El envejecimiento de la población es un fenómeno no sólo preocupante para las sociedades de ingresos altos, sino que se ha convertido en un problema que inquieta a todos los países, ya que según la Organización Mundial de la Salud, “en 2050, el 80 % de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos”.
La elección del tema de los mayores para optar a los premios CEU por la Vida 2024 surgió porque “al hablar de la defensa de la vida, lo primero que se nos ocurre es el aborto o la eutanasia”; sin embargo, “el cuidado de los mayores es una problemática muy actual, tal como apunta el Papa Francisco”, explica Effioh Agossou Emmanuel Lokossou, nacido en Benín (África), hace 30 años, que hizo su prenoviciado en Burkina-Faso, y el noviciado en Togo. Effioh Lokossou trabajó también en Costa de Marfil, y llegó a España en 2018 para estudiar Teología. Fue ordenado diácono por el cardenal Carlos Osoro en 2022, y presbítero por monseñor Pascal N’KOUE, arzobispo de Parakú (Benín), el año pasado.
Además de estudiar el Grado en Comunicación Audiovisual de la Universidad CEU San Pablo, Effioh atiende, como se ha comentado, la parroquia Cristo Liberador y es responsable de la dirección del Centro Juvenil Juveliber, ambos en Parla (Madrid). Junto al sacerdote salesiano, el Instituto CEU de Estudios de la Familia, que dirige Carmen Fernández de la Cigoña, ha premiado este año a las eurodiputadas Isabel Benjumea y Margarita de la Pisa, por su defensa pública de la Vida.
Emmanuel, ¿cuáles son los principales desafíos que afronta la sociedad respecto al envejecimiento poblacional?
–El primer desafío es la prevalencia creciente de enfermedades crónicas entre los adultos mayores. A medida que la longevidad aumenta, también observamos una recrudescencia de condiciones de salud que requieren una atención médica más especializada. Además, esto suscita la necesidad imperiosa de desarrollar sistemas de salud que no sólo aborden las enfermedades en sí, sino que también tengan en cuenta el bienestar general y la calidad de vida de la población envejecida. Por eso y siguiendo la estela del papa Francisco, diríamos que no basta con elaborar sólo planes de asistencia, sino que urge poner en marcha proyectos de existencia. En otras palabras, las medidas emprendidas deben privilegiar por encima de todo, la dignidad humana.
La soledad y el aislamiento social son otros desafíos que merecen una atención singular en el contexto actual que nos toca vivir. En nuestra sociedad, las personas mayores, no en poca ocasión, se enfrentan a situaciones donde la pérdida de seres queridos, la jubilación y la disminución de la movilidad pueden contribuir a un sentido de aislamiento. Este fenómeno no solo afecta su estado emocional, sino que también puede tener implicaciones para su salud física. Dentro de los desafíos que supone el envejecimiento, emerge la necesidad de atención integral como otro componente fundamental. Más allá de la atención médica convencional, se requiere un enfoque holístico que considere tanto los aspectos médicos como los sociales.
En su opinión, ¿cómo podemos transformar estos desafíos en oportunidades? Comente algo de la cultura africana.
– Primero, la vejez, lejos de ser vista como un declive inevitable, debe ser considerada como una etapa de enriquecimiento y sabiduría. Siguiendo la estela del actual obispo de Roma, digamos que las personas mayores son como los árboles que continúan dando frutos a lo largo de los años, que contribuyen a la sociedad con su experiencia y conocimientos acumulados a lo largo de los años.
Es indudable que su larga trayectoria profesional y vida personal les otorga una perspectiva única, que puede ser compartida para guiar a generaciones más jóvenes y abordar los desafíos contemporáneos con sabiduría y comprensión. En este orden de idea, un adagio popular de las culturas africanas afirma que cuando una persona anciana muere, una biblioteca arde. Atando cabos, cuando reconocemos el valor intrínseco de la experiencia y la sabiduría de las personas mayores, no solo les otorgamos el respeto y la dignidad que merecen, sino que también enriquecemos nuestras comunidades y fortalecemos el tejido social con una mayor inclusión y aprecio por la diversidad generacional.
Segundo, es menester señalar que la vejez es una oportunidad porque favorece la reflexión profunda y la reevaluación de prioridades. En otros términos, es una etapa para el crecimiento personal y la búsqueda de un mayor significado en la vida.
Finalmente, los mayores son una oportunidad incuestionable para la generación joven, pues si prescindimos de ellos, nos es imposible alcanzar la alianza entre generaciones. A decir verdad, con su vasta experiencia y sabiduría ayudan a los jóvenes a enfrentar desafíos y tomar decisiones valientes. Además, por ser guardianes de la memoria colectiva, transmiten historias, tradiciones y valores que son fundamentales para preservar la identidad cultural y el sentido de pertenencia.
¿Cuál es la contribución de la tradición cristiana al cuidado de las personas mayores?
– La tradición cristiana ofrece una perspectiva rica y significativa sobre la vejez, que puede contribuir de manera valiosa en la reflexión sobre el cuidado de las personas mayores en la sociedad contemporánea que estamos ofreciendo.
En primer lugar, la tradición cristiana enfatiza el valor intrínseco de cada ser humano, independientemente de su edad o estado de salud. Arraigada en los principios de amor, compasión y misericordia, el cristianismo resalta el valor intrínseco de cada ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Desde esta perspectiva, la vejez se entiende como una etapa de la vida que merece un profundo respeto y dignidad. Esta enseñanza se deriva de pasajes bíblicos que honran a los ancianos y exhortan a respetar su sabiduría y experiencia.
Jesús mismo nos dio ejemplo al mostrar compasión y preocupación por las personas mayores durante su ministerio terrenal, sanando a los enfermos y consolando a los afligidos. En la praxis pastoral de Jesús, la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-35) resalta la importancia de ayudar a aquellos que están en necesidad, sin importar su edad o condición. Está claro que la tradición cristiana invita a acoger y valorar a las personas mayores como miembros preciosos de la familia humana. En un mundo cada vez más enfocado a la juventud envuelta de ideologías consumistas y la productividad, la tradición cristiana nos recuerda la importancia de valorar y respetar a las personas mayores como portadores de la historia, la sabiduría y la fe.
El Papa Benedicto XVI, en su pontificado, hizo hincapié en la crisis del individualismo y la falta de solidaridad en la sociedad moderna, señalando cómo esto afecta especialmente a los ancianos, quienes a menudo se ven marginados o excluidos.
Por otro lado, el Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, aborda la necesidad de construir una cultura del encuentro y la solidaridad que incluya a todas las generaciones, reconociendo el papel vital de los ancianos en este proceso. En un mundo marcado por la fragmentación y la división, el Papa argentino subraya la importancia de recuperar la dimensión comunitaria y el valor de la experiencia y la sabiduría de las personas mayores. Destaca cómo el diálogo intergeneracional y el respeto por los ancianos son fundamentales para construir un mundo más justo, inclusivo y humano para todos. Recordemos que además de las 15 catequesis que tiene sobre la vejez, el Papa Francisco es quien instituyó, en 2021, la Jornada mundial de los abuelos y de los mayores.
¿Cuál debería ser el papel de la familia en el cuidado de las personas mayores?
– Es evidente que las familias se encuentran en una encrucijada, ya que tratan de cumplir con las obligaciones laborales y financieras mientras intentan brindar el cuidado adecuado a sus seres queridos mayores. No en pocas circunstancias, esta situación ha generado estrés emocional y tensiones dentro de la familia, especialmente cuando los miembros se sienten abrumados por las demandas del cuidado y la sensación de no poder satisfacer las necesidades de los ancianos de manera adecuada. Por eso, muchos familiares se ven obligados a tomar decisiones difíciles sobre el cuidado de los ancianos, como recurrir a servicios profesionales de atención o trasladarlos a residencias de mayores, lo que puede generar sentimientos de culpa y conflicto.
Frente a todo esto, es imperativo rescatar y promover valores que fortalezcan el papel de la familia como unidad fundamental de la sociedad. La rápida evolución de la vida moderna ha llevado a un distanciamiento de lo esencial, relegando muchas veces el cuidado de los ancianos a un segundo plano. Sin embargo, en medio de un mundo efímero, surge la necesidad de un cambio de mentalidad, una renovación que nos invite a vivir cada acontecimiento desde la perspectiva de la sabiduría del corazón. La familia humana necesita reconectar con lo más valioso: el amor, el respeto y la solidaridad intergeneracional. En un mundo en el que renunciamos tener hijos en detrimento de otorgar más valor a los animales, conviene parar y hacerse preguntas trascendentales.
La renovación a la que apelamos implica un retorno a las raíces, una revalorización de los lazos familiares y un compromiso con la dignidad plena y perfecta de cada ser humano. Es hora de fomentar una cultura del cuidado y de la vida, donde se reconozca y se honre el legado de los ancianos a la comunidad, y donde se rechace cualquier forma de discriminación o exclusión.
En calidad de autoridades públicas ¿cómo pueden ayudar los gobernantes?
–Los gobernantes tienen una responsabilidad crucial en la creación de políticas y programas que apoyen el cuidado de las personas mayores y fortalezcan el papel de la familia en este aspecto, ya que les corresponde organizar las estructuras de la sociedad.
En primer lugar, tienen el deber de garantizar un acceso equitativo a servicios de salud de calidad para los mayores con el fin de promover su bienestar y dignidad en la sociedad. Esto implica no solo asegurar la disponibilidad de instalaciones y profesionales de salud adecuados, sino también facilitar el acceso a medicamentos, tratamientos y cuidados especializados.
En segundo lugar, los gobernantes deberían fomentar la conciliación laboral y familiar. En este sentido, es fundamental que promulguen leyes y políticas que reconozcan y respalden la labor de los trabajadores que también son cuidadores familiares. Una de las medidas clave sería la implementación de permisos remunerados específicamente destinados al cuidado de familiares mayores. Otra medida importante es la promoción de la flexibilidad en los horarios laborales. En tercer término, los gobiernos deberán fomentar la formación y capacitación para cuidadores familiares.
La aplicación de la Inteligencia Artificial está de gran actualidad. ¿Cómo puede ayudar en el cuidado de nuestros mayores?
– La Inteligencia Artificial (IA) está emergiendo como una herramienta prometedora para mejorar el cuidado de las personas mayores en múltiples aspectos. En primer lugar, la IA puede utilizarse para monitorear la salud de los adultos mayores de manera continua y no invasiva, a través de dispositivos portátiles o sensores inteligentes integrados en el hogar, y pueden detectar signos tempranos de problemas de salud, lo que permite una intervención rápida y preventiva.
Además, la IA puede ayudar en la personalización de los planes de cuidado para cada individuo, teniendo en cuenta sus necesidades médicas, preferencias personales y circunstancias únicas. No obstante, es fundamental abordar los desafíos éticos y de privacidad asociados con el uso de IA en el cuidado de personas mayores. La transparencia en el procesamiento de datos es esencial para que los usuarios comprendan cómo se utilizan sus datos personales y con qué fines. Además, es fundamental obtener el consentimiento informado de las personas mayores antes de utilizar cualquier tecnología basada en IA en su cuidado. La protección de la privacidad de los usuarios también debe ser una prioridad.
Por último, es importante recordar que la IA no debe suplantar la interacción humana en el cuidado de las personas mayores, sino complementarla. La atención centrada en el ser humano sigue siendo fundamental para satisfacer las necesidades emocionales, sociales y físicas de los mayores.