Evangelización

José Manuel Horcajo: “Eso de ‘Dios no existe porque hay pobres’ es el típico argumento de rico”

Jose Manuel Horcajo es párroco de San Ramón Nonato, en el madrileño barrio de Vallecas. Una parroquia en la que desarrolla una amplia labor espiritual y social.

Maria José Atienza·12 de enero de 2024·Tiempo de lectura: 8 minutos
horcajo parroquia vallecas

La parroquia de San Ramón Nonato emerge sin muchos aspavientos de entre las construcciones que rodean el Puente de Vallecas en la capital de España. Se trata de un templo sencillo, no especialmente grande, pero en el que siempre hay gente. Y la hay por una sencilla razón: está abierta.

Desde las 7:30 de la mañana a las 21:00, son decenas las personas que, en algún momento del día, entran a la parroquia: rezan, miran, hablan y, sobre todo, se sienten acogidas

Su párroco, José Manuel Horcajo, sacerdote diocesano de Madrid, no se imaginaba, allá por 2001 cuando se ordenó, que tres años más tarde terminaría en una de las zonas más castigadas socioeconómicamente de la capital.

Desde 2004 es el párroco de esta parroquia vallecana en cuya historia se entremezclan deportistas -como la familia de Villota- y santos. Allí el beato Álvaro del Portillo, allá por 1934, recibió un golpe con una llave inglesa por parte de ciertos radicales anticatólicos cuando iba a dar catequesis a los chicos de la parroquia.

Hablamos con Horcajo en una sala situada sobre el comedor social San José, justo enfrente de la parroquia. En la sala, desde donde se escucha a las voluntarias de Cáritas hablar con beneficiarios, hay maletas de ropa de algunas familias acogidas. Al otro lado de la pared se imparte una clase de la escuela de familias. La gente sube, baja, ríe, llora, pide oraciones y alimentos y, siempre, da las gracias.

Horcajo plasmó algunas de las miles de historias con las que convive en San Ramón en su libro Al cruzar el puente (2019). Hace poco salió a la luz un segundo libro Diamantes tallados. Si el primero era casi un “libro de anécdotas”, Diamantes tallados es, en palabras de su autor “un libro de espiritualidad encarnada. De pasión, muerte y resurrección”. Las historias que recoge parecen tan lejanas como reales son y de su mano, comenzamos a hablar con el párroco.

¿Cómo nació un libro tan “diferente” como Diamantes tallados?

–La verdad es que tardé más en decidirme a escribir Diamantes tallados que en escribirlo, realmente. Me preguntaba, ¿merece la pena? Y tenía dudas, pero fui viendo que no hay tantos libros de espiritualidad encarnada en situaciones de pasión.

Este es un libro de pasión, muerte y resurrección, donde se ve la fuerza del Espíritu Santo en vidas destrozadas, personal o socialmente. Luego lo ves y dices ¡pero si el Evangelio es igual!: La samaritana, con cinco maridos, aislada del pueblo, que iba al pozo cuando nadie iba y se convirtió en apóstol del pueblo; Mateo, un publicano por ahí perdido… Vas viendo los personajes y, al final, es lo mismo.

Creo sinceramente que hoy o la Iglesia muestra esa fuerza que tiene el Espíritu Santo en gente destruida, que se puede convertir en apóstol, o es que nos creemos que esto es sólo para una élite. Para gente acomodada. ¡Imagínate!

La Iglesia no es algo que funciona solo cuando todo esta bien. Cuando está todo mal, entonces, ¿qué? Lo que pasa aquí es lo ordinario. De los pobres tienen que salir muchos apóstoles ¡y muchos santos! Ha sido así siempre en la vida de la Iglesia.

Iglesia de pobres, Iglesia de ricos ¿nos perdemos en las categorizaciones?

–A veces corremos el riesgo de acentuar tanto una cosa que nos olvidamos de los demás. Eso puede pasar. Yo digo, quizás poéticamente, pero estoy convencido de ello, que la Iglesia ha de evangelizar a los pobres y que muchas personas de clase media o alta son también pobres.

¡Todos somos pobres! En unos casos se ve más claro, es evidente, por sus carencias sociales y demás, pero la pobreza, los anawin pertenecen a todo hijo de Dios. Todos somos pobres ante Dios. Hay algunas pobrezas que no se ven y las tenemos que descubrir. Descubrir que todos dependemos de Dios.

Cuando uno descubre que es pobre la cosa cambia: toma un estilo de vida pobre, no le da vergüenza acercarse a los pobres -que pueden ser el enfermo, el desagradable, el que me cae mal-. Todos tenemos “periferias personales”: personas que alejamos de nuestra sensibilidad por cualquier motivo.

Al reconocerse pobre, la persona se acerca a cualquier sensibilidad, a cualquier situación, aunque le parezca lejana. Algunos que viven muy bien en sus chalets también son pobres y la Iglesia les ayuda a descubrir esas carencias espirituales.

De los pobres tienen que salir muchos apóstoles ¡y muchos santos! Ha sido así siempre en la vida de la Iglesia.

José Manuel Horcajo. Párroco de San Ramón Nonato (Madrid)

Cuando entró en el seminario, ¿se imaginaba estar aquí?

–¡No! ¡Para nada! (ríe) Lo cuento en el libro. Cuando empecé mi vida de sacerdote, en una parroquia de Usera, me pusieron a trabajar con inmigrantes y pensaba que aquello terminaría en unos dos años y me iría a lo que yo consideraba una “parroquia normal” con niños, familias, jóvenes…. Que me dedicaría a “lo mío”: la pastoral familiar, los matrimonios. Consideraba que estas situaciones límites o penosas eran para “especialistas”, para personas que se dedicaban a ello y que les gustaba.

Luego, el Señor te trae aquí, donde no te lo esperas, y la obediencia funciona. He encontrado en este lugar una riqueza que yo conocía.

¿Hacemos una línea divisoria entre la caridad “social” y la caridad pastoral? ¿Son ambas necesarias para la respuesta a las llamadas de Dios?

–La caridad es unión. Es unión con Dios y unión con los demás y, también, unión pastoral. A veces vivimos una especie de fragmentación pastoral, entramos entonces en los tecnicismos, las pastorales “para”, “pastoral para peruanos”, “pastoral para senegaleses”, etc. ¿Qué es esto? La pastoral es la de los hijos de Dios.

Mi plan pastoral se resume en una línea: abre la parroquia todo el día. Cuando abres, llega la gente. ¿Qué gente? La que Dios quiera traer. No es una “pastoral para inmigrantes”, “para pobres” o “para gente que lo pasa mal”. Es una pastoral para los hijos de Dios que quieran venir.  

En San Ramón Nonato se expone el Santísimo, se ofrecen los sacramentos y la gente acude. Al que llega, lo voy a atender sea rico, pobre, inmigrante, o médico, me da igual… No hay una pastoral sectorial. Creo que eso no es católico. El católico se abre y llega a todos.

La caridad te lleva a acercarte a los que no te imaginabas: enfermos, ancianos, discapacitados, etc. No lo sabes. No los “eliges tu”. Esta actitud genera un corazón de caridad pastoral, abierto a todos, porque está abierto a Jesucristo.

Cuando uno dice “yo me dedico sólo a atender esto”, está seleccionando la medida de su caridad, la de su corazón. Si dices “lo que Dios quiera” entonces tienes la medida de Cristo, los que El quiera llevarte. Así es cuando surgen vocaciones, porque estás abierto a lo que Dios quiera, riqueza o pobreza, salud o enfermedad… Estás en disposición de entregar la vida. Si nos dedicamos sólo a un sector que nos gusta no podremos entregar la vida.

Llama la atención que en esta parroquia se habla a todos de Dios. Muchos llegan con historias terribles, ¿de verdad acogen bien este hablarles de Dios?

–Acabamos de vivir la Navidad. Realmente en Navidad recordamos un hecho que comienza con una fractura social: el Niño nace en un portal, apartado… Pero tiene una familia que sostiene.

Aquí el proceso es igual: empezamos por lo social, continuamos por la familia para llegar a lo espiritual. Y se hace simultáneamente. Al mismo tiempo que atendemos la urgencia social (“tengo que comer”, “tengo que dormir”, “tengo que pagar una factura”, “tengo que trabajar”), se conoce el problema familiar: (cómo vives, con quien, qué te pasa, cuál es tu esperanza, cuáles son tus heridas) y, entonces, entra esa atención pastoral (“Necesitas a Dios”).

Cuando haces esto, este ámbito de atención espiritual es perfecto. El problema que veo en muchos sitios es que pasar de dar una bolsa de comida a rezar el rosario es como un salto mortal, porque falta la pastoral familiar.

Comprendo que, si no hay pastoral familiar, les cueste mucho hablar de Dios. Hay parroquias donde el único espacio en el que no se habla de Dios es el despacho de Cáritas, y muchas veces es por la falta de pastoral familiar. Si la hay, todo engancha perfectamente, porque la gente ha nacido en familia, quiere formar una familia y su salvación esta en la familia. Cuando hablas de familia, el tema de Dios sale muy fácil.

A esto se suma que los pobres son muy creyentes. A mi, cuando hay gente que me dice que no cree en Dios porque hay quien pasa hambre, les respondo “típico argumento de rico, de burgués, que ve la pobreza en la televisión”.

Los pobres no hablan así. Cuando estás todo el día con los pobres y te dicen cosas como “Padre, mi padre me violó, mi madre me abandonó, me han robado, me han dejado, nadie me ayuda… sólo Dios me ayuda”, te quedas asombrado, pensando “esta persona, con lo mal que lo ha pasado, está convencida que solo Dios le ayuda”.

Esa fe de los pobres, que se sienten dejados del mundo, pero acompañados por Dios es asombrosa. Los que tienen de todo, muchas veces se creen autosuficientes y “justifican” el que Dios no existe porque no ayuda a los pobres.

Si nos dedicamos sólo a un sector que nos gusta no podremos entregar la vida.

José Manuel Horcajo. Párroco de San Ramón Nonato (Madrid)

¿Tiene alguna vez la sensación de que no puede con todo esto?

–Constantemente. Constantemente me planteo que hay personas a las que no puedo ayudar, por la profundidad de sus heridas, por una situación muy dramática o una ruptura…, pienso, ¿qué les puedo decir? Lo peor que me pueden pedir es que le aconseje. Yo no tengo soluciones, pero Dios si. Y estoy convencido que Dios les va a ayudar. A través de otros medios seguramente. Yo estoy convencido que Dios ayuda, yo soy un mero “observador”. Aunque no tengo respuesta, ni soluciones la mayoría de las veces, no me preocupa, porque Dios si las tiene.

Uno de los proyectos más conocidos de la parroquia es el comedor social ¿Qué diferencia el comedor San José de otro comedor social, por ejemplo, del estado?

–Yo me he recorrido muchísimos comedores sociales de toda España. Aprovecho, si voy a alguna ciudad u otra, para ver cómo funcionan, si podemos mejorar en algo.

Me doy cuenta que, en muchísimos casos el problema es el mismo: se da de comer pero ni se conoce a la gente que va, ni su situación familiar, ni se les puede llegar a dar humano,, familiar o cristiano.

San José no es un “comedor social que hace una labor particular” sino que forma parte de un “proceso educativo” llamado Iglesia católica que en si mismo tiene un comedor social. Yo invito a un seguimiento, a un acompañamiento y te voy a dar de comer.

El comedor es parte de algo más grande, encaja con el acompañamiento familiar y espiritual. No es un comedor que da charlas, es una espiritualidad que tiene un comedor.

Si algo caracteriza la sociedad actual es la precariedad de la familia, mucho más en las situaciones que ustedes tratan. ¿Cómo se articula ese acompañamiento familiar?

–La pastoral familiar es el eje de la parroquia. En San Ramón tenemos cuatro áreas, por llamarlas así. La primera es la acogida que comprende, por ejemplo, apoyo escolar a menores, escuela de padres, educación afectivo sexual. Son propuestas que a la gente le encantan, porque ayudan mucho.

Además, tenemos el área de convivencias o experiencias. Hacemos una experiencia de familias, otra de parejas (algo parecido a una ITV matrimonial) que llamamos Caná; tenemos convivencias de fin de semana, campamentos de verano, peregrinaciones, el futbol de los niños, talleres de tiempo libre. Diversas ofertas para tener experiencias mas fuertes de integración.

La tercera área la forman las comunidades más estables: la Fraternidad de San José, el grupo de madres Ángel, grupo de novios, de jóvenes, de matrimonios, de mayores. Son comunidades donde las personas pueden hablar, integrarse y vivir su vida

El ultimo ámbito es el de sanación: psicólogos, terapias de parejas, el proyecto Naím con niños discapacitados. Ahora ha surgido uno, el Buen samaritano, que lo forman personas que escuchan a otras que vienen con muchas heridas. Son personas preparadas para escuchar durante 9 sesiones a las personas heridas, en ese proceso también se confiesan o reciben la unción de enfermos.

En una parroquia se habla mucho de la comunidad parroquial, pero, ¿qué es la comunidad parroquial? ¿Cree que hay esa comunidad parroquial en San Ramón?

–Espero que si, porque si no, ¡menudo desastre!(ríe). Lo que he aprendido es que la comunidad parroquial tiene que estar hecha a la medida del corazón de Dios, no a la medida de la cabeza del párroco.

A veces los párrocos tenemos la tentación de identificar esa comunidad con las personas con las que nos reunimos, los “consejos”, y eso no es así. La comunidad parroquial tiene que encajar con Dios, no con el párroco. Dentro de una comunidad parroquial hay múltiples grupos: hermandades, cofradías, Neocatecumenales, de tal o cual movimiento…, que son heterogéneos pero que todos confluyen en Dios.

Eso da lugar, efectivamente, a una comunidad heterogénea, un poco caótica a veces, porque no ha salido de los parámetros del párroco. Es una comunidad variada, muy pintoresca, en la que también se incluyen las personas que solo van a Misa, ésas que nunca irán a un grupo pero que se sienten familia. Esto se nota mucho a la salida de Misa: si se paran, hablan unos con otros, se llaman…, si hay cariño entre ellos hay comunidad parroquial.

El «Comedor social San José» no es un comedor que da charlas, es una espiritualidad que tiene un comedor.

José Manuel Horcajo. Párroco de San Ramón Nonato (Madrid)
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