El francés Guillermo de Grimoard, monje benedictino, fue elegido Papa en Aviñón (1362-1370) con el nombre de Urbano V. Intentó vanamente el regreso de la Sede Apostólica a Roma y reunir la Iglesia de Occidente y Oriente. Austero de vida, ayudó a los pobres y combatió la corrupción en el clero.
El gran objetivo de su pontificado fue establecer nuevamente en Roma la sede pontificia, pero fracasó. En efecto, en 1366, frente a la oposición del rey de Francia y de los cardenales franceses, partió para Roma. Lloró al entrar en la Ciudad Eterna, en la que no había estado ningún Papa en 50 años. Las grandes basílicas estaban en ruinas y se dedicó a repararlas y a alimentar a los pobres.
Sin embargo, Francia estaba en guerra con Inglaterra, su salud decayó, y Urbano V decidió regresar a Francia, a pesar de los ruegos de los romanos y de santa Brígida de Suecia, entre otros. En 1370 declaró que marchaba por el bien de la Iglesia, para ayudar a Francia, pero falleció el 19 de diciembre.