Vocaciones

P. Matteo Curina: «Uno no abandona su vida anterior sin motivo: lo deja todo para seguir al Señor»

El hermano Matteo Curina, de 38 años, decidió dejarlo todo para seguir a Jesús. Y lo hizo con sólo 24 años, convirtiéndose en fraile franciscano. Ahora vive en un convento, con otros hermanos franciscanos, lejos de su ciudad, de su familia y de sus amigos de toda la vida. Pero, según él, no ha perdido nada. Al contrario, lo ha ganado todo entregando su vida a Dios y a los demás.

Leticia Sánchez de León·21 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos

La comunidad franciscana de la parroquia de San Gregorio VII en Roma. Fray Mateo aparece el segundo por la izquierda

El P. Matteo Curina viene de Pesaro, una ciudad a 60 km al norte de Loreto. Con gran sencillez nos cuenta que creció en una familia creyente. Entró en el convento franciscano en 2008, con tan sólo 24 años. Ahora vive con otros seis hermanos: fray Diego, el párroco y superior (en términos franciscanos se le llama «guardián»), fray Marco, fray Mauro, fray Francesco y fray Manuel. Recientemente ha defendido su doctorado en teología dogmática en la Universidad Gregoriana y enseña en el Instituto Teológico de Asís, además de ser vicario parroquial en la parroquia de San Gregorio VII, en el barrio del mismo nombre, en Roma.

¿Cómo es la vida de un joven franciscano en el mundo de hoy?

-Ante todo, quisiera decir que es una vida maravillosa y llena, sobre todo si se acoge cada día como un don inmerecido en el que darse a los demás libremente con alegría. La vida de un franciscano ofrece muchas posibilidades de servicio: por ejemplo, nosotros, en la parroquia de San Gregorio VII en Roma, ayudamos a toda la gente que viene a la parroquia y a la gente del barrio.

Otros están en hospitales (pienso en los capellanes del Gemelli aquí en Roma o en los de Perugia) y atienden a los enfermos. Algunos viven en un santuario y acogen a los peregrinos y turistas. Otros viven en una ermita o en un monasterio en mitad del campo. Por supuesto, el ritmo de vida depende mucho del contexto y del servicio que estemos llamados a prestar. Aquí, en la ciudad, nuestra jornada sigue el ritmo de nuestra vida de oración, pero está completamente orientada al servicio del pueblo de Dios, de manera que tenemos que adaptarnos a las necesidades de la gente, que a menudo no coinciden con las de la comunidad.

Se podría decir que habéis “perdido” la vida anterior. ¿Cómo se vive esta circunstancia?

-No sé por qué, pero siempre cuando se piensa en la vida de un religioso se ve enseguida lo que se ha dejado detrás. Yo prefiero mirar lo que se ha elegido, lo que hay delante. Obviamente, cada elección comporta una renuncia. ¡Pero también comporta una preferencia! Un joven elige entrar en un convento porque se ha encontrado con el Señor, se ha sentido profundamente amado por Él y después de un tiempo en el que intenta escuchar la voluntad de Dios, intuye que la vida religiosa en el carisma específico franciscano es la más adecuada para él.

Más adelante, todos los años que van desde la entrada en el convento hasta que se hacen los votos perpetuos son para discernir y valorar si la vocación a ese carisma concreto tiene fundamento o es más un deslumbramiento puntual, además de adecuarse poco a poco al estilo de vida franciscano. De este modo, uno no abandona la vida anterior sin motivo. Decide dejarlo todo para seguir al Señor, al igual que hicieron los apóstoles que, llamados por Jesús, dejaron la barca y las redes y le siguieron. Si la mirada está fija en el Señor, si se vive una intensa relación de amor con Él, entonces las renuncias ‒que permanecen en nuestras vidas a pesar de todo, como, por ejemplo, pienso a la renuncia a formar una familia, tener hijos, realizarse en el trabajo, etc.‒ no pesan. De hecho, diría que casi no te vienen siquiera a la mente…

Todo el mundo conoce a los franciscanos de oídas, pero quizá pocos sepan cómo es su espiritualidad en realidad. Si tuviera que hacer una radiografía del espíritu franciscano, ¿qué diría?

-Cada fraile podría responder a esta pregunta de una manera diferente, a pesar de que contamos con las Constituciones Generales, aprobadas por la Iglesia, que actualizan el carisma franciscano que nos transmitió la Regla de San Francisco. Pero, brevemente, creo que siguen siendo válidas las cinco prioridades que el entonces Ministro general, fray Giacomo Bini, dio a la orden en 1997: (1) espíritu de oración y devoción; (2) comunión de vida en fraternidad; (3) vida en comunidades pequeñas, pobreza y solidaridad; (4) evangelización y misión; (5) formación y estudio.

San Francisco vivió una vida muy especial y ciertamente en otro contexto histórico. En los tiempos que corren, ¿podría decirse que es un santo «actual»?

-Yo creo que sí. Basta pensar en el encuentro de religiones que tuvo lugar en Asís en 1986 con san Juan Pablo II, y últimamente en el Magisterio del Santo Padre, que no por casualidad se llama Francisco, muy marcado por la figura del Poverello: Laudato si’ y Fratelli tutti son dos ejemplos significativos. En cualquier caso, creo que la opción por la vida evangélica, la radicalidad en el seguimiento del Maestro y la fraternidad universal son algunos aspectos de la vida de san Francisco que lo hacen siempre actual.

La parroquia de Gregorio VII es una parroquia muy viva, llena de gente de todas las edades

-Sí. Gracias al Señor, nos ha tocado servir a una parroquia muy viva: hay muchísimas actividades y con ellas tocamos casi todos los ámbitos de la vida cristiana: Hay un grupo numeroso de personas que se dedican a servir a los pobres: algunos preparan comidas en la parroquia y luego las llevan a la estación central de trenes Termini para la gente que duerme en la calle, otros hacen un recorrido todos los miércoles por la noche para visitar  y charlar con los pobres que duermen bajo la columnata de san Pedro o en los alrededores. Luego hay otro grupo que ofrece a la gente de la calle ducharse en sus casas los miércoles, cuando las duchas del Vaticano están cerradas por la audiencia del Papa.

Por otro lado, hay otras iniciativas como el Centro de Escucha que se ponen a disposición de las familias más desfavorecidas ofreciéndoles un espacio de asesoramiento y dándoles paquetes con alimentos u otras cosas para un mes o una semana. También estamos intentando crear un lugar de encuentro para los ancianos de la parroquia, para que puedan reunirse y estar juntos: son muchos, y muchos sufren de soledad, porque sus hijos viven en otro barrio menos caro que el nuestro, y a menudo, debido al trabajo y a la vida frenética que llevamos, sólo pueden reunirse con ellos los fines de semana. También tenemos un grupo de apoyo escolar en el que muchos voluntarios ayudan a muchos chicos con sus deberes, ya que muchos son hijos de familias inmigrantes y sus padres no pueden orientarles en sus estudios.

Además, tenéis la casa «Il Gelsomino»…

-Sí, hace cinco años abrimos la casa «Il Gelsomino» en los locales parroquiales: acogemos a los niños que reciben tratamiento en el hospital Bambin Gesù y a sus padres. A menudo, estos tratamientos duran meses: muchos niños tienen cáncer y las terapias suelen durar semanas en el hospital con largos periodos fuera, pero siempre cerca del hospital. No todas las familias pueden alquilar un apartamento o un airbnb en Roma. En esta casa, les permitimos vivir esos duros meses de forma digna, y también se les da el cariño que necesitan en esos momentos tan difíciles, porque hay un grupo que se encarga de acoger a estos padres y estar a su lado en la medida de lo posible.

También le dais mucha importancia al acompañamiento a las familias, ¿cómo abordáis este tipo de pastoral?

-Queremos cuidar a los esposos, ayudándoles a disfrutar y vivir la belleza de su matrimonio. Tenemos varios grupos de acompañamiento a matrimonios según los años que llevan casados. A ellos se añade otra experiencia («Famiglia in cammino»), con pocos encuentros al año, donde hay un grupo de monitores que se encarga de los niños para que las parejas puedan seguir el curso con tranquilidad y tengan tiempo para hablar entre ellos. Termina con un breve seminario de fin de semana familiar en Asís.

Sentimos la necesidad de implicar cada vez más a las familias en la catequesis, por lo que una vez al mes el párroco organiza encuentros para padres y adultos en la parroquia y, de vez en cuando, intentamos organizar una jornada de «catequesis familiar» en la que todos los niños y sus padres viven juntos un domingo para crecer en la fe, con actividades adecuadas a las diferentes edades. También hay un grupo de post-confirmación, otro de jóvenes, otro de scouts…Y a todo esto hay que añadir el trabajo pastoral ordinario: celebraciones eucarísticas, adoración, visita a los enfermos, confesiones, escucha de las personas que piden hablar con nosotros… En fin, trabajo hay, y mucho, ¡gracias a Dios!

El autorLeticia Sánchez de León

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