Evangelización

Isabel Sánchez: «El amigo apóstol no hace marketing«

Isabel Sánchez, directora de la Asesoría Central del Opus Dei y una de las ponentes del XI Simposio San Josemaría, habla en esta entrevista de amistad, apostolado o el papel de los laicos en la Iglesia.

Maria José Atienza·7 de diciembre de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Isabel sanchez

Foto: Isabel Sánchez ©Cortesía de Isabel Sánchez

Cuando salió a la venta su libro «Mujeres Brújula» hubo quien la calificó como «la mujer más poderosa del Opus Dei». Un título que a Isabel Sánchez le sigue produciendo cierta risa. Esta mujer, laica, de aspecto frágil, es la directora de la Asesoría Central del Opus Dei, el órgano de gobierno del Opus Dei para las más de 50.000 mujeres de 70 países del mundo.

Hace pocas semanas, Sánchez cambiaba la capital del Tíber por la olivarera Jaén. Allí participó en el XI Simposio Internacional San Josemaría que, en esta undécima edición, centraba su atención en el tema de la amistad con ponentes como Enrique García Máiquez, Luis Gutiérrez Rojas o Ana Sánchez de la Nieta.

«Amigos de Dios y de los hombres», así le gustaba definir a san Josemaría a los fieles de la Obra, un recuerdo a esos «amigos fuertes de Dios» de santa Teresa de Jesús. Isabel Sánchez habla con Omnes de amistad, de apostolado, de juventud de corazón y de todo el panorama, amplísimo, de los laicos en la construcción de la Iglesia.

Antes de hablar de algo tenemos que tener claro el concepto. ¿Qué entiende usted por amistad?

– Me gusta definirla como un hallazgo del corazón. Es la relación afectuosa que surge del tropiezo fortuito con alguien en quien encontramos acogida plena, cierta sintonía interior y ayuda desinteresada, para afrontar juntos el mundo, en alguna de sus vertientes.

A base de trato y costumbre, esa relación puede hacerse más profunda, fuerte y poderosa. Por el modo como surge (se encuentra) y por lo que afecta a nuestra vida (la enriquece), podemos decir que la amistad es un tesoro humano.

Una de las obras más conocidas de San Josemaría, de hecho, Amigos de Dios. Hablamos mucho de «amistad con Dios», pero quizás, no sabemos ser amigos de «los hombres» e incluso nos parece «sospechosa» una amistad desinteresada… ¿Tenemos un problema de arranque?

– Me sorprende gratamente que diga que hablamos mucho de amistad con Dios. La verdad es que, en mi entorno, con mis amistades, no he visto que sea tan habitual hablar de eso: más bien me topo con cierta indiferencia ante lo religioso o, en el mejor de los supuestos, con un anhelo de llegar a un trato íntimo con Dios sin saber cómo conectar con Él…

En todo caso, desde que Dios se hizo Hombre, el círculo se cierra: toda amistad con otro hombre tiene algo de divino y toda amistad con Jesucristo mejora y ennoblece la amistad con los hombres. El único problema de arranque podría ser el individualismo egocentrista o lo que el Papa Francisco llama la globalización de la indiferencia.

Si nos encerramos en nosotros mismos nos auto-incapacitamos para la amistad, tanto con los hombres como con Dios. Y frente a eso, San Josemaría nos invita, poniendo esta invitación en boca de Jesús Amigo: “Sal de esa vida estrecha, que no es vida” (“Es Cristo que pasa”, n. 93)

Los jóvenes de hoy vivirán la amistad del modo cómo los adultos les enseñemos a vivirla

Isabel Sánchez. Secretaria General del Opus Dei

En el Simposio San Josemaría tuvo oportunidad de estar con los más jóvenes. ¿Cree que los jóvenes conciben y viven la amistad de una manera completamente «entregada»?

– La juventud es una etapa vital en que se sale, por así decir, de la casa al mundo. Es un tiempo de exploración del universo humano en la que los amigos cobran una especial relevancia. Los amigos son esos con los que se sale a navegar la vida.

Los corazones jóvenes siempre están dispuestos a entregarse al máximo pero eso es un arte que se aprende. Los jóvenes de hoy vivirán la amistad del modo como los adultos les enseñemos a vivirla: cuenta mucho nuestro ejemplo; los modelos que les presentamos en las series, películas, novelas; la vida y narrativa de los influencers…

Una de las primeras cosas que los nativos digitales deben aprender es a distinguir entre amigos y followers: la amistad requiere presencialidad, tiempo y aplicar la lógica de la gratuidad, no la del mercado.

Hablando de amistad desinteresada, decía san Josemaría que «de cien almas nos interesan las cien» ¿Cómo combinar amistad y genuina vocación apostólica sin que se instrumentalice la amistad?

– La genuina vocación apostólica parte de un respeto total a la libertad de Dios -que busca amigos, no esclavos-, a la propia –reconocida como don grandioso que no puede usarse para doblegar a otros- y a la libertad del amigo, al que se ama en toda su dignidad.

El amigo apóstol anuncia a Cristo, ilumina el camino hacia Él y hace lo posible para encender en el amigo el deseo de Dios. Es una ayuda para avivar en el interior de la persona una chispa divina que ya tiene previamente, aunque algunas veces oscurecida o distorsionada. No hace marketing de un bien externo, sino que ayuda a descubrir un tesoro interno que pertenece al otro, pero que él tiene que decidir si acoger y cultivar.

El apóstol, como Jesús, no da para recibir; simplemente, se da, corriendo el riesgo de la libertad.

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Isabel Sánchez (dcha.) durante el encuentro con los jóvenes del XI Simposio San Josemaría

Una amistad es un acto recíproco… y en el caso de Dios completamente asimétrica. ¿Que «aporta» el hombre a Dios?

– Eso es un gran misterio, pero Dios mismo nos ha contado qué es lo que quiere de nosotros: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Prov, 23, 26).

Lo que el hombre aporta a Dios es, ni más ni menos, que correspondencia libre a su Amor. Cada pequeño acto de amor es una novedad bella y gozosa en la Creación; por eso para Él, todos somos importantes.

Usted, como numeraria del Opus Dei, vive y trabaja como cualquier laico normal, siguiendo el espíritu de san Josemaría. ¿Cómo vivió san Josemaría esta amistad con «el cielo y con la tierra»?

– Con un corazón de carne, noble, generoso e indiviso. Con el mismo corazón con el que amó tiernamente a sus padres, fuertemente a sus amigos, incondicionalmente a sus hijos, apasionadamente al mundo, con ese mismo corazón, amó con locura a Jesucristo. Para él, caridad y amistad se fundían en una misma cosa: luz divina que da calor (Forja, 565).

Y todo eso, con mucha gracia: de la divina, que la llevaba a entregarse con gran generosidad a Dios y a los demás, y de la humana, hecha de sonrisa y buen humor.

¿Queda mucho por recorrer dentro y fuera de la Iglesia en la comprensión de una relación con Dios al 100% por parte de los laicos? 

– Me parece que queda aún camino por delante, hasta comprender la potencia de los millones de laicos que configuran la Iglesia en su inmensa mayoría. Podemos profundizar todavía más en la fuerza transformadora del simple bautismo, que nos capacita para llegar a la más alta intimidad con Cristo, incluso a la entrega libre y exclusiva a Él en medio del mundo, y la del sacramento de la confirmación, que nos proporciona un impulso apostólico genuino, que surge de la configuración con Él y de la fuerza del Espíritu Santo.

Pero el Espíritu Santo, gran Maestro, está suscitando muchos ejemplos de esta “santidad de la puerta de al lado”, como la ha llamado el Papa Francisco, para que nos entre por los ojos a qué cimas de espiritualidad están llamados los simples bautizados. Basta pensar en Carlo Acutis, Chiara Corbella, Guadalupe Ortiz de Landázuri y tantos otros: toda una cadena de jóvenes amigos de Dios. 

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