A inicios de los 2000, Colleen Carroll Campbell era una joven periodista estadounidense que se trasladó a Washington para incorporarse al equipo del presidente George W. Bush, siendo la única mujer en el grupo de redactores de los discursos del que se conoce como el hombre más poderoso del mundo.
Siguiendo sus intuiciones y confiando en la Providencia divina, Colleen dejó su trabajo en la Casa Blanca para volver a su ciudad natal, contraer matrimonio con su entonces novio y, a la par, acompañar a su padre durante una dura lucha contra el alzheimer. En su libro “Mis hermanas las santas”, recoge su biografía espiritual de unos años muy particulares. Además de esta obra, ha publicado también, en inglés, “The Heart of Perfection” (2019) y “The New Faithful” (2002).
En la actualidad, Colleen, ejerce como periodista y autora, lo que combina con la educación en casa de sus hijos. En esta entrevista concedida a Omnes habla sobre su relación con Dios, la tentación de caer en el perfeccionismo y su vida como mujer de Iglesia.
Has trabajado en ambientes diferentes, desde periódicos hasta la Casa Blanca. Son lugares en los que, habitualmente, es difícil vivir según la fe y los mandamientos del Señor. ¿Qué consejos das a las personas que quieren vivir acordes a la fe en esas situaciones?
–Mantente fiel a la oración diaria y los sacramentos, incluyendo la Misa entre semana cuando sea posible y la confesión regular; cultiva lo sobrenatural y la humildad mediante una aproximación sobrenatural a tu trabajo y a la confianza en los designios de Dios antes que en tus estrategias profesionales; invoca con frecuencia al Espíritu Santo durante la jornada laboral; pasa tus horas de descanso con personas que comparten tu fe y te pueden ayudar a mantenerte con los pies en la tierra. Y como dirían los padres del desierto, “recuerda tu muerte”.
Estás en esta posición influyente por un espacio de tiempo muy corto; la eternidad es para siempre. Muévete en tu carrera profesional sin perder de vista tu destino de eternidad y lo que desearás haber hecho en tu lecho de muerte.
Eres esposa y madre. ¿Han cambiado estas experiencias tu relación con Dios y el modo en el que le miras?
–He sido bendecida con un esposo maravilloso y nuestro matrimonio ha sido un gran regalo -un modelo precioso de la intimidad que Jesús quiere tener con cada uno de nosotros. No puedo imaginarme caminando en esta vida y en la fe sin mi esposo John.
La maternidad ha sido particularmente instructiva. He descubierto de una manera completamente nueva lo mucho que me ama Dios, la misericordia con la que mira mis debilidades y mis fracasos, lo dispuesto que está a darme un millón de segundas oportunidades. He visto también que lo que yo muchas veces considero un desastre es en realidad la providencia amorosa de Dios en acción – mi padre celestial me permite sufrir un poco para que, al final, sea más fuerte y libre. El versículo de Romanos 8, 28 siempre ha sido uno de mis favoritos, pero creo que ahora que soy madre lo entiendo mejor.
En tu nuevo libro hablas sobre el perfeccionismo ¿Qué es el perfeccionismo espiritual? ¿Cómo nos afecta en la vida cotidiana?
–El perfeccionismo espiritual es la creencia tóxica de que podemos, y debemos, ganarnos el amor de Dios. Es, normalmente, una actitud inconsciente de vergüenza y aversión hacia nuestros defectos, con la incorrecta percepción de que Dios también está escandalizado y de que le repelen nuestras miserias, y de que debemos esconderle nuestras debilidades para no ser rechazados, abandonados o que para que no nos deje de amar. Esto abre una brecha entre nosotros y Dios, y tiene el potencial de infectar todos los ámbitos de nuestra vida.
Podemos ver los trazos de este perfeccionismo espiritual manifestándose en cualquier cosa, desde el desaliento por defectos en los que nos obcecamos, la culpa devastadora por errores pasados, pequeños pecados, hasta la actitud compulsiva por comparar nuestras vidas con las de otros, o incluso la tendencia hacia el compromiso excesivo que nos lleva a desgastarnos haciendo cosas buenas. El perfeccionismo espiritual nos puede hacer hipersensibles a la crítica. Nos puede hacer demasiado críticos hacia los demás. O simplemente puede provocar que nos cerremos espiritualmente, por la frustración de que somos demasiado imperfectos como para vivir esta fe en la que los ideales siempre parecen fuera de nuestro alcance.
Es una tentación espiritual muy sutil -la gran mayoría no queremos admitir que albergamos una visión tan sombría de Dios y su misericordia – lo cual es, precisamente, lo que la hace tan dominante y peligrosa. Escribí “The Heart of Perfection” para exponer esto, porque creo que es uno de los obstáculos clave en el crecimiento hacia la santidad para los cristianos comprometidos de hoy en día.
¿Qué hay en la cultura contemporánea que cultiva de manera excesiva el culto del esfuerzo, el perfeccionismo y la adicción al trabajo?
–Podría señalar miles de factores, pero tal vez el más obviado en las discusiones seglares sobre el perfeccionismo sea nuestra pérdida del sentido de la presencia de Dios y su acción en el mundo de hoy. Nuestra cultura secular ha destronado a Dios y nos ha dicho que podemos ser nuestros propios dioses, pero algo dentro de nosotros sabe que esa no es nuestra tarea.
Nuestra idolatría -el culto moderno al éxito y a uno mismo- lleva inevitablemente a la ansiedad y a la lucha constante. Corremos intentando encontrar el sentido y la seguridad en los logros, el estatus, el dinero, o incluso en el físico perfecto o los hijos perfectos. Tratamos de escapar de la verdadera condición humana, queremos creer a todos los gurús modernos que nos dicen que somos autosuficientes.
El Evangelio -la Buena Noticia de Jesús y su Iglesia- dice que no nos bastamos a nosotros mismos, y que eso está bien. Jesús vino a salvarnos porque no podemos hacerlo por nuestra cuenta.
¿Cómo podemos enseñar a nuestros amigos e hijos a tener una perspectiva distinta?
–El mejor modo de ayudar a los demás es empezando por nosotros mismos. Escucho con frecuencia a lectores que dicen que han comprado “The Heart of Perfection” para un amigo o familiar, pero luego lo empezaban a leer y se daban cuenta de que ellos mismos eran quienes necesitaban ese mensaje.
Es muy fácil ver el perfeccionismo en otra persona, pero es más difícil detectarlo en nosotros mismos. Podemos ayudar a otros buscando la libertad y la sanación de este perfeccionismo espiritual para nosotros mismos -a través de la oración, los sacramentos, la Sagrada Escritura y la lectura espiritual, encontrando compañía y guías espirituales en otros que también estén en este camino hacia la libertad, y aprendiendo las lecciones de los santos perfeccionistas que cambiaron, muchos de los cuales están retratados en mi libro “The Heart of Perfection”- y después, vivir con esta nueva libertad en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en las parroquias y comunidades. La libertad engendra libertad. Una vez rotas las cadenas del perfeccionismo espiritual, nuestro ejemplo permite a otros hacer lo mismo.
¿Sigues manteniendo una estrecha relación con tus hermanas las santas?
–Sí, siempre estoy conociendo santos nuevos -desde que me mudé a California, san Junípero Serra se ha convertido en uno de mis favoritos- y mis fieles viejos amigos, como santa Teresa de Lisieux o Teresa de Ávila, no me han abandonado. ¡Qué encuentro más glorioso tendremos algún día en el Cielo, si Dios quiere, cuando podamos conocer a estas grandes almas y santos amigos cara a cara!