Ecología integral

El amor político

La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas.

Jaime Gutiérrez Villanueva·2 de agosto de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
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Foto: Ben Noble / Unsplash

Recientemente se ha aprobado de manera definitiva la ley de la eutanasia en España. Desgraciadamente se ha buscado la solución de evitar el sufrimiento, provocando la muerte de quien sufre. Es dramático que en España haya 60.000 personas cada año que mueren con sufrimiento, pudiéndose remediar con una política adecuada de cuidados paliativos.

En la Fratelli tutti que estamos desgranando en esta serie de artículos, el Papa Francisco nos vuelve a insistir en que la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Es necesaria una nueva política, capaz de renovar las instituciones, superando presiones que anteponen el beneficio económico a la dignidad de la persona humana. No se puede pedir esto a la economía, ni se puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado.

El Magisterio de la Iglesia nos recuerda que “la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo” (FT 178). 

La sociedad mundial tiene serios fallos estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas. Hay cosas que deben ser cambiadas de manera radical con transformaciones importantes. Una economía integrada en un proyecto político, social y cultural que busque el bien común puede abrir caminos nuevos de transformación social y política.

Reconocer a cada ser humano como un hermano y buscar una amistad social que integre a todos, también a los más débiles, no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política» (FT 180). Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más, la Iglesia invita a los laicos a desarrollar su vocación propia, a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común» (FT 180).

Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley. Esto supone reconocer que el amor es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (FT 181).

Esta caridad política supone haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista: La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une. Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. 

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