más allá), el efecto dominó es incalculable.
La batalla no está perdida, de hecho, ya está ganada. Sólo tenemos que decidir de qué lado estamos, ¿de la vida o de la muerte?
¿Tenemos el reto de educar a los jóvenes en la dignidad fundamental de la vida?
– Es una tarea ingente, pero debemos asumirla. Los padres deben recordar que son los primeros educadores de sus hijos y ser conscientes de lo que se les puede estar enseñando en otros lugares, fuera de casa o incluso en casa, a través de la televisión, las redes sociales, etc.
No podemos ser ingenuos, debemos estar alerta.
Un niño naturalmente rechaza el aborto, la posición por defecto es estar a favor de la vida – el aborto tiene que ser enseñado pero los que apoyan el aborto han hecho un «buen» trabajo enseñándolo.
Los que se oponen al aborto han dicho que no es un asunto de hombres y han silenciado a los hombres y necesitamos hombres fuertes que estén dispuestos a enfrentarse al ridículo o a la ira de otros y aun así hablar con la verdad y la caridad.
Otros han dicho que no es algo de lo que la Iglesia deba hablar y demasiados en la Iglesia han permanecido en silencio por miedo a ser objeto de burla. Cristo mismo fue objeto de burla y no deberíamos tener miedo de seguir sus pasos. Necesitamos una Iglesia que reconozca su papel en la educación sobre esta cuestión fundamental.
¿Qué podemos hacer para ayudar a las mujeres «antes» de que lleguen a la clínica abortista?
– La mayoría de nosotros estamos familiarizados con el mandamiento bíblico: ama a tu prójimo como a ti mismo. Es la segunda parte la que quiero analizar: «como a ti mismo».
El problema que veo hoy en día es mucha gente que realmente no se ama a sí misma. ¿Cómo podemos esperar que las mujeres amen al niño que llevan dentro si ni siquiera se aman a sí mismas? Si ellas aman a su prójimo como a sí mismas, será un amor muy débil y condicional, porque ése es el valor que dan a su propia existencia.
Si una mujer sólo se siente amada, sólo se siente valiosa, por su novio, y ese novio la amenaza con marcharse si se queda con el bebé, ¿adivina qué elegirá? Si una joven se siente valiosa, únicamente por su carrera y su bebé puede poner en peligro esa carrera, ¿adivina qué elegirá?
Hay muchas personas que nunca han experimentado el amor de verdad (no me refiero a algo necesariamente romántico, sino a un amor desinteresado que no intenta obtener algo a cambio, sino que se preocupa de verdad y reconoce el valor de alguien).
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres de mi país ha abortado y muchísimas más se lo han planteado, algunas se lo están planteando ahora mismo. Lo más probable es que en algún momento te hayas sentado al lado de una de ellas en el autobús, te haya atendido una de ellas en una tienda, hayas comentado una de sus publicaciones en las redes sociales o tal vez sea un miembro de tu propia familia. Intenta asegurarte de que esa interacción las deja sabiendo algo de su verdadero valor.
A los hombres les digo que no tengan miedo de hacer cumplidos a las mujeres. Sus palabras tienen poder si se usan de la manera correcta, así que no me refiero a coquetear inapropiadamente con las mujeres y actuar de manera espeluznante, sino a palabras genuinas de afirmación a las mujeres – ya sea su amiga, hermana o compañera de trabajo. Hazle saber que sabe escuchar, que tiene un corazón generoso, que da buenos consejos o que es una gran compañía. Y la mujer que realmente necesita oír eso no lo va a llevar escrito en la frente.